Los terremotos políticos pueden causar muchos estragos. Así que después de que las agitadas elecciones nacionales de Brasil catapultaran a un colérico derechista al centro de la escena política, decidí echar un vistazo a los daños. Aunque algunos amigos y familiares estaban desesperanzados, casi todos los demás con los que hablé parecían gratamente sorprendidos, por no decir entusiasmados, por la victoria de Jair Bolsonaro en la primera ronda. El exparacaidista del Ejército desconcertó a los expertos al derrotar a sus 12 rivales en la primera ronda de votación y ayudar a impulsar a la legislatura hacia la derecha dura. Bolsonaro está muy cerca de ganar la segunda vuelta el 28 de octubre.
Mi amigo Guilherme, que vende equipos a la industria petrolera, dijo que se sentía aliviado, mientras que Alex, un corredor, estaba "eufórico". Un juez del tribunal laboral que conozco celebró la posibilidad de librar a Brasil del izquierdista Partido de los Trabajadores “y toda su ideología política y económica”. Por primera vez en meses, mi amigo Andre, un abogado, ya no hablaba de mudarse a Portugal. Cabe destacar que todos estos "bolsonaristas" son adinerados y con altos niveles de educación; provienen de la élite de Río de Janeiro, y sus hijos asisten a las mejores escuelas privadas.
Conozca el nuevo poder demográfico de Brasil, los nuevos pensantes populistas, que ya no tienen miedo de ser calificados de derechistas y han encontrado su voz.
La mayoría se consideran personas de libre mercado y moderados políticos tolerantes. En cualquier otro momento, podrían haberse acercado a candidatos de centro-derecha, como el clásico liberal económico João Amoêdo y el favorito del mercado, el subestimado exgobernador de São Paulo Geraldo Alckmin. Sin embargo, la crisis arrasó con el punto intermedio y las posibilidades de Alckmin, haciendo que los votantes moderados optaran por un populista de ultraderecha que se vuelve loco por las armas de fuego y los días de los generalísimos, y está decidido a volver a enderezar a Brasil.
El conservadurismo solía ser kriptonita para los políticos brasileños. "Hasta ahora, tanto el izquierdista Partido de los Trabajadores como el Partido Social Democrático que han sido dueños de la política tenían la misma lectura del pasado, un amplio pacto democrático que compartía valores sociales, abarcaba los derechos humanos y consideraba el período militar una dictadura”, dijo Fernando Schuler, profesor de política de Insper, una escuela de negocios en São Paulo. "Ese pacto terminó en 2014, con la reelección de la líder del Partido de los Trabajadores Dilma Rousseff y sus políticas económicas estatistas que llevaron al estancamiento".
Sí, Bolsonaro atrajo votos de todos los sectores sociales, desde las favelas de Río hasta las pampas occidentales. Sin embargo, lo más sorprendente es su éxito entre la clase más alta de Brasil, el 10 por ciento privilegiado que controla más de la mitad de la riqueza nacional. Encuestas previas a las elecciones mostraron que ningún candidato disfrutaba de un apoyo más profundo entre los votantes blancos (37 por ciento) y entre las personas con los ingresos más altos (51 por ciento) y la mejor educación (43 por ciento). Su mensaje también resonó en las regiones del sur, las más desarrolladas y, de manera contundente, entre los votantes de 35 años o menos. En contraste, el candidato con la segunda mayoría, Fernando Haddad, exalcalde de São Paulo del Partido de los Trabajadores, solo tuvo el apoyo de las regiones pobres del noreste del país y las familias más pobres. Ni siquiera las mujeres brasileñas, que marcharon en masa contra el machismo patentado de Bolsonaro, hicieron mella en su masacre del domingo.
Entonces, ¿qué explica esta rebelión de los ricos? Rencor contra el Partido de los Trabajadores, por ejemplo. "Las clases más altas están asqueadas por el retrógrado gran estatismo del Partido de los Trabajadores y propuestas como limitar el spread bancario y el control social de los medios", me dijo Maílson da Nóbrega, exministro de Hacienda. "El sentimiento contra el Partido de los Trabajadores fue más fuerte que la atracción hacia Bolsonaro", continuó. Como le dijo un amigo rico: "Prefiero un salto en la oscuridad que votar por el Partido de los Trabajadores".
Pero eso podría ser una locura. El analista de Goldman Sachs Paulo Leme dijo a O Estado de São Paulo que los mercados financieros están "subestimando enormemente los riesgos futuros". Para lograr el tan necesario ajuste fiscal y reformas "se necesita capacidad política", dijo Leme.
Esa es una laguna evidente en la campaña de Bolsonaro, quien ha pasado 27 años en cargos públicos, pero ninguno de ellos en puestos ejecutivos. Su gurú económico, Paulo Guedes, conocido por ser un brillante economista de la Universidad de Chicago, nunca se ha desempeñado en cargos de gobierno, y aun así se espera que sea ungido como el próximo "zar" de la economía. Su objetivo: la supervisión de un pulpo burocrático que incluye finanzas, planificación e industria y comercio. Esa configuración fue lo suficientemente difícil de administrar bajo la dictadura, en la cual el superministro Delfim Netto tenía a la junta a sus espaldas; pero fracasó estrepitosamente bajo el mandato del primer presidente posterior a la dictadura, Fernando Collor de Mello, quien llevó la economía al suelo y fue expulsado de su cargo.
Tales dificultades serían un terreno resbaladizo para cualquier líder, y más aún para un antipolítico con mal genio. Sin embargo, no es la democracia lo que está en peligro inminente: "Brasil tiene los amortiguadores en un Poder Judicial fuerte, controles financieros independientes, un Congreso con voz fuerte y medios combativos para apuntalar la democracia", dijo Nóbrega. "El próximo presidente tendrá que enfrentar una debacle fiscal y un creciente problema de deuda más grande que el que cualquier líder haya enfrentado desde que los generalísimos se retiraron".
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