Parece que el miércoles será un momento decisivo en la historia. El lanzamiento programado en la tarde de una cápsula Dragon de SpaceX sobre un cohete Falcon 9 desde Cabo Cañaveral a las 16.33 (hora de Florida ) marcaría la primera vez que un vehículo privado pone en órbita a astronautas.
Elon Musk, el multimillonario empresario espacial y director ejecutivo de Tesla Inc., fundó SpaceX en 2002. Si el lanzamiento tiene éxito —el mal tiempo podría posponerlo hasta el sábado—, sería el mayor logro de la compañía hasta la fecha. Musk espera permitir la colonización de Marte. Llevar a dos astronautas a la Estación Espacial Internacional sugiere que su gran ambición podría ser más que un sueño imposible.
Incluso si no, será un momento decisivo en la comercialización del espacio. De repente, el turismo espacial parece plausible. Si SpaceX puede volar a astronautas desde Florida hasta el laboratorio en órbita, ¿por qué no podría llevarnos a usted y a mí, pronto, a un restaurante en órbita para cenar sobre la atmósfera?
Durante años, Estados Unidos ha estado comprando viajes al espacio desde Rusia, gastando US$3.500 millones en 52 viajes desde 2011. En lugar de recurrir a Rusia, la NASA ahora dependerá de naves espaciales del sector privado. Para muchos estadounidenses, esto será un impulso necesario de orgullo.
Hace medio siglo, EE.UU. envió a Neil Armstrong y Buzz Aldrin a la luna, en parte con el objetivo de vencer a la Unión Soviética en la carrera espacial. En el apogeo de la Guerra Fría, la competencia con la URSS proporcionó un principio de organización para los esfuerzos estadounidenses en el espacio, y una notable cantidad de recursos gubernamentales se utilizaron en el esfuerzo. En su apogeo a mediados de la década de 1960, la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio gastaba US$7 de cada US$1.000 de ingresos nacionales.
Después de haber vencido a la Unión Soviética, EE.UU. carecía de un objetivo claro y el programa espacial se desvió. En 2011, el programa del transbordador espacial fue terminado. El lanzamiento de SpaceX marcará un renacimiento, la primera vez que los astronautas vuelan al espacio desde EE.UU. en casi una década.
En estos años salvajes, EE.UU. forjó gradualmente una nueva relación de exploración espacial entre el Gobierno y el sector privado. En 2004, dos años después de que Musk fundara SpaceX, una comisión presidencial concluyó que las empresas deberían desempeñar un papel más importante que nunca. “En las decisiones de la NASA, la opción preferida para las actividades operacionales debe ser otorgar contratos competitivos con organizaciones privadas y sin ánimo de lucro”, escribió la comisión.
También definió un papel más limitado para la agencia espacial estadounidense. “El papel de la NASA debe limitarse solo a aquellas áreas donde hay una demostración irrefutable de que solo el Gobierno puede realizar la actividad propuesta”, dijo.
Con las riendas de gran parte de la actividad espacial entregadas a intereses comerciales, la última década ha visto una explosión de inversión en gran cantidad de empresas. En un documento de 2018, el economista Matthew Weinzierl registró el auge de compañías con “acceso espacial” que envían personas al espacio, compañías de “teledetección“ que proporcionan imágenes de la tierra, “hábitats y compañías de estaciones espaciales” que proporcionan instalaciones seguras para turismo, investigación y empresas manufactureras y “más allá de la órbita terrestre baja” que se centran en la minería de asteroides, la fabricación espacial y la colonización de la luna y Marte. Weinzierl hace la lista de varias docenas de compañías, incluida SpaceX.
Weinzierl informó que la inversión en empresas emergentes del sector espacial aumentó a aproximadamente US$2.500 millones por año en 2015 y 2016 desde menos de US$500 millones anuales durante la década de 2000. El financiamiento a menudo proviene de empresarios como Musk, que son lo suficientemente ricos como para absorber los altos costos fijos necesarios para ingresar al mercado de comercio espacial.
El lanzamiento de esta semana con una tripulación aumentará el interés comercial en el espacio y potenciará las fuerzas del mercado que ya están activas. La información sobre las preferencias de los consumidores y la industria deberá agregarse. La voluntad de pagar por el comercio espacial debe determinarse. Los recursos y el capital deben asignarse a sus mejores usos. La innovación debe ser fomentada. Solo los mercados pueden construir un sector comercial en el espacio.
Se necesitarán inversionistas y empresarios. Buscarán las enormes ganancias prometidas por el comercio espacial, pero también deberán tolerar enormes riesgos. Si Musk tiene éxito hoy, el riesgo que enfrentan bajará un nivel.
De hecho, la competencia es una historia de fondo para el éxito de hoy. En 2014, la NASA adjudicó contratos tanto a SpaceX como a Boeing. En diciembre, un error de tiempos en su vuelo de debut obligó a la cápsula Boeing Starliner a incumplir una cita con la Estación Espacial Internacional. Boeing intentará ponerse al día, manteniendo la presión sobre SpaceX. Blue Origin, fundada en 2000 por el multimillonario director ejecutivo de Amazon.com Inc., Jeff Bezos, es otro competidor notable que trabaja para crear vehículos de lanzamiento reutilizables para reducir el costo del acceso al espacio.
Incluso si el sector privado desempeña un papel más importante en el espacio, los Gobiernos deben proporcionar normas y estructura básicas. La política pública en el espacio ultraterrestre está en pañales. Por ejemplo, los desechos espaciales en la órbita de la tierra podrían imponer daños significativos a la propiedad privada. Debe tratarse, tal vez asignando derechos de propiedad o gravando los mismos. Y con la órbita terrestre baja en manos del sector privado, la NASA debería sentir una presión cada vez mayor para lograr objetivos más plausibles fuera del alcance del comercio, como aterrizar en asteroides y colonizar Marte.
El triste telón de fondo de este logro histórico es la pandemia de coronavirus que ha cobrado la vida de cientos de miles de personas en todo el mundo y devastado economías de muchos países, incluida la de EE.UU. El fin de la retirada estadounidense de una década del espacio es como un rayo de luz que atraviesa esa nube oscura. Y cuando esa nube sea un recuerdo lejano, el logro de SpaceX aún estará con nosotros.
El comercio está llevando a EE.UU. de vuelta a las estrellas.