Dos semifinales de la Champions League, dos equipos ingleses que remontaron una desventaja de 0-3 para llegar a la final del máximo torneo de fútbol de Europa y un enfoque financiero poco ortodoxo.
El martes, Liverpool goleó al Barcelona 4-0 y revirtió una derrota 0-3 en el partido de ida. El miércoles fue el turno de Tottenham Hotspur, que logró una remontada en la segunda parte para quedarse con la victoria 3-2 contra el Ajax. Con ello el resultado global fue 3-3 y los Spurs avanzaron a la ronda decisiva gracias a una mayor cantidad de goles anotados en condición de visitante.
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El éxito de ambos equipos va contra una de las costumbres del deporte. En lugar de gastar más que sus rivales para fichar a los mejores jugadores, sus estrategias se han caracterizado por la distribución astuta de capital y la construcción estable y constante de un equipo.
Los equipos ingleses tienen mayor poder financiero que la mayoría de sus rivales continentales, dadas las mayores regalías que obtienen por acuerdos televisivos, pero también tienen la famosa capacidad de gastarlo todo. Alan Sugar, otrora dueño del Tottenham, habló en su momento del "efecto jugo de pasa", los equipos de fútbol gastarán todo en jugadores, sin importar cuánto dinero ganen. "Entra por un lado y sale por el otro", comentó a la BBC en 2015.
Liverpool y Tottenham han sido mucho más cautelosos. En los nueve años transcurridos desde que Fenway Sports Group compró el Liverpool en 300 millones de libras (US$390 millones), el dueño del equipo de béisbol Boston Red Sox instauró una disciplina rigurosa en términos de balance. Su desembolso neto para adquirir nuevos jugadores se ha mantenido sin mucha variación, pese a que los ingresos se han duplicado con creces.
El cuadro se ha vuelto adepto a entender cuáles futbolistas vender y cómo reinvertir lo recaudado, algo que sabe muy bien el Barcelona. La compra del mediocampista brasileño Philippe Coutinho el año pasado, procedente del Liverpool, elevó la recaudación por transferencias del equipo inglés en el año fiscal 2018 a 105 millones de libras. Esos fondos compensan las adquisiciones del defensor estrella Virgil van Dijk y el arquero Alisson Becker, cuyas actuaciones dominantes la noche del martes fueron ayudaron a eliminar al gigante español del campeonato.
El Tottenham ha sido incluso más frugal. Mientras el Liverpool gastó un promedio neto de 42 millones de libras al año en transferencias de jugadores desde que convirtió en parte de FSG en 2010, el equipo londinense desembolsó solo 3,9 millones de libras. Si bien ambos han asegurado que los costos salariales crezcan a un ritmo más lento que las ventas en ese período, el Tottenham lo ha hecho con mayor éxito, ya que los redujo de 56 por ciento de los ingresos en 2011 a 39 por ciento en 2018.
Compare eso con el archirrival del Liverpool, Manchester United, que fue eliminado de la Champions League en los cuartos de final. El gasto salarial ha superado al crecimiento de las ventas y el desembolso neto para transferencias promedió 78 millones de libras anuales, casi el doble de lo que gastó el Liverpool.
El Manchester United fue eliminado de la Champions League en los cuartos de final pero gastó casi el doble que el Liverpool.
Esto no quiere decir que el despilfarro financiero sea necesariamente una estrategia perdedora. Financiado por parte de la realeza emiratí, el Manchester City, vigente campeón inglés y actual líder de la Premier League, ha pagado más del doble en transferencias que el Liverpool y el Tottenham juntos: el gasto neto bordeó los 838 millones de libras en ocho años. Eso ha facilitado armar un plantel numeroso que puede competir en múltiples torneos. Aún así, fue eliminado de la Champions por el Tottenham y batalla punto a punto con el Liverpool por el campeonato nacional.
La frugalidad extrema del Tottenham tiene un motivo particular: la necesidad de financiar un nuevo estadio. A raíz de eso sus pasivos financieros netos se han quintuplicado con creces desde 2011. Por lo tanto necesita conservar efectivo para financiar los costos crediticios del recinto, inaugurado el mes pasado. La esperanza es que un estadio más grande y moderno genere mayores ingresos recurrentes por partido que puedan en definitiva ser reinvertidos en la plantilla y así lograr éxitos sostenibles.
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No será un resultado rápido o certero. La inversión significativa ha dejado a la escuadra hasta ahora con un plantel más pequeño que hace más difícil competir por la Premier League. Liverpool descartó construir un nuevo estadio hace unos años y esa decisión parece dar frutos. Habría demandado una deuda considerable, que a su vez habría reducido el gasto en la plantilla. No obstante, la decisión podría limitar el potencial de ingresos recurrentes, con lo cual las finanzas del club son más vulnerables a campañas más discretas.
Lo que refleja todo esto es que gastar mucho no es un requisito previo para ganar. Los aficionados tiene todo el derecho de elogiar el éxito de los equipos en el campo de juego y los dueños merecen loas por su perspicacia fuera de él.
Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.
CP