Argentina | Venezuela

De tironeos, necesidades y relatos

Sobre la posición Argentina con respecto a la situación de los DDHH en Venezuela, a partir del informe presentado por la ex Presidenta socialista chilena Michelle Bachelet.

El presidente venezolano, Nicolás Maduro. Foto: AFP

Un clásico de la política internacional es la tensión que se produce entre las necesidades estratégicas del Estado en su relación con otros países y las demandas materiales y o simbólicas del campo doméstico.

Hans Morgenthau, uno de los más influyentes pensadores de las Relaciones Internacionales del siglo XX, consideraba que un líder y un gobierno capacitados para articular de manera sensata y creíble estos dos campos, era fundamental entre los elementos del poder nacional de un país. La reciente posición Argentina con respecto a la situación de los DDHH en Venezuela, a partir del informe presentado por la ex Presidenta socialista chilena Michelle Bachelet, ha puesto nuevamente en escena este clásico dilema.

A pocas horas de tomar una postura fuertemente crítica sobre la situación en ese país caribeño, afectado por años de hiperinflación, masiva devaluación de su moneda, caída del PBI de más del 50 por ciento en los últimos tres años, la emigración de más del 15 por ciento de su población, el oficialismo argentino tuvo que salir a dar explicaciones afirmando que sus dichos no representaban pensar igual que EEUU, que el gobierno de Venezuela era el legítimo, y que el bloqueo económico era el que agudizada los problemas, etc. Al mismo tiempo, en una video conferencia con el Congreso Judío Americano, el Presidente anunciaba que ahora entendía mejor que se había intentado conseguir en la gestión de su actual vicepresidenta al momento de buscar un acercamiento con Irán a partir del 2011. Cabe recordar la muy estrecha relación entre Irán, Venezuela y Cuba.

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Sin duda, la Casa Rosada enfrenta diversos dilemas, agudizados por la situación económica de pos guerra que deja y dejará en el país el Covid-19 así como el asumir que la paciencia social y los bolsillos se agotaron pese a los récord diarios de infectados que tenemos y tendremos. Quedaron atrás los aplausos de las 21hs desde las casas y departamentos y la tendencia a mostrar que mal estaban haciendo los otros países las cosas. Sin olvidar los largos meses de negociaciones con los tenedores de bonos argentinos, aún inconclusas y habiendo ya ofertado 16 mil millones de dólares más que en marzo pasado, y el próximo proceso para que nuestro país pueda ser aceptado en un programa de facilidades extendidas del FMI a cambio de un claro plan económico y ciertas reformas estructurales. Para todo ello, es fundamental una relación constructiva con los EEUU, el único país del mundo con capacidad de veto a créditos del FMI. Siendo New York el centro de las negociaciones con los bonistas acreedores de la Argentina, en papeles que en su inmensa mayoría están en dólares y con Fondos de Inversión que tienen como base operativa esa superpotencia. La muy probable renovación y hasta ampliación por parte Banco Central de los swaps de yuanes chinos y pesos establecidos en 2010 y 2018 durante el anterior gobierno kirchnerista y posteriormente el de Macri, será una buena noticia, pero sin capacidad de producir un cambio sustancial en las expectativas de los agentes económicos nacionales y extranjeros.

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En otras palabras, el arte de la política y de la diplomacia argentina en los meses por venir será diseñar una hoja de ruta que evite que el sector con más poder de la coalición gobernante lleve sus planteos y cuestionamientos a una situación extrema y al mismo tiempo establecer un diálogo sincero, previsible y operativo con los EEUU así como con la principal potencia regional o sea Brasil.

Lamentablemente los aliados externos de los sectores más ideologizados son ricos en relatos simbólicos, pero no así en su economía y finanzas. Como decía el General Perón, el órgano más sensible del ser humano es el bolsillo. No en vano el actual gobierno hacía campaña el año pasado con la ilusión de llenar heladeras y más asados con familias y amigos. Nada se hablaba de Venezuela, Cuba o Irán, ni de cruzadas para cambiar el capitalismo mundial. El argentino promedio, en algún momento del día mira de frente o de reojo el precio del dólar. De capital simbólico vive una minoría (en algunos casos sobreactuada por conveniencia y en otros casos de manera sincera) tanto de un lado u otro de la grieta. El resto, la inmensa mayoría, evalúa a los gobiernos con el estómago y con el bolsillo. 

 

* Mag. en Relaciones Internacionales, Profesor UCEMA.