Muchos la consideran un ancla de estabilidad en un período cada vez más incierto, un símbolo de unidad frente a la división, una monarca cuyo sentido del deber y moral son eternos. Sin embargo, la reina Isabel II puede representar un Reino Unido que ya no existe. Cuando asumió el trono en 1952, solo siete años después de la victoria del Reino Unido en la Segunda Guerra Mundial, la memoria colectiva del imperio aún era reciente. Ahora, con 93 años de edad, la monarca británica que más tiempo lleva en el trono es testigo de nuevas presiones. A medida que el Reino Unido desenreda una relación de casi medio siglo con la Unión Europea, el país está sufriendo un período prolongado de agitación.
La situación
La reina sigue siendo enormemente popular en su país: más del 75% de los británicos está a favor de la monarquía, y casi 9 de cada 10 aprueban la forma en que hace su trabajo, según encuestas de Ipsos Mori de 2016. El atractivo de la familia real se ha renovado y modernizado por los nietos de la reina, el príncipe Guillermo y el príncipe Harry (quien se casó con Meghan Markle, una actriz estadounidense de raza mixta, en 2018).
Esta nueva generación proporcionó una distracción para un país polarizado por el referéndum de 2016 para salir de la UE, que expuso inquietudes sobre la inmigración y la globalización. Los votantes ahora se identifican por su posición a favor o en contra del brexit de la misma forma que con cualquiera de los principales partidos políticos, por lo que la reina es, para algunos, un baluarte contra la creciente falta de confianza en las instituciones que aseguraron la paz y la prosperidad durante generaciones.
Un artículo del periódico The Guardian de 2017 que detalla planes secretos del Gobierno durante los días posteriores a su muerte explicó la preocupación: “La reina se acerca al final de su reinado en un momento de máxima inquietud por la posición del Reino Unido en el mundo”.
El contexto
Elizabeth Alexandra Mary Windsor nació en 1926 y se convirtió en reina a los 25 años tras la muerte de su padre, Jorge VI. Reinó durante la transición del racionamiento de la posguerra al nacimiento de Londres como centro financiero mundial, y ese estatus ahora está amenazado por el brexit. Si bien carece de poder político -su papel es simbólico como jefa de Estado y de la Iglesia de Inglaterra- recibe sesiones informativas semanales en el Palacio por parte del primer ministro del momento (el primero fue Winston Churchill; Boris Johnson, el 14º).
Ella también es jefa de la Commonwealth de 53 naciones, una asociación flexible de antiguos territorios británicos. En Canadá, Australia e incluso en el Reino Unido ha habido oleadas periódicas para convertir el país en una república, donde impere el reinado del pueblo. Una de ellas se produjo después de la muerte de la princesa Diana en 1997, la venerada ex esposa del príncipe Carlos, el hijo mayor de la reina y primero en la línea de sucesión al trono.
La percepción de que mostró tarde su dolor por el fallecimiento de la princesa generó interrogantes públicas sobre la capacidad de la familia real para relacionarse con el pueblo y por los costes de su mantenimiento, aunque la familia se considera un importante atractivo para el turismo. Se estima que la fortuna personal de la reina es de alrededor de US$420 millones, según el índice de multimillonarios de Bloomberg.
El argumento
Para los republicanos, la reina es el símbolo supremo de un sistema de clases pasado de moda y fuera de lugar en el mundo moderno. (Todavía hay otras 10 monarquías constitucionales en Europa). A medida que el brexit enfrenta al Reino Unido a un futuro incierto, la pregunta que comienza a emerger es si sus herederos verán una división de la nación cuando ella ya no esté.
Con su eterna compostura y pura longevidad (pocas personas vivas recuerdan un país previo a su reinado), la monarca es para muchos británicos una fuerza unificadora que ayuda a definir quiénes son. Sin embargo, es Charles, de 71 años de edad y considerablemente menos popular que su madre, quien podría tener que ayudar a mantener el país intacto ante las amenazas contiuas a su integridad.
El Reino Unido está compuesto por cuatro naciones constituyentes, pero solo dos, Inglaterra y Gales, votaron a favor de abandonar la UE en el referéndum de 2016. Escocia e Irlanda del Norte salen en contra de su voluntad.
Esto ha vuelto a poner en la agenda una repetición del referéndum sobre la independencia de Escocia en 2014, lo que avivó muestras de nacionalismo en Inglaterra e incluso agitó la perspectiva de una reunificación irlandesa. Hasta ahora, incluso los nacionalistas de Escocia quieren retener a la reina como Jefa de estado en un país independiente, pero esa política podría no sobrevivir con un rey Carlos en el trono.