El inmenso poder de la naturaleza
Para comprender el texto que está a punto de leer, el cerebro humano consume la energía equivalente a una lamparita de 20 watts –o algo menos. “Comparativamente, una IA necesitaría 2.700 millones de watts”. Esto es solo una pequeña parte de lo que puede hacer la inteligencia natural, imbatible frente a la amenaza tecnológica.
Mientras cada lector se encuentre procesando el contenido de estas líneas, nuestro cerebro humano estará activándose para poder desarrollar esta actividad; todo esto mediante el uso y consumo de una energía equivalente a la cantidad requerida por una pequeña lamparita (aproximadamente entre 12 y 20 watts). Comparativamente una IA necesitaría para efectuar igual tarea (leer y comprender este texto) - nada más y nada menos- que 2.700 millones de watts.
No es un error; el cerebro humano representa solo el 2% del peso del cuerpo, pero implica el 20% de toda su carga metabólica (Balasubramanian, 2021). Un adulto promedio utiliza aproximadamente 0,3 kilovatios-hora (kWh) por día para su completo funcionamiento y puede simultáneamente reconocer rostros, resolver problemas complejos, crear arte, experimentar emociones y coordinar múltiples tareas metabólicas desde el hipotálamo.
La mayor parte de toda esa energía se consume en las sinapsis, los diminutos espacios entre las neuronas donde se envían y reciben las señales. Allí, las células bombean iones constantemente hacia el espacio intercelular, intercambiando potasio y sodio para crear cargas eléctricas. Este bombeo es fundamental para el funcionamiento de los circuitos cerebrales que consumen toda esa energía.
El poder de la naturaleza
Sin embargo, es importante recordar que el cerebro no tiene almacenadas reservas de energía para cuando las necesite. A diferencia de los músculos, que pueden almacenar el exceso de carbohidratos, el cerebro necesita un suministro constante de oxígeno y energía para funcionar correctamente. Si el suministro de sangre al cerebro se corta o se interrumpe, como ocurre durante un derrame o una lesión cerebral, las neuronas comienzan rápidamente a dejar de funcionar.
Aunque pudiera parecer un defecto, esta es una propiedad fundamental para la optimización del funcionamiento cerebral. Si el cerebro contuviera también células que almacenaran energía de reserva, estas también ocuparían espacios entre las neuronas. Esto llevaría a aumentar la distancia y resistencia que deben recorrer las señales eléctricas, y en consecuencia exigirían la utilización de más energía para poder hacerlo.
Analicemos lo que nuestro cerebro logró con solo leer hasta este punto. Descifró símbolos para darles significado, conectó nueva información con recuerdos existentes, probablemente desencadenó algunas respuestas emocionales y tal vez incluso empezó a formarse opiniones sobre el consumo de energía de la IA. Todo ello mientras mantenía nuestro ritmo cardíaco, nuestra respiración y miles de otras funciones corporales.
Los sistemas de IA
Frente a todas estas capacidades cerebrales, los sistemas de inteligencia artificial requieren centros de datos masivos que consumen suficiente electricidad como para alimentar ciudades enteras. Todo esto solo para simular una pequeña fracción de lo que los cerebros pueden hacer sin mayor esfuerzo.
Los sistemas de IA más avanzados necesitan granjas de servidores repletas de miles de procesadores de alta potencia (por eso las propuestas de utilizar reactores nucleares), sistemas de refrigeración industrial y fuentes de alimentación de emergencia.
ACV y demencia: las dos enfermedades más comunes del cerebro y cómo evitarlas
Consumen aproximadamente 225 millones de veces más energía que tu cerebro para realizar tareas cognitivas similares. En términos de consumo y eficiencia energética es como comparar un triciclo infantil con un enorme tren de carga repleto.
Esta increíble disparidad revela cuán notablemente la evolución ha optimizado la inteligencia biológica. Millones de años de selección y adaptación natural crearon una máquina pensante tan eficiente que, en comparación, hace que nuestra tecnología más avanzada parezca primitiva y tremendamente derrochadora energéticamente.
Los teléfonos inteligentes consumen más energía que nuestros cerebros, pero son infinitamente menos capaces. Cada pensamiento que podemos tener ahora mismo representa la cima de una computación energéticamente eficiente, envuelta solo en 1,3 / 1,5 kilos de tejido biológico.
Es la computadora central del cuerpo, transmite mensajes a través del sistema nervioso para coordinar todas las funciones corporales inconscientes como la frecuencia cardíaca y la respiración. Gestiona acciones conscientes como el movimiento y el habla, y procesa información sensorial como la vista y el tacto.
Es responsable de procesos como el pensamiento, las emociones, la memoria, la planificación y la toma de decisiones. En una mayoría de casos (aunque no en todos… jajaja), logra generar simultáneamente conciencia, creatividad y también sueños.
La naturaleza alcanzó un grado de optimización difícilmente superable, aunque todavía seguimos todos intentando al menos alcanzarla.
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