Con el vocablo lawfare se suele hacer referencia a la utilización de la ley y sus procedimientos como armas de guerra contra un enemigo político. En este texto enmarco dicho fenómeno social en una reinterpretación de típicos antagonismos locales a la luz del pensamiento de René Girard (1923-2015). Para ello, traigo a estas líneas algunas de sus explicaciones antropológicas -de tono mítico y simbólico- sobre oponentes y persecuciones. Estas ideas nos permiten conectar indicios con una lógica diferente a la habitual.
Sobre la persecución legal, Girard (1978) plantea que ésta va convirtiendo al perseguido en víctima, sea culpable o no. Más se lo persigue, más inocente es. Además, dice Girard, en la persecución se busca satisfacer el deseo de diferenciarse del otro. Perseguir es, de algún modo, afirmar “nosotros no somos como ellos”. Una de las tesis centrales del pensamiento de Girard es que nos creemos originales y diferentes, pero no los somos. Deseamos los deseos del otro, deseamos lo deseado por el otro, pero somos ciegos a esta imitación. No es, por supuesto, una imitación deliberada, ni siquiera es inconsciente, es “osmótica”. Girard la llama “deseo mimético”.
En el marco de este esquema explicativo el antagonista, el perseguido, el contrincante funciona como un espejo y como un modelo. Girard nos hace notar algo -curioso para el análisis político, pero no para la literatura: a medida que escala el conflicto, los antagonistas se van pareciendo cada vez más entre ellos. Dado que la imitación ocurre como si fuese “por ósmosis”, sin mediaciones conscientes, los antagonistas miméticos no querrán reconocerla porque justamente desean la diferenciación. Para Girard esto no es contradictorio: queremos lo mismo, pero lo quiero yo.
Girard analiza “El Anti-Edipo” de Deleuze y Guattari; miremos nosotros bajo este esquema simbólico el anti-peronismo o el anti-neoliberalismo-o cualquier otra formulación “anti” que Ud. elija. Girard diría que funcionan como dobles y que su adicción a la antinomia es proporcional a su ceguera para ver la imitación. Otra de sus sugerentes ideas es que en las sociedades suelen aparecer figuras poderosas que representan tanto el caos, como la posibilidad de salir de él. Ese poder simbólico y ambivalente es atribuido -por los unos y los otros- tanto al peronismo como al neoliberalismo. Ambos tienen la capacidad de hundirnos en el caos y, a la vez, el poder para sacarnos de él. Girard dice “el conflicto es un sutil destructor de las diferencias”.
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Otro sistema de dobles identificable es el antagonismo entre “el ciudadano de a pie” y la clase política. Al culpar a los políticos de todos los males, implícitamente se les reconoce u otorga la total potestad para salvarnos. Es más, la historia reciente nos ha confirmado el reverso mimético de esta rivalidad con diversos dirigentes políticos culpando a los ciudadanos por algunas calamidades.
Por último, dice Girard: “La voluntad de poder es un coloso de pies de arcilla que se derrumba ante un adversario que se retira”. Nuevos líderes quizás puedan reconocer la matrix mimética en la que se piensan las estrategias electorales para poder emerger del callejón sin salida. Y de ese modo, ofrecer al deseo de poder un objeto que no sea solo vencer al otro ni la mera fascinación de apropiarse del objeto de deseo del otro.
* Dra. en Filosofía. Investigadora docente universitaria.