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Parece que inversionistas gustan de AMLO cuando olvidan quién es

No es probable que el nuevo presidente de México, a diferencia de su homólogo estadounidense, sea evaluado según el desempeño de los mercados. Estos últimos están bien, excepto cuando Andrés Manuel López Obrador se comporta como siempre ha dicho que lo haría.

Room to Lend?
Room to Lend? | Bloomberg

No es probable que el nuevo presidente de México, a diferencia de su homólogo estadounidense, sea evaluado según el desempeño de los mercados. Estos últimos están bien, excepto cuando Andrés Manuel López Obrador se comporta como siempre ha dicho que lo haría.

El líder de izquierda puede atribuirse el mayor repunte bursátil a nivel mundial durante sus seis semanas como presidente, pero él sabe que no lo eligieron para eso. Hace un par de décadas que los inversionistas financieros de México han obtenido ganancias decentes, el problema es la economía. El estándar de vida para la mayoría de los mexicanos apenas ha avanzado en ese período y es una de las razones por las cuales AMLO arrasó en las elecciones de julio pasado.

Desde entonces ha sido un viaje lleno de baches para los mercados, donde el nuevo mandatario es considerado peligroso si avanza con su ya conocida agenda, pero inofensivo cuando se le puede persuadir de no hacerlo. No obstante, no todos los inversionistas lo ven así. Algunos sostienen que la lenta economía y la enorme desigualdad --la peor entre los 35 miembros de la OCDE-- dejan mucho margen para que AMLO mejore las cosas. Eso permitiría que tanto la ciudadanía como los inversionistas extranjeros compartan un pastel más grande.

En los días posteriores a la votación, AMLO repitió su promesa de dar prioridad a los pobres y dijo las palabras correctas desde el punto de vista del mercado. Prometió respetar el capital privado y mantener un control estricto sobre el gasto público. Los inversionistas suspiraron de alivio, luego celebraron y olvidaron rápidamente todo lo que el presidente defendió en sus siete meses de campaña y sus cuatro décadas de carrera política.

Sin embargo, un par de meses después recibieron un par de recordatorios.

Se registró un desplome en octubre cuando AMLO, entonces presidente electo, desechó un proyecto aeroportuario de US$13.000 millones en Ciudad de México, una iniciativa que había criticado durante todo el año, y sucedió otro en noviembre cuando su partido puso en el tapete las altas comisiones que cobran los bancos mexicanos. Los ánimos se calmaron recién en diciembre cuando el jefe de Estado anunció un presupuesto 2019 ortodoxo y llegó a un acuerdo con los tenedores de bonos del aeropuerto.

¿Gastador?

AMLO habla como un gran gastador. Entre los proyectos por los cuales hizo campaña y ha ratificado tras su victoria se cuentan una refinería de US$8.000 millones en su estado natal de Tabasco y el denominado Tren Maya que conectará cinco estados sureños, en su mayoría empobrecidos. También prometió encontrar otros US$8.000 millones para aumentar las pensiones y las becas para los estudiantes.

Con varias economías latinoamericanas que aún sufren los efectos secundarios que generaron los presupuestos abultados, esas medidas ponen nerviosos a los inversionistas. "El principal desafío es hacer espacio para estas medidas y al mismo tiempo adherirse a un régimen fiscal general que inspire confianza del mercado", comentó Sergi Lanau, economista jefe adjunto en el Instituto de Finanzas Internacionales.

Eso es lo que hizo AMLO con el presupuesto 2019, al menos en el papel, al prometer un superávit de 1 por ciento del PIB, en línea con sus antecesores conservadores. El mandatario asegura que puede equilibrar los gastos con el ahorro propiciado por la baja de los salarios públicos y una ofensiva contra la corrupción, aunque muchos economistas se muestran escépticos.

"El objetivo es tener crecimiento económico" y se puede lograr "sin déficit, sin deuda, sin impuestos", declaró el presidente a El Financiero Bloomberg TV la semana pasada. Luego envió a Nueva York al secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, para entregar un mensaje similar a los inversionistas: no habrá imprudencia en la búsqueda del crecimiento.

Esto puede ser buenas noticias en Wall Street, aunque quizás no tanto entre sus votantes. Urzúa indicó que la economía podría expandirse alrededor de un 2,5 por ciento este año, el extremo superior del rango previsto en su presupuesto, y eso es lo que también proyecta el FMI. Está en línea con el promedio mexicano durante el último cuarto de siglo, algo que AMLO lamentó públicamente y tildó de fracaso.

Si va a subir el listón, AMLO necesita encontrar algo de efectivo. El crédito privado podría ayudar. México registra menos acceso a bancos que sus pares, con pocos préstamos para los hogares o las empresas.

Así que hay potencial para financiar parte del crecimiento de esa manera. El gobierno de AMLO se unió a banqueros la semana pasada para promover una paquete orientado a potenciar los préstamos y el financiamiento de capital.

No obstante, la ruta del dinero barato permanece bloqueada por el Banco de México, famoso por su independencia y su línea dura en los últimos años, lo que se hizo más evidente en 2018 al elevar la tasa de interés real al tiempo que AMLO pasaba de ser líder de las encuestas a presidente electo y luego a mandatario en ejercicio.

AMLO tendrá aliados en la junta de la autoridad monetaria: envió los nombres de dos nominados al Congreso para su aprobación la semana pasada. Aunque aún serán una minoría, es probable que pongan más énfasis en el crecimiento, algo que el país no ha visto mucho últimamente.