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Emmanuel Macron se pone su chaleco amarillo

El presidente de Francia ha sido presa de la misma maldición que afectó a sus predecesores en la última década: protestas furiosas por reformas económicas necesarias y una decreciente popularidad.

Emmanuel Macron 11122018
El presidente de Francia, Emmanuel Macron. | Bloomberg

Si pensaba que Emmanuel Macron era demasiado tecnócrata, solo se convencerá en parte con su intento de pasar a ser un chaleco amarillo.

El presidente de Francia ha sido presa de la misma maldición que ha afectado a todos sus predecesores en la última década: protestas furiosas por reformas económicas necesarias y una decreciente popularidad. A pesar de su sólido comienzo como una nueva fuerza en la política francesa respaldada por un movimiento popular, Macron ha optado por una respuesta familiar después de varios fines de semana de disturbios de los “gilets jaunes”.

Al dirigirse a la nación el lunes por la noche, ofreció bonos, recortes y una promesa de cambiar su forma de liderazgo al estilo de Júpiter. Un alza del salario mínimo y un bono navideño pueden sofocar la violencia de algunos de los “chalecos amarillos”, pero no harán mucho por la reputación de Macron como reformador y buen europeo.

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Habría sido una tarea digna de Zeus para Macron satisfacer todas las demandas del nebuloso pero violento movimiento de protesta que sorprendió a su administración por completo. Retractarse de un aumento planificado al impuesto a los combustibles no fue suficiente. La última promesa de derrochar unos 11.000 millones de euros (US$12.500 millones) en donaciones presupuestarias, según el diario Les Echos, combinada con una respuesta policial más fuerte a la violencia, parece mejor diseñada para satisfacer a los manifestantes con preocupaciones específicas sobre cómo llegar a fin de mes. Nunca podría vencer a quienes protestan, pero debería hacer que otros piensen dos veces antes de ponerse el chaleco de nuevo antes de las fiestas de fin de año.

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Sin embargo, es poco probable que el discurso de Macron aumente su popularidad. Fue pregrabado y estuvo lleno de frases que podrían haber venido de presidentes anteriores de la Quinta República, como De Gaulle. No hará que el antiguo ejecutivo bancario de Rothschild parezca más cercano a los dos tercios de los franceses que lo consideran "arrogante".

Pero hablar sobre su renuncia o la disolución de la Asamblea Nacional es demasiado prematuro. Macron mantiene una mayoría parlamentaria y las protestas no han provocado un estancamiento nacional hasta el momento. Mientras tanto, sus oponentes en la extrema izquierda y la extrema derecha aún tienen que encontrar una causa común o cooptar con éxito a los “gilets jaunes”.

La promesa de un mayor gasto y un enfoque populista de base amplia llamará la atención en otras capitales europeas, especialmente en Roma, que adorará la nueva disposición de Macron de acabar con los límites de déficit impuestos por Bruselas. Pero todavía existe una gran posibilidad de que la Comisión Europea y los titulares de deuda soberana den a Francia el beneficio de la duda.

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El déficit debía estar cerca del 3 por ciento del PIB el próximo año antes de volver a caer por debajo del 2 por ciento; probablemente será aproximadamente medio punto porcentual más alto ahora, según la prensa francesa. Si ese es el precio de proteger las reformas anteriores de Macron, simplemente vale la pena, según el economista del Bank of America-Merrill Lynch Gilles Moec.

Pero la pregunta más importante es si el fuego del impulso reformista de Macron se ha extinguido con los “chalecos amarillos”. La inexperiencia y la complacencia de su gobierno significa que el capital político se está utilizando para asegurarse de que sus primeras reformas no se deshagan. La reorganización del mercado laboral de Macron no es nada: el economista de UBS Félix Huefner ve paralelos con las reformas alemanas de Gerhard Schroeder a principios de la última década, que se encontraron con protestas, pero impulsaron las exportaciones y la economía.

Y, sin duda, los inversores y los líderes empresariales estarán encantados de ver a Macron aferrarse a temas como un reducido impuesto a la riqueza y recortes de impuestos corporativos. Sin embargo, es difícil ver cómo sus planificadas reformas de pensiones y privatizaciones pueden llevarse a cabo en 2019 sin una mayor resistencia. Al tratar de salvar a su presidencia del colapso, Macron ha puesto el pie en los frenos. Puede que nunca vuelva a pisar el acelerador.

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.