No se sabe qué pasará en Venezuela ahora que el presidente interino Juan Guaidó ha llamado a los militares y a los ciudadanos a las calles. Lo que sí está claro, en cambio, es que no es un golpe de estado.
No parece así con base en el primer cubrimiento noticioso. "Trump apoya intento de golpe de estado en curso en Venezuela", dice un titular típico de Politico. CNN dice "Golpe de estado en Venezuela" (luego lo cambió por "levantamiento" en su sitio web). Los titulares concuerdan con los mensajes erróneos del régimen de Nicolás Maduro. Como tuiteó el ministro de Información del país, el evento es un pequeño grupo de traidores intentando un golpe de estado.
Todo esto está mal por una variedad de razones. Para empezar, la insatisfacción en Venezuela parece llegar a niveles mucho más altos de los que el gobierno quiere admitir. Un ejemplo: de acuerdo con una fuente cercana al gobierno interino de Guaidó, el martes en la mañana, los soldados que custodiaban la casa de Leopoldo López le dijeron que podía irse. El antiguo líder de la oposición había estado bajo arresto domiciliario desde julio de 2017.
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López soportó una de las peores prisiones de Venezuela. Maduro se aseguró de volverlo un ejemplo. Los soldados que lo liberaron estaban desafiando una de las órdenes más importantes de Maduro.
Funcionarios estadounidenses y del gobierno interino de Venezuela también han dicho que en los meses recientes ha habido comunicaciones extraoficiales entre el equipo de Guaidó y los líderes militares. La planeación para el levantamiento del martes estuvo en curso durante meses.
En público, Guaidó ha presionado a la Asamblea Nacional para adoptar medidas que ofrezcan amnistía a los militares que no hayan participado en crímenes violentos. En privado, la oposición y los militares han logrado socavar el bloqueo de Maduro a las comunicaciones electrónicas —entregando mensajes personalmente y organizando reuniones—. Es por eso que Guaidó pudo dirigirse al país el martes por la mañana desde una base militar aérea sin ser herido o capturado.
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De hecho, Guaidó mismo es la otra razón principal por la que la rebelión en Venezuela no es un golpe: el presidente interino, reconocido por EE.UU. y otra docena de países, tiene legitimidad democrática. Maduro es el responsable de estos eventos. En Mayo de 2018, Maduro ganó unas supuestas elecciones que ningún observador externo serio consideró libres o justas. Su segundo periodo empezó el 10 de enero, que es cuando la Corte Suprema de Venezuela en el exilio dictaminó que Maduro había excedido su autoridad al quedarse en el poder después de su periodo legítimo en el cargo.
En últimas, el 10 de enero inició una secuencia de eventos que terminaron con la invocación de Guaidó de una cláusula en la constitución de Venezuela que convierte al líder de la Asamblea Nacional en presidente interino cuando la presidencia está vacante.
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Comparemos el respeto de Guaidó por el estado de derecho con el de Maduro. Desde que la oposición ganó una mayoría en la Asamblea Nacional en 2015, Maduro ha deslegitimado la institución, reemplazándola con un órgano de emergencia creado inicialmente para cambiar la constitución. Maduro también ha despedido las cortes, arrestado a sus oponentes y asumido más poder. Mientras tanto, ha empeñado al país con préstamos de China y Rusia, y le ha permitido a Cuba llenar los niveles más altos de sus servicios de seguridad e inteligencia.
Guaidó y sus partidarios ahora están intentando salvar al país del mal gobierno de Maduro. Si los militares cumplen esta semana y logran sacar a Maduro del poder, Guaidó ha prometido preparar rápidamente a Venezuela para elecciones reales. No es un golpe antidemocrático. Es una misión de rescate de la democracia.