Flannery y René

Si pronunció este título en voz alta, sus fosas nasales se abrieron y su lengua se desconcertó entre dentales y guturales, le pido disculpas... quise hacer coincidir en un mismo lugar al filósofo René Girard y a la escritora Flannery O’ Connor, aunque suene raro.

René Girard (1923-2015) y a la escritora Flannery O’ Connor (1925-1964). Foto: COLLAGE

Nunca hablaba de la casa sin desprecio y nunca pensaba en ella sin deseo. F. O’Connor, 1961

 

Si Ud. pronunció este título en voz alta sus fosas nasales se abrieron y su lengua se desconcertó entre dentales y guturales. -: “Flan-ne-ry- y- Re-né”. Le pido disculpas. Quise hacer coincidir en un mismo lugar al filósofo René Girard (1923-2015) y a la escritora Flannery O’ Connor (1925-1964) aunque suene raro.

Para René, la sociedad adquiere su forma gracias a un impulso arcaico, original y ambivalente llamado mímesis o deseo mimético. La mímesis es una fuerza que nos conduce a elegir cosas porque otros las han elegido primero. Y cuando digo cosas no me refiero a objetos solamente, sino a todo. Se imita el pensamiento, el comportamiento, la cultura, incluso el bien y el mal. Girard afirma que preferimos ser ciegos a la imitación; queremos ser como el otro, queremos lo que tiene el otro, pero solo vemos nuestro objeto de deseo.

René Girard y el lado mítico del lawfare

En principio, esto parece no tener nada que ver con el cuento de Flannery (1961), que aún no dije que se llama “Todo lo que asciende debe converger”. Para impacientes como yo, sepa lo esencial, spoilers incluidos. Ambientado en la problemática racial de la mitad del siglo XX en el sur de Estados Unidos, una mujer blanca perteneciente a una clase social venida a menos y en su mediana edad decide comprarse un singular sombrero. Con dudas sobre su estética y su precio, se dejó convencer de la distinción que le aportaba. Gracias a Flannery la vemos viajando en autobús a un lugar de atención de salud gratuito mascullando sobre el pasado de riqueza de su familia y hablando como para escucharse y no olvidar. -: Sé quién soy, sé cuál es mi identidad.

Decía que parecía que no tenía nada que ver con el cuento, porque René habla de la mímesis o imitación y la mujer blanca del cuento de Flannery solo piensa en ser ella misma, en subrayar su identidad actuando según su educación, sus valores y sus tradiciones. Pero René, cuyas teorías están llenas de paradojas y ambivalencias, dice que cuanto más queremos diferenciarnos más nos parecemos a los otros. “No somos tan originales como creemos” (Girard, 2006). René explica que elegimos lo que desean aquellos que consideramos superiores, superiores por que llegaron primero, o porque tienen fama, poder o dinero, o, como en el texto de Flannery, por ser blancos, ricos y haber descendido del Mayflower. Como le sucede a esta mujer en su mediana edad, avizoramos la muerte, la que nos decolora a todos por igual y con ella, como dice Girard, nos enfrentamos “a la suprema indiferenciación”.

Flannery O’Connor y las personas desplazadas

La mujer blanca sin nombre, pero con apellido se sabía “ella misma” por su deseo, ímpetu y fuerza puestos en conservar cómo era su familia en el pasado. La mujer blanca sin nombre, pero con sombrero podía ofrecer una limosna que la devolvía a su lugar de pertenencia. Pero la mujer blanca sin nombre empalidece, se descompone, se desintegra, se desmorona y colapsa cuando la mujer negra sin nombre sube al mismo autobús del cuento de Flannery con un sombrero igualísimo al de ella.

René explica que la imitación genera rivalidad. A la vez se suscitan admiración y odio, apropiación y venganza. Caín y Abel. La rivalidad mimética sin fin conduce al colapso, a la autodestrucción. Negamos conocerla, pero podríamos reconocerla. Todo lo que se distingue debe converger, nos dicen hoy Flannery y René.

 

* María Marta Preziosa. Dra. en Filosofía. Investigadora Centro de Economía y Cultura, UCA.