Cómo es la huerta urbana que funciona en un estacionamiento del barrio de la Recoleta
Desde hace dos años, en un sector de la playa que alli se encuentra, Carlos Briganti armó una huerta de unos 350 metros cuadrados de superficie absorvente, La Margarita. El espacio forma parte del patio de comidas del centro de estudiantes de la carrera de Nutrición, quienes invitaron al reciclador a instalar y desarrollar este proyecto de agroecológía urbana. Cuáles son los cursos que se dictan los jueves y sábados en el lugar.
A escasos 50 metros del cruce de las calles Azcuénaga y Paraguay, en el que las sirenas de las ambulancias que llegan y salen del Hospital de Clínicas y sanatorios cercanos, la circulación permanente de autos y líneas de colectivos, y el paso de miles de estudiantes y vecinos que transitan a diario por esas cuadras, se encuentra un verdadero remanso de paz y tranquilidad.
Se trata de la huerta urbana La Margarita, un espacio creado por Carlos Briganti (@elrecicladorurbano) y su equipo de colaboradores en un sector de la gran playa de estacionamiento que funciona allí, lindero a los edificios de las facultades de Ciencias Médicas que se encuentran en esa manzana. Se trata, en definitiva, de un verdadero valle fértil en medio de una jungla de cemento y concreto.
En ese predio, en el que alguna vez se pensó para erigir allí una nueva sede del Hospital de Clínicas, Carlos es acompañado por un equipo de voluntarios, que oscilan entre las 40 y 60 personas, e instalaron –y mantienen– unos 350 metros cuadrados de superficie absorbente distribuidos entre tachos de 20 litros, cajones o en neumáticos, sobre el rígido pavimento del estacionamiento.
La huerta urbana es abierta al público, ya sean estudiantes, docentes y vecinos, y allí, además, se dictan cursos los jueves y sábados a partir de las 16. “Vienen muchas escuelas de la zona para conocer la huerta. Siempre les regalamos plantines”, aseguró.
Entre los cursos que se dictan en La Margarita, a través de la Escuela de Agroecología, figuran diferentes módulos, entre los que se destacan Cómo producir alimentos sobre cemento, de Reciclado y Medio ambiente, de Plantación, germinación y trasplante de especies, de Cuidado y cosecha de productos, y hasta de Técnicas de riego, según explicó Carlos en su charla con PERFIL. “Muchos vecinos traen sus desechos orgánicos que los utilizamos para el compost de la huerta”, contó el creador del espacio.
En este sentido, Briganti dijo que la apertura de La Margarita tuvo buena aceptación en el barrio. “Notamos que la gente tiene una gran necesidad de meter las manos en la tierra, de entender la naturaleza. Es una forma de recomponer el tejido social. Una huerta recompone el tejido social, abre la puerta a la interacción de los vecinos, y te hace meter las manos en la tierra, con todo lo que ello representa”, señaló Briganti.
“Lo que nosotros replanteamos es volver a habitar las urbanidades de forma diferente, y nosotros la particularidad que tenemos acá es que no aplicamos ningún tipo de veneno ni pesticida, trabajamos amigablemente la tierra, no le ponemos absolutamente nada, hay una simbiosis que se realiza acá entre lo que son las bacterias de la tierra y los ‘bichitos’ de afuera, los polinizadores y las aves que se ocupan de comer insectos. Acá el equilibrio es perfecto”, completó.
Sobre el desembarco de La Margarita en pleno corazón de Barrio Norte, Carlos afirmó: “Llegamos por la invitación del Centro de Estudiantes de Nutrición Independientes (VENI-UBA), que tiene su patio de comidas aquí. Ellos nos invitaron a instalar una huerta urbana, como la que teníamos en Solís al 1200”, explicó Briganti, creador e impulsor de la huerta, y fundador y docente de la Escuela de Agroecología Urbana. “En abril vamos a cumplir dos años”, agregó.
En relación con las especies que se pueden encontrar en La Margarita, Carlos aseguró: “Tenemos todo lo que encontrás en una verdulería. Desde un limonero, un mandarino, frutales, hasta plantas nativas y exóticas”.
“De todas maneras, es una huerta demostrativa. No la pensamos como una huerta de abastecimiento. Los productos que cosechamos los repartimos entre los voluntarios. Somos de la filosofía de que todo lo cosechado se vuelca hacia las personas que trabajan. El que trabaja tiene derecho a llevarse los plantines, la tierra, el compost y semillas. Esto es de todos. Es una forma de devolver un poco de lo que da esa persona que viene a dar una mano a la huerta. Siempre nos manejamos así”, explicó por último Carlos, antes de la sesión de fotos.
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