En 2004, las autoridades del sur de China ordenaron el sacrificio de miles de civetas, un mamífero parecido al gato que ha sido catalogado como transmisor del SARS a los humanos. En ese momento, China estaba en medio de una ofensiva contra el comercio de vida silvestre, un gran negocio que suministra gatos exóticos a restaurantes, escamas de pangolín para medicinas tradicionales y mucho más. Los mercados chinos de animales salvajes, que alguna vez fueron un elemento urbano fijo, iban a ser cosa del pasado.Infortunadamente, no fue así. En 2016, agentes estimaron que la cría legal de animales “salvajes” para mercados y botiquines era un negocio de casi US$75.000 millones y que empleaba a unos 14 millones de personas.
Ahora, el surgimiento de una pandemia global cuyo origen se cree radica en un mercado húmedo de Wuhan ha llevado al Gobierno a intentarlo nuevamente: recientemente prohibió el comercio y el consumo de animales salvajes, incluidos aquellos criados en granjas. Es una orden que agrada a la multitud, pero que está destinada al fracaso gracias a una serie de poderosas demandas culturales y económicas.Durante siglos, los chinos han adoptado ingredientes raros y exóticos, como la vida silvestre, para la alimentación y la medicina. Algunas personas los incluyen en platos inusuales y sofisticados; otros los utilizan para mostrar riqueza o para honrar a los invitados. Los adherentes a la medicina tradicional atribuyen cualidades curativas particulares a los órganos o fluidos de ciertas especies. Se cree, por ejemplo, que la bilis de oso funciona como antiinflamatorio.El acceso a tales productos estuvo históricamente limitado a los ricos y poderosos. Pero a fines de la década de 1970, las reformas económicas de China brindaban a los agricultores la oportunidad de vender productos en los mercados comerciales, justo cuando una clase media emergente podía costearlos. Para la década de 1990, los lujos que antes eran inalcanzables se habían vuelto accesibles. El consumo pronto se disparó.Este crecimiento venía de la mano con graves problemas. Nadie sabe qué proporción de la demanda animal de China se satisface con la caza furtiva, pero ha contribuido claramente al peligro de especies en todo el mundo. Entretanto, las condiciones en las granjas de animales salvajes de China a menudo son insalubres e inhumanas, y durante mucho tiempo han preocupado a los científicos que se enfocan en la búsqueda de nuevas pandemias.Por todas estas razones, el Gobierno todavía considera la cría de vida silvestre como una importante industria rural, digna de financiamiento estatal. En noviembre, justo un mes antes de que los médicos de Wuhan comenzaran a alertar, un diario estatal en la provincia de Jiangxi publicó un artículo que elogiaba la cría calificándola de “industria del amanecer” para millones de agricultores. Destacaba a los hogares que “se dirigían hacia la prosperidad” con la cría de civetas, mapaches, ciervos, ardillas y otros animales salvajes. En otras partes de China rural, la cría a gran escala de todo, desde serpientes hasta ranas toro, fue, hasta febrero, ampliamente celebrada por el Gobierno.La prohibición (por ahora) ha puesto fin a estas operaciones, así como a los millones de empleos que derivaban de ellas. También parece haber frenado la demanda de consumo de animales salvajes. Pero una disminución de la demanda no es un cese. A medida que se vaya borrando el recuerdo de la pandemia, el consumo de vida silvestre se recuperará, tal como sucedió después de la epidemia de SARS. Si no hay comercio legal, el mercado negro probablemente se atreverá a satisfacer la demanda. Los animales “salvajes” ya están reapareciendo en los mercados húmedos de China. Un nuevo plan del Gobierno, que consiste en ofrecer incentivos fiscales para la venta de vida silvestre en el extranjero, difícilmente será de ayuda.Con el inminente fracaso de esta última ofensiva, China debería invertir a largo plazo en regulaciones y ejecución para poner fin a los peores aspectos del comercio de vida silvestre. Una buena oportunidad surgirá más adelante este año cuando el Gobierno actualice su Ley de Vida Silvestre que ya tiene 30 años. El primer paso debería enfocarse en establecer una distinción legal entre las poblaciones criadas en cautividad y las salvajes, y luego imponer severas sanciones penales por comercializar las salvajes. Del mismo modo, China debería actualizar y expandir su antigua lista de especies protegidas, excluir a las protegidas del comercio legal y finalmente limpiar los mercados húmedos donde usualmente venden tales productos.Un desafío mayor es la definición de una cadena de oferta rastreable de la vida silvestre criada en cautividad. Sin esto, es probable que los científicos nunca logren rastrear la génesis de patógenos emergentes u otros peligros, y mucho menos distinguir entre animales salvajes y aquellos criados en cautividad. Se están probando tecnologías como cadena de bloques e identificadores de radiofrecuencia en operaciones ganaderas tradicionales en todo el mundo. China debería experimentar con soluciones similares para rastrear el comercio de vida silvestre que es a menor escala pero altamente lucrativo.Por supuesto, ninguna de estas medidas es tan satisfactoria a nivel emocional como una prohibición. Sin embargo, a diferencia de la caótica regulación que resultó en el coronavirus, es más probable que eviten que un patógeno se disperse de manera desenfrenada.