En 1960, Corea del Sur tenía una tasa de fertilidad total de más de seis hijos por mujer, lo suficientemente alta como para causar una explosión demográfica. Pero a medida que el país se desarrolló, este número disminuyó de década en década.
Un país necesita una tasa de fertilidad de aproximadamente 2,1 —un poco más de un hijo por padre— para mantener la estabilidad de la población a largo plazo. La fertilidad de Corea del Sur es ahora de cerca de la mitad de esta cifra, y sigue cayendo. La oficina de estadísticas del país informó que, en 2018, la tasa de fertilidad cayó a un mínimo histórico de 0,98 —mucho más bajo incluso que en países como Japón, cuya tasa es superior a 1,4.
Esto significa que Corea del Sur se dirige hacia un choque demográfico. Aunque la población del país ha aumentado debido a mayores tasas de natalidad en las generaciones anteriores, un efecto conocido como impulso poblacional, se espera que se revierta tan pronto como el próximo año. Durante el próximo medio siglo, a menos que algo cambie, la población de 51 millones podría disminuir en una tercera parte.
La pregunta es si esta rápida contracción perjudicará la economía de Corea del Sur. Matemáticamente, es posible que los países sufran una disminución de la población mientras se enriquecen per cápita. Esta ha sido la experiencia de Japón, cuya población se ha reducido paulatinamente desde 2008.
La peor disputa Japón-Corea del Sur en décadas está lejos de solucionarse
Entonces, si las personas pueden seguir enriqueciéndose, ¿por qué es importante el tamaño de la población? La respuesta, en resumen, es que el envejecimiento de la población tiende a hacer que los países sean menos productivos. Las personas mayores se jubilan, lo que significa que ya no contribuyen mucho a la producción económica, lo que frena el crecimiento de la producción per cápita. Y a medida que crece la proporción entre jubilados y trabajadores, cada trabajador tiene que invertir más dinero, tiempo y esfuerzo para ser el apoyo de una creciente legión de ancianos.
La caída de la población también puede afectar la cantidad de empresas que desean invertir en un país. Las empresas desean producir bienes y servicios cerca de donde viven sus clientes, por lo que cuando el tamaño absoluto de un mercado nacional comienza a reducirse, se reduce el incentivo para construir nuevas oficinas y fábricas allí. En los últimos años de la década de 1990, Japón invirtió alrededor de 30% de su producto interno bruto, pero esa cifra ahora se ha reducido a cerca de 24%. Aunque algunas inversiones pueden ser inútiles, una inversión más baja a menudo es la escena anterior a una reserva reducida de capital y un nivel de vida más bajo a largo plazo.
Una población que envejece también puede reducir el crecimiento de la productividad. Una vez que los trabajadores han pasado los 45 años, su productividad comienza a decaer, posiblemente porque son más lentos para adaptarse a las condiciones cambiantes del negocio. Un documento de 2016 de economistas del Fondo Monetario Internacional sugería que el envejecimiento podría ser una razón para la desaceleración de la productividad en Europa. Otro artículo reciente, de los economistas Nicole Maestas, Kathleen Mullen y David Powell, reveló que los estados de EE.UU. con poblaciones más ancianas experimentan un crecimiento más lento en el PIB per cápita. Los economistas de Moody’s Analytics hallaron resultados similares.
El verdadero responsable de la nueva realidad coreana
Por lo tanto, un mundo en donde abundan las canas también será uno donde los estándares de vida crecen más lentamente. desafortunadamente, no hay políticas conocidas que puedan elevar sustancialmente las tasas de natalidad. Como lo ha documentado el economista Lyman Stone, ofrecer incentivos financieros para el parto y brindar cuidado infantil gratuito tiene apenas un efecto modesto.
Así, la inmigración se convierte en la principal opción para la estabilidad de la población. En teoría, Corea del Sur podría compensar la disminución de la población si recibiera inmigrantes de la vecina China u otras naciones. Para países con una fertilidad solo ligeramente por debajo de la tasa de remplazo, como Estados Unidos o Francia, esta estrategia es factible. Pero para Corea del Sur, la cantidad de inmigración necesaria para mantener la estabilidad de la población sería extravagante —tanto como un tercio de la población total del país tendría que ser inmigrantes o sus descendientes dentro de cinco décadas. No está del todo claro que la población nativa toleraría un aumento tan rápido de la diversidad, especialmente en un país que tiene pocos antecedentes de inmigración.
Existe un problema más fundamental con la estrategia de inmigración: no puede funcionar para todo el mundo. Las tasas de fertilidad están cayendo en la mayoría de los países. La población en edad de trabajar en China, que podría ser la principal fuente de inmigración para Corea del Sur, se está reduciendo en millones cada año. La de India seguirá el mismo patrón. Incluso en África, donde se pronostica la mayor parte del crecimiento de la población mundial durante el próximo siglo, se está produciendo una transición hacia la baja fertilidad:
A la larga, esto significa que la oferta de inmigrantes potenciales se agotará. Y, a corto plazo, el crecimiento de la población en los países pobres y la disminución de la población en los países ricos enlentecerá la disminución de los índices de pobreza en el mundo.
Por lo tanto, a menos que se descubran políticas nuevas y efectivas para aumentar las tasas de natalidad, la población en muchas naciones disminuirá en edad, y países como Corea del Sur liderarán el camino. Esto significa que se avecina una nueva era de crecimiento lento y una mayor dependencia. Gobiernos, economistas y empresarios deben comenzar a planificar para un mundo que envejece. Deben idear formas de utilizar con mayor eficacia los talentos de las personas mayores, aumentar la automatización, brindar servicios a las personas mayores de manera más eficiente, reducir los costos de salud y rediseñar los sistemas pensionales para que sean financieramente sostenibles. La ola gris probablemente no se puede detener, pero la raza humana tendrá que encontrar formas de hacer frente.