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"Neoliberal" no debería ser una mala palabra

La liberalización del mercado en India y China parece haber precipitado un cambio hacia un crecimiento más rápido, a la vez que el comercio y los vínculos de inversión con los países ricos ayudaron considerablemente a estos y otros países en desarrollo. Galería de fotos

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Dependiendo a quién se le pregunte, el término "neoliberal" puede aplicarse a cualquiera, de Ronald Reagan a Barack Obama. En las redes sociales el término se ha convertido en una broma constante, con encuestas irónicas en Twitter para determinar quién es el "infiltrado número 1 del neoliberalismo" (el ganador del año pasado no fue otro que su servidor).

Sin embargo, al menos un economista ha articulado una visión coherente del neoliberalismo: Brad DeLong, un profesor de la Universidad de California en Berkeley que trabajó con el Departamento del Tesoro durante la administración de Bill Clinton. En 1999, DeLong escribió que una combinación de la liberalización del mercado en los países en desarrollo y una apertura comercial en los países ricos permitiría a los países pobres del mundo acabar con siglos de pobreza.

El plan parece haber funcionado. La liberalización del mercado en India y China parece haber precipitado un cambio hacia un crecimiento más rápido, a la vez que el comercio y los vínculos de inversión con los países ricos ayudaron considerablemente a estos y otros países en desarrollo:

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Estos cambios ayudaron a sacar a millones de personas de la pobreza absoluta, y miles de millones más van camino a convertirse en clase media.

Mercados emergentes, el negocio de la década en China

No obstante, el plan neoliberal de DeLong tenía un vacío enorme. Si bien el mundo en desarrollo empezó a salir adelante, EE.UU. empezó a encontrarse con una variedad de problemas económicos. La estancación de los salarios, la movilidad social reducida y el aumento en la desigualdad social erosionaron las bases de la sociedad del Nuevo Pacto que sostuvieron a la clase media estadounidense durante la segunda mitad del siglo XX. EE.UU. se resistió a la nacionalización de su sistema de salud, y el resultado fue un pesado híbrido público-privado que permitió que los costos se multiplicaran y dejó a algunas personas sin seguro. Como si fuera poco, la desregulación financiera llevó a una crisis y a una enorme y larga recesión en casi todo el mundo desarrollado.

Ahora, DeLong está listo para tirar la toalla. En una reciente entrevista, declaró que los defensores de izquierda de las políticas neoliberales en EE.UU. se equivocaban al pensar que encontrarían un aliado político en el centro-derecha. El plan siempre fue amortiguar el impacto del comercio internacional y y relajar las regulaciones a las empresas mediante programas gubernamentales como el cuidado de la salud universal y una red de seguridad social robusta, para asegurarse de que la clase trabajadora no se quedara atrás. Sin embargo, argumenta DeLong, los republicanos rechazaron ese arreglo, e insistieron en que el neoliberalismo quedara libre de su variedad de fundamentalismo del libre mercado: "Barack Obama llega a la oficina con la política de cuidado de la salud de Mitt Romney, la política climática de John McCain, la política tributaria de Bill Clinton... [pero] John Boehner, Paul Ryan y Mitch McConnell [eran] los líderes del partido republicano, y... decidieron sobre tierra quemada[.]".

Como resultado, DeLong declaró que los neoliberales de la vieja guardia deben pasar la batuta a la izquierda política.

No todos están dispuestos a absolver a DeLong tan fácilmente. En Boston Review, un panel de economistas escribe que el neoliberalismo malinterpretó tanto las políticas como la política. Sus diversas sugerencias para las políticas postneoliberales incluyen incrementar el poder de la mano de obra con mayor sindicalización y juntas salariales, regulación más fuerte a la industria financiera y restricciones al comercio para proteger a los trabajadores estadounidenses. Mike Konczal, del Instituto Roosevelt, hace eco de su evaluación.

Muchas de estas ideas son buenas. pero al rechazar el neoliberalismo como concepto, los críticos van muy lejos.

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En primer lugar, el progreso en el mundo en desarrollo ha sido impresionante –algo por lo que el neoliberalismo probablemente merece mucho crédito–, pero ciertamente no está completo; la mayor parte del Sur de Asia sigue siendo muy pobre y la mayor parte de África apenas está empezando a industrializarse. Limitar los flujos de comercio e inversión con esos países sería una grave abdicación a las responsabilidades internacionales y humanitarias de EE.UU.

Segundo, las políticas neoliberales pueden haber acelerado el crecimiento de la productividad en la década de 1990 y principios de 2000:

Contrario a la creencia popular, los salarios también crecieron durante ese periodo. A menudo se atribuye el crecimiento de la época al auge de las tecnologías de la información, pero ese auge no habría sido posible si EE.UU. hubiera regulado más estrictamente las industrias emergentes para favorecer a las del momento. Vale la pena señalar que Europa Occidental y Japón, cuyas políticas fueron poco menos neoliberales que las de EE.UU., terminaron produciendo relativamente pocas compañías tecnológicas nuevas y no lograron alcanzar los niveles de ingresos per cápita de EE.UU. desde 1990.

Finalmente, aunque los errores económicos en EE.UU. han venido de la derecha política en las últimas décadas, también es posible para la izquierda cometer grandes errores, no solo en los países pobres. Alemania padeció un desempleo alto en las décadas de 1980 y 1990, debido a sus rígidas regulaciones al mercado laboral; eventualmente suavizó las restricciones, lo que a su vez disminuyó considerablemente la tasa de desempleo. Suecia tenía un sistema taxativo muy progresivo, pero retrocedió la redistribución en 1990 para acelerar el crecimiento. Francia también se ha visto obligado a limitar sus ambiciones de redistribución y regulación cuando produjeron inestabilidad económica y desaceleraron el crecimiento. EE.UU. necesita un respaldo neoliberal para asegurarse de protegerse contra ese tipo de salidas en falso.

Por ende, las ideas neoliberales siguen siendo necesarias. Un movimiento hacia la democracia social debería ayudar a corregir mucha de la desigualdad que ha surgido en EE.UU., a la vez que a arreglar industrias disfuncionales como el cuidado de la salud y las finanzas. No obstante, los neoliberales de izquierda como DeLong seguirán siendo necesarios para restringir los impulsos sociales más ambiciosos de los demócratas, a fin de proteger al sector privado emprendedor de la economía estadounidense y para garantizar que no se olvide el progreso tecnológico y el comercio internacional.