La producción industrial alemana registró en abril su peor descenso en casi cuatro años y el banco central del país realizó una evaluación sombría de la situación económica, lo que sugiere una caída persistente en la mayor economía de Europa.
Las fábricas están en el centro de la desaceleración de la región, ya que los conflictos comerciales, el debilitamiento de las ventas de automóviles y el enfriamiento de la demanda mundial afectan a las exportaciones. Aquello preocupa a las autoridades del Banco Central Europeo, que temen que la debilidad se extienda a otras áreas de la economía de la zona del euro, donde el sector de servicios hasta ahora ha tenido que apuntalar la demanda.
El presidente del BCE, Mario Draghi, resumió la frágil situación el jueves tras anunciar nuevas medidas para apoyar el crecimiento y se comprometió a hacer más si es necesario:
“El tema clave es: ¿cuánto tiempo puede estar aislado el resto de la economía de un sector manufacturero que sigue siendo débil? Creo que eso es lo que el Consejo de Gobierno tenía en mente cuando dijeron que están listos”.
Las autoridades monetarias han tenido muy pocas buenas noticias a las cuales aferrarse recientemente. Si bien algunas mediciones de confianza han mejorado, las encuestas apuntan a un crecimiento moderado y un indicador de mercado sobre expectativas de inflación se desplomó a un mínimo histórico.
La expansión en Alemania y la eurozona fue más fuerte de lo esperado a principios de año, pero se proyecta que el ritmo bajará este trimestre. Para todo el año, los economistas estiman un crecimiento de 1,2% en el bloque, lo que supone una disminución frente al 1,9% de 2018 y el desempeño más débil desde 2013.