Europa frente al espejo de la historia
El Viejo Continente está atrapado entre la amenaza militar y expansionista de Rusia, la indiferencia de Estados Unidos y la expansión económica lenta, pero constante, de China. Trump sólo mira sus problemas internos, ¿qué queda para la Argentina?
El 1 de septiembre de 1939, la invasión alemana a Polonia marcó el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Ese episodio no fue solo un movimiento militar: representó el fracaso de la diplomacia europea, incapaz de detener a un líder expansionista que supo leer las dudas, vacilaciones y divisiones de sus adversarios. Como advirtió Winston Churchill en aquellos días: “Un apaciguador es alguien que alimenta a un cocodrilo esperando ser el último en ser devorado”.
Hoy, más de ocho décadas después, Europa vuelve a mirar con inquietud su frontera oriental y se pregunta si no está repitiendo los mismos errores frente a Vladimir Putin.
El presidente ruso ha demostrado, desde la anexión de Crimea en 2014, que no dudará en avanzar sobre sus vecinos si percibe o demuestran debilidad. La guerra en Ucrania es la expresión más brutal de esa ambición.
Ahora para las cancillerías europeas no es solo el conflicto en curso, sino la proyección de una Rusia que, tras la reciente cumbre con China y Corea del Norte, seguramente negoció un respaldo como bloque alternativo al orden occidental. La imagen de Putin junto a Xi Jinping y Kim Jong-un, mostrando su poderío militar, fue más que un gesto: fue un mensaje.
El escenario se complica aún más con el factor estadounidense. Donald Trump, dejó señales claras de desinterés por el destino europeo. Sus discursos apuntan más a los problemas internos de Estados Unidos que a la cohesión de la OTAN. Esa percepción es clave: Putin interpreta que Washington ya no está dispuesto a liderar la defensa del continente con la misma firmeza del pasado, y ese vacío alimenta su espíritu expansionista.
China, por su parte, juega un rol ambiguo pero calculado. Evita un enfrentamiento directo con Occidente, pero bajo la superficie ofrece a Moscú y Pyongyang un apoyo ideológico, económico, tecnológico y político. Pekín no necesita intervenir militarmente; su estrategia es de largo plazo: una penetración lenta, constante y global.
En África, su influencia se mide en carreteras, puertos y préstamos. En Asia, en su proyección del Mar del Sur de China. Y en América Latina, en la dependencia creciente de sus inversiones. Infraestructura, energía, telecomunicaciones y financiamiento blando han convertido a China en un actor indispensable para muchos países de la región, debilitando la presencia de Estados Unidos.
Europa, atrapada entre tres presiones —la amenaza militar de Rusia, el repliegue estratégico de Estados Unidos y la expansión económica de China—, enfrenta un gran dilema. Necesita a corto plazo unidad, como bloque político y militar, o volverá a mostrar las mismas grietas que en 1939 facilitaron el desastre.
Demostraciones de fuerza en la nueva Guerra Fría
Seguramente se optará por la pasividad de UE, que necesitará consolidar una política de defensa común, reforzar su autonomía energética y tecnológica, y recuperar la iniciativa diplomática en regiones donde ha cedido espacio a China y Rusia. La OTAN, debe adaptarse a la nueva era híbrida en la que las guerras no se libran solo en el campo militar, sino también en el financiero, el digital y el informativo.
El mundo debe tomar nota del impulso que ha puesto Putin y sus aliados, no basta con sanciones simbólicas ni con discursos solemnes. Es necesario un frente internacional coherente que combine firmeza militar, presión económica y alternativas políticas para los países que hoy dependen del capital chino o del gas ruso.
La historia ya enseñó que la indiferencia cuesta más cara que la confrontación. Hoy la tibieza puede derivar en un desorden global irreversible.
Europa debe estar unida, buscar un compromiso real de Estados Unidos y comenzar a construir una estrategia global que no se limite a contener, sino a construir un futuro basado en reglas, cooperación y respeto por la soberanía de las naciones. Para todo esto es necesario humildad y esfuerzo. Europa está dispuesta a prepararse para la guerra, no a buscarla.
Unirse no es solo estrategia, es supervivencia. Europa no está dispuesta a exponer soldados a morir en una guerra, su adversario sí
También te puede interesar
-
El Gobierno solo busca consolidar el deterioro actual
-
Psicópatas, mujeres enamoradas de criminales, y menores peligrosos
-
Discursos de Sarmiento y Mitre
-
Milei y las tetas del Estado
-
Argentina no es un caso clínico, sólo necesita dos cosas
-
Reforma laboral: un retroceso que traerá más desigualdad
-
La hora de la verdad para Europa
-
Donald Trump y la carga del hombre blanco en Nigeria
-
El suicidio civilizacional de Estados Unidos
-
El gran y nada hermoso desastre económico de Trump