Durante una conferencia de prensa realizada el miércoles por la noche sobre el brote de coronavirus, el presidente Donald Trump afirmó que Estados Unidos está "totalmente preparado" para responder a una enfermedad que aparentemente se propaga a nuevos países todos los días.
Esa es una audaz afirmación que se pondrá a prueba de inmediato, y podría volverse en contra de la administración. De hecho, el primer desafío importante surgió poco después de sus declaraciones, cuando los Centros para el Control de Enfermedades revelaron el primer contagio en EE.UU. que no está vinculado a algún viaje a China u otro caso conocido. Si hay uno de esos casos, es probable que haya más.
En ese contexto, el instinto del presidente de minimizar la amenaza —incluso cuando los expertos que lo acompañaban fueron más moderados— y su disposición a intercambiar críticas con rivales políticos, como la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, son especialmente problemáticos. Al menos, en la conferencia reconoció que el riesgo del virus podría aumentar, lo cual es un avance, y su decisión de poner al vicepresidente Mike Pence a cargo de la respuesta puede hacer que las cosas sean menos caóticas.
Una retórica muy poco mejorada y un nuevo encargado de la respuesta al virus distan muchísimo de que EEUU esté “totalmente preparado”.
Trump y sus funcionarios hicieron algunas cosas bien en la conferencia. Alentaron a las personas a tomar medidas que podrían prevenir la propagación del virus, como lavarse las manos y quedarse en casa cuando estén enfermos. Es posible que estas medidas no parezcan importantes, pero realmente reducen la propagación del virus, y el hecho de que el presidente alentara esas medidas es significativo. Se reconoció la posibilidad de cuarentenas, así como la necesidad de apoyar financiera y logísticamente las respuestas estatales y locales a cualquier aumento en los contagios.
Pero no se hizo referencia a los detalles sobre cuándo podría ser necesario imponer cuarentenas, o las razones por las que distan tanto entre sí las estimaciones del Congreso y la Casa Blanca sobre la necesidad de financiamiento para emergencias, o la posible necesidad de nuevas prohibiciones de viaje. Si Pence quiere demostrar que está a la altura de la tarea de liderar la respuesta, la prioridad debe ser entregar más detalles sobre estos fundamentales temas. Mientras tanto, incluso pese a que Trump describió la posible amplitud de las acciones en curso, pareció minimizar la urgencia. "Sí tenemos planes a una escala mucho mayor", dijo. Pero "no creo que lo necesitemos".
La aparente preferencia de Trump por minimizar la amenaza del virus también surgió amenazadoramente con su reiterado énfasis de que solo había 15 casos confirmados en EE.UU., sin contar a los estadounidenses repatriados. El presidente lo atribuyó a su rápida decisión de prohibir a los viajeros provenientes de China. Pero otra causa es que EE.UU. ha sido extremadamente lento para evaluar de manera generalizada la enfermedad debido a su limitada capacidad y débiles pautas de los CDC. Como lo deja en claro el misterioso caso recientemente revelado, la administración no sabrá realmente si el virus se está propagando ampliamente o no podrá responder de forma adecuada hasta que EE.UU. realice pruebas mucho más generalizadas.
La conferencia de prensa del miércoles fue el intento del presidente por calmar a los mercados y al país, pero es poco probable que el virus coopere. La administración tendrá que reemplazar las palabras por medidas concretas.