La estrella jurídica que derribó a un grupo de políticos corruptos y líderes empresariales en Brasil está de vuelta en la cacería.
El nuevo desafío para Sergio Moro es probar sus acusaciones contra Jair Bolsonaro, incluso si eso significa la posible destitución de otro presidente brasileño. Como uno de los favoritos del público, cualquier ambición política que albergue para las próximas elecciones en 2022 puede depender de si demuestra que no ha mentido.
Moro abandonó una carrera de 22 años como juez federal para convertirse en ministro de Justicia y uno de los miembros de más alto perfil del Gobierno de Bolsonaro cuando llegó a la presidencia a principios de 2019. Renunció el 24 de abril, acusando públicamente a Bolsonaro de intentar interferir con las investigaciones policiales al despedir al principal policía del país, alegaciones que el presidente desestimó como infundadas.
Quince meses después de su primera incursión en la política, Moro, de 47 años, dejó el gobierno profundamente desilusionado, dijeron dos personas familiarizadas con su pensamiento que pidieron no ser nombradas por tratarse de asuntos personales.
“Le debía la verdad a la población brasileña. No era mi intención perjudicar al Gobierno”, dijo Moro en respuestas escritas a las preguntas. “El resultado de estas revelaciones no está bajo mi control”.
Moro ahora necesitará todas las habilidades que adquirió durante su tiempo como juez a cargo de la llamada investigación de corrupción Lava Jato, la cual le ganó la atención del público. Desde que la Corte Suprema otorgó permiso a los fiscales federales para investigar sus reclamos, se ha dedicado por completo al caso, trabajando con sus abogados y poniéndose a disposición de los investigadores en su casa en la ciudad sureña de Curitiba. Al mismo tiempo, Moro está siendo investigado por difamación por la Oficina del Fiscal General, por sus acusaciones contra el presidente.
Crisis política
En un testimonio de ocho horas ante los fiscales el sábado, el exjuez amplió sus acusaciones de intromisión presidencial en la policía federal. Según documentos judiciales filtrados a la prensa, describió cómo Bolsonaro le pidió que también reemplazara al jefe de policía regional a cargo de Río de Janeiro, el estado donde el presidente comenzó su carrera política y donde algunas investigaciones policiales podrían involucrar a su familia.
La oficina de prensa de Bolsonaro no respondió a una solicitud de comentarios para este artículo.
Si bien la destitución de Bolsonaro del cargo puede parecer difícil, la partida de Moro desencadenó una crisis política que obligó al presidente a buscar el respaldo de los legisladores de los partidos centristas, muchos de ellos involucrados en acusaciones de corrupción. Ahora están exigiendo cargos en el Gobierno para proteger al presidente de procedimientos de juicio político.
Incluso aliados del presidente, incluidos miembros del ejército, han expresado su respeto por el exjuez, aunque muchos desaprueban su decisión de abandonar el Gobierno en tales circunstancias.
“Me entristece ver que la asociación entre Moro y la administración de Bolsonaro se deshace por razones que aún no se han aclarado”, dijo el general retirado Paulo Chagas, quien sigue siendo cercano a los miembros activos de las Fuerzas Armadas y es una voz muy respetada en el ejército de Brasil. “Bolsonaro debería haber mostrado más respeto por lo que Moro representaba”.
Mafia siciliana
Descrito como muy discreto por un amigo político que habló bajo condición de anonimato, Moro tiene una figura sin pretensiones, evitando un gran séquito y manteniendo solo un pequeño grupo de seguridad. Su falta de ostentación esconde una carrera estelar, pero insinúa los riesgos de adoptar una posición de tan alto perfil contra la corrupción oficial.
Ya como juez federal de poco más de 20 años, participó en el Programa de Instrucción de la Escuela de Derecho de Harvard en el verano de 1998. Asistió al Programa de Visitantes Internacionales 2007 organizado por el Departamento de Estado de Estados Unidos, con visitas a agencias e instituciones a cargo de prevenir y combatir la corrupción y el lavado de dinero. En 2017, recibió un premio de la Universidad de Notre Dame por sus esfuerzos para preservar la “integridad de la nación a través de su aplicación firme e imparcial de la ley”.
En un discurso de graduación en Notre Dame al año siguiente, Moro habló de su orgullo de que su hija asistiera a la escuela de derecho en Brasil y se refirió a la influencia en él del juez italiano Giovanni Falcone, quien se enfrentó a la mafia siciliana. La mafia todavía existe en Sicilia, pero ya no tiene el mismo poder que antes. “Lo más importante”, agregó, “la impunidad ya no es la regla”.
El año pasado, un constante flujo de revelaciones del sitio web The Intercept mostró que Moro parecía guiar las manos de los fiscales para asegurar una condena contra el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva. Moro negó cualquier irregularidad.
Profundamente avergonzado
Moro renunció a su puesto en el gabinete después de varias batallas dentro del Gobierno, incluida su campaña para aprobar un proyecto de ley anticrimen que fue ampliamente diluido antes de convertirse en ley a fines del año pasado. Si bien las derrotas impuestas por los legisladores no debilitaron su determinación de continuar en el Gobierno, se sentía cada vez más incómodo con las decisiones presidenciales que lo debilitaban, según personas familiarizadas con su pensamiento.
Otro factor que erosionó la relación fue la política del presidente sobre la pandemia de coronavirus. Moro estaba profundamente avergonzado por la postura de Bolsonaro contra el mantenimiento del aislamiento social para minimizar las infecciones y su apoyo a las manifestaciones populares contra las instituciones democráticas, dijo una de las personas.
Si bien dejó el cargo desilusionado, la naturaleza de su partida y su condición de una de las celebridades más populares en Brasil significa que la especulación sobre su futuro político es inevitable. Lo más tentador es la perspectiva de una carrera presidencial en 2022, probablemente contra Bolsonaro.
Moro evita esa conversación y dice que “la especulación solo me ha hecho daño hasta ahora, primero como juez y luego como ministro”. En cambio, ahora está examinando ofertas de universidades y empresas privadas para trabajar como profesor de derecho o consultor de seguridad y cumplimiento, dijeron las personas. Pese a su esfuerzo por evadir el tema, los partidos políticos brasileños tienen sus puertas abiertas para tratar de atraerlo a su lado.
Sin placer
Moro es muy consciente de su potencial en las urnas, según su amigo. Su capital político es aún más fuerte porque es reconocido como el hombre que puso al expresidente Lula tras las rejas.
“Moro tiene dos opciones: unirse a un bufete de abogados y dar conferencias, o convertirse en candidato presidencial. No hay mucho en el medio”, asegura José Nelto, líder del partido Podemos en la Cámara Baja del Congreso. Señala que el exjuez enfrentó la furia del ala izquierda por la Operación Lava Jato, y ahora se enfrenta a la ira de la extrema derecha que respalda a Bolsonaro.
Así como Podemos tiene la esperanza de una afiliación con Moro, también la tiene el Partido Novo. “Cuando se trata de combatir la corrupción, él está alineado con nosotros”, afirma Paulo Ganime, el líder de la Cámara Baja del partido.
Mientras tanto, debido a que tenía acceso a información confidencial y no se le permite conseguir un trabajo de inmediato, Moro continuará recibiendo su salario ministerial de alrededor de 30.000 reales (US$5.370) al mes durante los próximos seis meses.
Denunciar a Bolsonaro no le dio placer a Moro, según las dos personas cercanas a él. Pero sintió que necesario explicar claramente sus razones para renunciar, y sería peor encubrir este tipo de información. Cuando sus amigos le preguntaron sobre cualquier arrepentimiento, dijo que este periodo era importante para obtener experiencia sobre el tipo de obstáculos que puede enfrentar en su lucha contra la corrupción.
“Seguí fiel a los compromisos que hice, en particular al objetivo de fortalecer las instituciones para combatir la corrupción”, dijo Moro en sus respuestas a las preguntas. “No me arrepiento de nada”.