Tras arrastrar a su administración al borde de una crisis institucional con el Congreso de Brasil y su tribunal superior, el presidente, Jair Bolsonaro, aparentemente está cambiando de rumbo, prestando atención a los consejos de nuevos aliados e incluso de su predecesor.
Durante casi dos semanas, el presidente de extrema derecha ha dejado de lado su estilo beligerante para construir puentes con los principales legisladores y jueces del tribunal superior del país. Ante la pandemia de coronavirus que azota al país y una economía en colapso, los problemas legales que involucran al círculo íntimo de Bolsonaro lo han obligado a repensar su estrategia en un intento por proteger al Gobierno de crisis simultáneas, según funcionarios y legisladores de alto rango.
El nuevo estilo, denominado “paz y amor” por la prensa local, podría no durar mucho. Es principalmente una estrategia para capear la tormenta política creada por investigaciones autorizadas por el tribunal superior sobre el propio presidente, sus hijos y simpatizantes clave, según esas personas, algunas de las cuales solicitaron el anonimato ya que no están autorizadas a hablar en público.
Ante múltiples crisis, el presidente escucha más abiertamente a nuevos aliados de los partidos centristas, cuyos miembros incluyen algunos de los políticos brasileños con más experiencia, e incluso al expresidente Michel Temer. Luego de contactos esporádicos en los últimos dos meses, ya sea directamente o por medio de asistentes presidenciales, Bolsonaro llamó a Temer directamente cuando las relaciones con el tribunal superior se deterioraron.
“Reiteré lo que he estado diciendo en entrevistas, que su participación en manifestaciones para el cierre del Congreso y el tribunal superior no vale la pena, no agrega nada y solo causa problemas”, dijo el expresidente en una entrevista, y agregó que también aconsejó a Bolsonaro que confiara más en el Congreso para gobernar. “Espero que mi consejo haya ayudado”.
Si bien no está claro cuánto influyó esta conversación en su toma de decisiones, Bolsonaro ha tenido una serie de gestos conciliadores desde entonces. Nombró como ministro de Comunicación a Fabio Faria, un líder del grupo de partidos centristas. Durante su ceremonia de juramentación, Faria habló sobre un “armisticio patriótico” entre las tres ramas del poder. Rápidamente se convirtió en uno de los principales asesores del presidente y está ayudando a dar forma a su nuevo estilo, según una de las personas.
Bolsonaro se ha abstenido de presentarse en manifestaciones contra instituciones democráticas, intimidar a gobernadores que imponen cuarentenas durante la pandemia o enfrentarse con periodistas frente al palacio residencial en Brasilia. Las diatribas constantes contra el tribunal superior, una característica de su carrera política, también han desaparecido.
La oficina de Bolsonaro no hizo comentarios sobre esta nota, ni sobre la conversación con Temer.
Investigaciones que asfixian
Varias investigaciones se enfocan en Bolsonaro y su círculo íntimo, pero dos de ellas han impactado particularmente fuerte al Gobierno.
A finales de mayo, el tribunal superior inició investigaciones sobre algunos de los partidarios más radicales de Bolsonaro, acusados de difundir noticias falsas contra enemigos del Gobierno, amenazando la forma en que el presidente reúne su base. Tres semanas después, la policía detuvo a Fabricio Queiroz, un expolicía acusado de manejar negocios ilegales para uno de sus hijos en Río de Janeiro. Bolsonaro y su familia han negado repetidamente las acusaciones en ambos casos.
El presidente también se enfrenta a otra investigación por las acusaciones de su exministro de Justicia de que intentó interferir en la Policía federal. Entretanto, el Congreso se está moviendo para tomar medidas enérgicas contra las noticias falsas. De hecho, el Senado esta semana aprobó un proyecto de ley que impone reglas estrictas a empresas de redes sociales.
En un intento por reparar las relaciones con la corte superior, Bolsonaro forzó a uno de sus partidarios más vocales, el entonces ministro de Educación Abraham Weintraub, a renunciar después de repetidos enfrentamientos con jueces. Como reemplazo, la semana pasada nombró a Carlos Alberto Decotelli, quien sería el primer miembro negro del gabinete de Bolsonaro.
Si bien el nombramiento fracasó rápidamente tras revelaciones de inconsistencias en el currículum de Decotelli, lo que obligó a su renuncia el martes, la medida fue otro ejemplo de que Bolsonaro está intentando agregar voces más moderadas al gabinete.
Esta semana, Bolsonaro se unió a los líderes de ambas cámaras del Congreso, que habían estado en desacuerdo con él, en un evento para anunciar la extensión de los pagos de emergencia para los trabajadores informales durante la pandemia. El presidente dijo que la reunión era una “señal de que juntos podemos hacer mucho por Brasil” y los invitó a acompañarlo en sus viajes por el país.
Además, el jueves se reunió con el presidente de Argentina, Alberto Fernández, durante una cumbre virtual de Mercosur. El evento transcurrió sin confrontaciones entre los dos líderes, que hasta ahora habían tenido una relación tensa.
¿Cuánto durará?
Ahora la gran pregunta en Brasilia es cuánto durará esta tregua. A fin de cuentas, la estrategia claramente confrontacional de Bolsonaro no solo permitió que ganara las elecciones de 2018, sino que ha sido crucial para mantener una base de apoyo leal que ha mantenido su índice de aprobación por encima de un umbral de 30% en los últimos meses, incluso cuando llegó la crisis del coronavirus y colapsó la actividad económica.
Dos de las personas bajo anonimato y cercanas a Bolsonaro dijeron que no anticipan que el cese al fuego dure mucho. Uno de ellos, que comparte más las ideologías del presidente, dijo que Bolsonaro es un luchador que no puede ir en contra de su personalidad antagonista.