Sincronía fallida: abrir la puerta mientras se cierra la ventana
Mientras Milei anunciaba liberar el límite anual de US$ 36.000 para los freenlancers argentinos que cobran en moneda extranjera, el gobierno de Trump avanzaba con un impuesto de 1% para las remesas de dólares que salgan de EE.UU.
Hay un axioma no escrito sobre la sincronía económica argentina: cada vez que el gobierno resuelve un problema, el mundo conspira para crear otro. Esta semana, esa regla se confirma una vez más. Mientras Milei celebra la eliminación de las restricciones cambiarias para freelancers, desde Washington llega una noticia que amenaza con encarecer precisamente el mecanismo que usan para cobrar.
El timing nunca fue nuestro fuerte.
Los freelancers argentinos acaban de recibir una noticia que hasta hace poco parecía impensada: podrán ingresar todos los dólares que ganen en el exterior sin el corsé del cepo ni la obligación de pesificarlos. Se terminó el límite anual de USD 36.000 y la obligación de liquidar el excedente en el mercado oficial. Ahora, quienes exportan servicios podrán cobrar en cuentas en dólares, dentro del país, sin toparse con las restricciones que los habían empujado durante años hacia billeteras virtuales, criptomonedas o cuentas en Miami.
El cambio no es menor. Las estadísticas muestran que, apenas se liberan las trabas, los argentinos se vuelcan de lleno al dólar: en los primeros meses de 2025 las transacciones internas en moneda norteamericana crecieron un 357% interanual y los depósitos en cuentas en dólares aumentaron exponencialmente.
Esto no sorprende a nadie: cuando se les da la opción, los argentinos eligen ahorrar y cobrar en dólares, aunque sea para pagar el alquiler o los servicios cotidianos.
Pero la apertura local se encuentra con un obstáculo inesperado desde el país que más servicios digitales nos compra.
Impuesto a las Remesas del 1%
En Estados Unidos, bajo la presidencia de Donald Trump, avanza la implementación de un impuesto federal del 1% a las remesas que salgan del país. La medida, pensada inicialmente como castigo a inmigrantes indocumentados, terminará alcanzando a cualquiera que envíe dinero al extranjero a título personal: desde transferencias bancarias tradicionales hasta giros vía billeteras digitales como PayPal, Wise o Payoneer.
Es decir, el mismo camino que usan miles de argentinos para traer a casa lo que ganan con su trabajo remoto.
La paradoja es brutal: mientras Milei elimina un cepo que ahogaba a los trabajadores del conocimiento, su referente político en Washington instala un nuevo obstáculo. El presidente que promete "hacer a América grande otra vez" termina castigando precisamente el tipo de trabajo que no requiere fábricas, no contamina, y que Argentina puede exportar sin limitaciones geográficas.
Frente a este escenario, muchos argentinos buscan blindarse de otra manera. Y aquí aparece una tendencia más silenciosa pero creciente: la constitución de sociedades en Estados Unidos. No es secreto que los argentinos sobrepasan a sus pares sudamericanos en la creación de LLCs en Delaware, Florida o Wyoming, utilizadas tanto por freelancers individuales como por anfitriones de Airbnb o consultores digitales.
7 de cada 10 cuentas de bancos que abrimos en Estados Unidos son para emprendedores"
Más que un atajo fiscal, se trata de una estrategia de formalización: facturar como empresa en lugar de hacerlo a título personal, con acceso a cuentas corporativas y mayor previsibilidad jurídica.
"Trabajamos con clientes de toda la región, pero los argentinos siempre fueron mayoría, y en los últimos meses eso se aceleró exponencialmente. Hoy en día 7 de cada 10 cuentas de bancos que abrimos en Estados Unidos son para emprendedores y freelancers Argentinos", explica Andrew Schellhaas, cofundador de Fundarus, una firma estadounidense especializada en incorporación de empresas y cuentas bancarias en Estados Unidos para clientes latinoamericanos.
La distinción es clave: muchos freelancers todavía cobran por billeteras digitales a título personal, lo que pronto quedará alcanzado como remesa gravable. Las cuentas corporativas, en cambio, no se consideran de la misma manera bajo la nueva normativa estadounidense.
El Laboratorio de Supervivencia Global
El timing político vuelve a jugarle una mala pasada a la Argentina. Cuando el gobierno levanta una barrera, aparece otra, esta vez desde su principal aliado ideológico. Y en esa grieta temporal se define la vida cotidiana de miles de trabajadores que se mueven entre pantallas, contratos en inglés y la inestabilidad criolla.
¿Será este un paso hacia la normalidad económica o simplemente otro capítulo en la saga de parches y contradicciones que caracteriza la inserción argentina en el mundo?
Lo cierto es que, como tantas veces en la historia argentina, la sociedad parece ir un paso adelante de la política: recibe con alivio cada apertura, cada promesa de normalidad, pero ya tiene el plan B preparado en el cajón. En el país donde cada crisis obliga a reinventar el manual de supervivencia, no importa si sos freelancer, comerciante, jubilado o empleado—todos terminamos siendo especialistas en esquivar lo que viene.
La pregunta que queda flotando no es si los argentinos encontrarán la manera de adaptarse —siempre lo hacemos— sino cuánto tiempo más tendremos que seguir armando malabarismos entre regulaciones que cambian según el humor de presidentes ajenos, mientras el nuestro celebra victorias que duran lo que tarda en llegar la próxima complicación.
En esta partida de ajedrez permanente entre Buenos Aires y el mundo, los peones siguen siendo los mismos: los argentinos que trabajan, ahorran y planifican en un país que parece diseñado para complicarles la vida justo cuando las cosas empezaban a simplificarse.
No importa si cobrás en dólares por internet o vendés empanadas en la esquina. La sensación es la misma: cada vez que creés que finalmente encontraste la forma de vivir tranquilo, alguien, en algún lugar, está cambiando las reglas del juego.
*Ensayista político
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