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Donald Trump y la carga del hombre blanco en Nigeria

El presidente estadounidense Donald Trump amenazó recientemente con emprender acciones militares contra Nigeria para salvar a los cristianos de un "genocidio". Trump tiene tres posibles motivos para hacer tal amenaza: su búsqueda mercantilista de minerales de tierras raras, su complacencia a los cristianos evangélicos y sus agravios racistas.

La Casa Blanca publicó un documento oficial de 33 páginas sobre la Estrategia de Seguridad Nacional Foto: AFP

PRETORIA – En vísperas de la invasión imperialista estadounidense de Filipinas en 1899, el poeta británico y defensor del imperio Rudyard Kipling instó a Estados Unidos a:

Asumir la carga del hombre blanco:

Las salvajes guerras de paz.

llenar las bocas hambrientas

Y hacer cesar la enfermedad;

Durante la década siguiente, la exhortación de Kipling se convirtió en el leitmotiv de la misión «civilizadora» de Occidente, justificando la lucha imperial por anexionar territorios africanos y asiáticos. Con el pretexto de detener las guerras de salvajes belicosos y salvar almas perdidas, las potencias occidentales explotaron los recursos de sus colonias. Como observó el difunto politólogo Samuel Huntington, no fue la fuerza de las ideas occidentales, sino más bien la brutalidad de sus acciones lo que permitió estas conquistas imperiales.

Sin embargo, además de las armas, la colonización europea de África se basó en la Biblia: los colonizadores convertirían a los infieles paganos en cristianos justos. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, parece estar siguiendo un guion similar, al amenazar con una intervención militar en Nigeria —un país rico en petróleo y minerales con 230 millones de habitantes— para salvar a la población cristiana del país de un«genocidio». Haciéndose eco de las antiguas justificaciones para la apropiación imperial de tierras, Trump publicó recientemente en las redes sociales que Estados Unidos podría «entrar en ese país ahora deshonrado, con las armas en ristre, para acabar por completo con los terroristas islámicos».

Pero, aunque los complejos conflictos de Nigeria han provocado más de 100 000 muertes desde 2011, con alrededor de 8000 personas asesinadas solo en 2025, Trump no ha mostrado ninguna preocupación por salvar vidas en Nigeria, uno de los«países de mierda»que denigró en su primer mandato. Después de todo, su administración desmanteló la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, que proporcionaba ayuda humanitaria vital a 270 000 nigerianos y financiaba alrededor del 21 % del presupuesto nacional de salud de Nigeria.

Los trabajadores de salud globales fortalecen la seguridad de EEUU

En este contexto, Trump tiene tres posibles motivos para amenazar con invadir el país. El primero es su búsqueda mercantilista de minerales raros, de los cuales aproximadamente el 30 % se encuentra en África. Su burda propuesta a los cinco presidentes africanos que visitaron la Casa Blanca en julio se centró en los minerales, al igual que sus vanidosos esfuerzos por lograr la paz entre la República Democrática del Congo y Ruanda.

No es la primera vez que Trump pone sus ojos en los recursos naturales de otro país. A partir de 2011, Trump propuso robar el petróleo de Irak para«reembolsar»a Estados Unidos por sus intervenciones en Oriente Medio. Más recientemente, sus imprudentes movimientos militares contra la rica en petróleo Venezuela, incluida la incautación de un petrolero venezolano en aguas internacionales, representan una forma de piratería.

Nigeria parece estar lista para ser saqueada. El presidente nigeriano Bola Ahmed Tinubu, un político inmerso en lo que el politólogo Richard Joseph denominó prebendalismo (el uso de cargos públicos para generar recursos materiales para los titulares de esos cargos y sus clientes y compinches), y las anteriores administraciones nigerianas han llevado a cabo una contrainsurgencia ineficaz. Su grave incompetencia y malversación, combinadas con la codicia de una élite cleptocrática indiferente a la difícil situación de sus conciudadanos, han sembrado dudas sobre el futuro de la democracia en Nigeria.

Las incursiones de políticos despilfarradores en las arcas del Estado han dejado al ejército nigeriano (que en su día fue muy respetado por sus esfuerzos de mantenimiento de la paz en Liberia y Sierra Leona en la década de 1990) y a la policía en una situación precaria, lo que supone un importante obstáculo para hacer frente a los retos de seguridad. Nuhu Ribadu, asesor de seguridad nacional de Nigeria, ha acusado a soldados y policías de vender y prestar sus armas a «gente mala», mientras que algunos funcionarios del Gobierno son sospechosos de colaborar con terroristas. Las sanciones de Estados Unidos a estas personas serían muy populares en Nigeria.

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En un ambiente político tan volátil, los atacantes suelen quedar impunes y rara vez se responsabiliza a los funcionarios por no proteger a la población local. Como resultado, grupos yihadistas como Boko Haram y la Provincia de África Occidental del Estado Islámico han operado con impunidad en el noreste de Nigeria durante años. Pero lo que Trump y muchos otros pasan por alto es que estos terroristas matan a muchos más musulmanes que cristianos.

En el fértil cinturón central de Nigeria, ha estallado un conflicto igualmente explosivo entre los pastores musulmanes de la etnia fulani —respaldados por poderosos intereses políticos y empresariales— y los agricultores, en su mayoría cristianos, que ha causado unas 12 000 muertes desde 2010. Pero estas disputas tienen que ver más con la tierra, los derechos de pastoreo y el agua que con la religión.

Mientras tanto, los secuestros en el noroeste de Nigeria, que se han extendido a otras partes del país, están motivados en gran medida por el bandolerismo. A pesar de las afirmaciones de Tinubu de haber eliminado a más de 13 500 terroristas desde que asumió el cargo en mayo de 2023, el número de muertos sigue aumentando: Amnistía Internacional estima que se produjeron al menos 10 217 muertes relacionadas con el terrorismo durante el mismo período.

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Otra posibilidad es que Trump esté complaciendo a los cristianos evangélicos blancos, que siguen siendo uno de sus más firmes apoyos. Los think tanks cristianos nacionalistas y de derecha de Estados Unidos, como la Heritage Foundation y el Gatestone Institute, han alimentado falsas narrativas sobre el «genocidio cristiano» en Nigeria, un planteamiento que recientemente ha sido reforzado por el senador estadounidense Ted Cruz. Al amenazar con una intervención humanitaria en Nigeria, Trump puede posicionarse como un firme defensor del cristianismo.

La tercera explicación es que Trump está promoviendo estereotipos racistas —está jugando con el tropo del «salvador blanco»— para reforzar su base MAGA (Make America Great Again, «Hagamos grande de nuevo a Estados Unidos»). Trump lleva mucho tiempo diciendo en voz alta lo que otros callan, animando a los estadounidenses blancos a actuar según sus impulsos más racistas. Solo este año, ha acusado falsamente al Gobierno sudafricano, liderado por negros, de cometer un «genocidio» contra los granjeros blancos, a algunos de los cuales invitó a Estados Unidos como refugiados, y ha expresado su repulsa hacia los inmigrantes somalíes, a los que ha tachado de «basura» que no quiere en Estados Unidos. Su nueva Estrategia de Seguridad Nacional insta abiertamente a Europa a detener la inmigración para garantizar que siga siendo «europea».

Cualquiera de estas razones, o una combinación de ellas, sugiere que las amenazas de Trump de invadir Nigeria reflejan una mentalidad imperialista. Aunque algunos nigerianos agradecen a este delirante aspirante a emperador que haya puesto de relieve las deficiencias de su Gobierno en materia de seguridad, para Trump y su base MAGA (y sus aliados etnonacionalistas en Europa), Nigeria no es más que parte de una misión civilizadora centrada en revivir una era de supremacía cristiana blanca.

(*) Adekeye Adebajo, profesor e investigador sénior del Centro para el Avance de la Erudición de la Universidad de Pretoria, ha participado en misiones de las Naciones Unidas en Sudáfrica, el Sáhara Occidental e Irak. Es autor de The Splendid Tapestry of African Life: Essays on a Resilient Continent, its Diaspora, and the World (Routledge, 2025) y editor de The Black Atlantic’s Triple Burden: Slavery, Colonialism, and Reparations