Cuando Shinzo Abe asumió su cargo hace seis años, habría sido impensable que los dirigentes de China desplegaran una alfombra roja para él. El primer ministro japonés puede dar gracias al presidente estadounidense Donald Trump por el cambio.
Abe viaja a Pekín esta semana para celebrar los 40 años de un tratado de paz y amistad entre las potencias asiáticas, que tienen una larga historia de enemistad debido, en parte, a las invasiones coloniales japonesas de China y las atrocidades cometidas durante la Segunda Guerra Mundial. Se reunirá con el presidente chino Xi Jinping el viernes como parte de la primera visita bilateral de un jefe de Estado japonés en siete años.
El lento mejoramiento de las relaciones entre ambos vecinos se aceleró cuando ambos fueron blanco del ataque de Trump dirigido al comercio. Si bien la alianza de Japón con los Estados Unidos mantiene al país ligado a Washington con relación a la mayoría de las cuestiones geopolíticas, Abe se ha volcado a impulsar los lazos económicos con China -su mayor socio comercial. Xi, a su vez, ve en Japón una manera de mitigar el riesgo de una guerra comercial con los Estados Unidos.
“La cooperación económica y comercial es el contrapeso y el eje de la relación China-Japón, lo que constituye la piedra angular para la confianza política mutua”, dijo la semana pasada el vocero del Ministerio de Comercio chino, Gao Feng.
Abe se apresta a llevar una delegación de negocios integrada por 500 personas para hablar sobre la cooperación en otros países, en cumplimiento de la promesa realizada durante la visita del premier chino Li Keqiang a Japón en mayo. Ambas partes intentarán volver a poner en marcha una estructura de swap de divisas inactiva desde 2013 y avanzar posiblemente hacia un acuerdo sobre préstamos de pandas gigantes, según informaciones aparecidas en los medios.
Ambos impulsan, asimismo, una conclusión rápida de la Asociación Económica Regional Integral, un pacto comercial que involucra a 16 países en Asia-Pacífico. El South China Morning Post informó este mes que Pekín también tiene intenciones de incorporarse al sucesor del Acuerdo Transpacífico, que Japón se esforzó por concretar cuando Trump se retiró.
En un discurso ante el parlamento este miércoles, Abe se comprometió a llevar la relación con China a un nivel más alto con visitas regulares de los dirigentes y por medio de la cooperación empresarial.
“No hemos resuelto nuestros problemas con Japón”, dijo Gui Yongtao, profesor asociado de la Facultad de Estudios Internacionales de la Universidad de Pekín, que se especializa en la relaciones sino-japonesas. “Pero han perdido prioridad en comparación con el riesgo estadounidense. Seguimos sin saber que sucederá con la política estadounidense hacia China”.
Pese a toda esta buena voluntad, la optimización de los lazos enfrenta barreras históricas enormes, ninguna tan importante en la actualidad como las disputas territoriales.
Las tensiones estallaron en 2012 -el año en que Abe asumió- cuando Japón compró parte de una cadena deshabitada de islotes del Mar de la China Oriental disputada con Pekín, lo que desató protestas en algunos casos violentas en China y llevó las relaciones posiblemente a su nivel de mayor hostilidad desde la Segunda Guerra Mundial. En Japón se conoce a las islas como Senkaku y en China como Diaoyu.
Las cuestiones territoriales son un motivo importante por el cual el pueblo japonés tiene una de las opiniones más negativas con respecto a China, según Pew Research Center. Si bien la impresión de Japón sobre China ha mejorado desde la crisis de 2012, gracias en parte al turismo, los japoneses mantienen su recelo.