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Ahora Putin necesita un plan B para Irán y Siria

Se le atribuye al general iraní Qassem Soleimani, asesinado la semana pasada por un dron estadounidense en Bagdad, haber persuadido al presidente ruso Vladimir Putin de intervenir militarmente en Siria en 2015, declaración que el Kremlin niega. Sin embargo, independientemente de la verdad de esa historia en particular, la inevitable escalada después de la muerte de Soleimani tiene el potencial de cambiar la posición de Putin en la región.

vladimir putin gobierno
El 31 de diciembre de 1999 Boris Yeltsin renunció con una sorprendente elección sobre quién sería su sucesor: el exdirector del servicio de seguridad nacional. | AFP

Se le atribuye al general iraní Qassem Soleimani, asesinado la semana pasada por un dron estadounidense en Bagdad, haber persuadido al presidente ruso Vladimir Putin de intervenir militarmente en Siria en 2015, declaración que el Kremlin niega. Sin embargo, independientemente de la verdad de esa historia en particular, la inevitable escalada después de la muerte de Soleimani tiene el potencial de cambiar la posición de Putin en la región.

Al comentar sobre la muerte de Soleimani, el Ministerio de Defensa ruso elogió su "contribución indiscutible" en la derrota del Estado Islámico en Siria. El ministerio reconoció que organizó una resistencia armada al ISIS mucho antes de que Estados Unidos creara su propia coalición anti-ISIS. De hecho, si no fuera por el llamado Eje de Resistencia de Irán, que incluye a la milicia de Hizbulá en Líbano y otros grupos armados regionales, no habría tenido sentido que Rusia entrara en el conflicto sirio.

Hizbulá y las fuerzas iraníes dirigidas por Soleimani proporcionaron combatientes con el argumento de que Rusia no estaba dispuesta a proporcionarlos, apoyando así a las ensangrentadas y agotadas tropas del presidente sirio, Bashar al-Assad, para devolver la jugada a los enemigos de Assad, incluidas las Fuerzas Democráticas Sirias respaldadas por EE.UU. Para Putin era importante que Assad no estuviera solo. Si ese fuera el caso, sería más fácil de descartar que de respaldar.

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Algunos analistas han argumentado que siempre ha sido del interés de Rusia limitar el rol de Irán en Siria, porque el Kremlin no tiene control sobre Irán o Hizbulá. Ese argumento, sin embargo, supone que Rusia quiere el control. Putin, por su parte, nunca quiso ser dueño de la crisis siria, sino más bien apuntalar a las fuerzas dispuestas a considerar los intereses económicos y militares de Rusia antes que los estadounidenses. Eso significaba mantener el status quo —desde Moscú, el Eje de Resistencia, no solo el régimen de Assad, era el status quo. Alexander Zasypkin, embajador ruso en Líbano, dijo esto en una entrevista de marzo de 2019:

"Lo diré directamente: la influencia iraní en el régimen sirio no debe restringirse. Existe una alianza fuerte e inquebrantable entre Damasco, Teherán e Hizbulá. Permanecerá así en el futuro".

Al mismo tiempo, diplomáticos rusos y el propio Putin han evitado llamar a Irán un aliado ruso. Para ellos, era simplemente la parte central de un acuerdo geopolítico que no querían reemplazar con uno pro-EE.UU. Esa es una distinción importante. Una alianza se define por compromisos mutuos. Pero cuando se trata del régimen iraní, Putin ha evitado cualquier tipo de compromiso serio. En un intento por establecerse como mediador de Medio Oriente en lugar de ser parte de uno de los campos de guerra de la región, ha cooperado con el archienemigo de Irán, Israel, y con Turquía, cuyas ambiciones regionales a veces chocan con las de Irán.

La muerte de Soleimani no cambia nada sobre este básico panorama. Todo lo que Rusia se siente obligada a hacer es ofrecer sus condolencias —como hizo el ministro de Relaciones Exteriores, Sergey Lavrov, con su homólogo iraní Mohammad Javad Zarif—, expresar preocupación —como lo hizo Putin con el presidente francés Emmanuel Macron—, y mantener su cooperación militar con el sucesor de Soleimani, Esmail Ghaani. Putin no respaldará ningún intento iraní de represalias.

Sin embargo, tendrá que reaccionar si Irán toma represalias y la situación se sale de control. El analista militar ruso Pavel Felgenhauer incluso ha comparado el asesinato de Soleimani con el asesinato del archiduque Fernando en Sarajevo en 1914, el evento que desencadenó la Primera Guerra Mundial. Un posible escenario que describió fue un ataque iraní contra Israel y una respuesta israelí contra las fuerzas y apoderados iraníes en Siria, que podría poner en peligro a las tropas rusas. Putin ha planeado una visita a Israel este mes; evitar un conflicto en Siria será uno de los temas clave de sus conversaciones con el primer ministro Benjamín Netanyahu.

A nivel estratégico, una mayor escalada entre Irán y EE.UU. podría perturbar el equilibrio geopolítico por el que Rusia intervino en Siria para mantener. Eso es algo que Putin quiere evitar con la ayuda de los líderes europeos. Además de hablar con Macron, invitó a la canciller alemana, Angela Merkel, a visitar Rusia el próximo fin de semana y uno de los temas en la agenda es Irán.

Sin embargo, Putin no puede descartar la posibilidad de una guerra a gran escala entre EE.UU. e Irán, una guerra que el régimen iraní no puede ganar. En tal situación, Putin necesitaría un reemplazo para el Eje de Resistencia en Siria, algún tipo de acuerdo que hiciera que fuera innecesario para él enviar más tropas, pero que evitara un cambio de régimen amistoso con EE.UU., permitiendo así que Rusia mantenga sus bases militares.

Las opciones de Putin para tal acuerdo se limitan actualmente a trabajar con Turquía, el único otro actor fuerte en la región que no es un firme aliado de EE.UU. El miércoles, Putin visitará Ankara para reunirse con el presidente Recep Tayyip Erdogan. Tendrán temas más urgentes que discutir que la inauguración de un nuevo ducto de gas natural. Aunque Rusia y Turquía se han enfrentado en lados opuestos del conflicto civil en Libia, Putin y Erdogan tienen una capacidad comprobada para trabajar juntos. El año pasado, los dos cooperaron cuando Erdogan lanzó una operación militar contra los kurdos ubicados en Siria.

El hecho de que Erdogan sea el único plan B posible de Putin no es un buen augurio para Assad. El presidente turco preferiría que se fuera, y si cesa el apoyo iraní, es más probable que Putin busque un compromiso con Erdogan que seguir apoyando a Assad. Irónicamente, el gobernante sirio seguro está rogando fervientemente por que los iraníes no cometan alguna imprudencia.