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Teorías conspirativas no son el único problema de 5G: A. Webb

¿Se acuerdan de 5G? Antes de que el coronavirus consumiera toda nuestra atención, se suponía que las redes móviles de quinta generación serían la panacea para las economías rezagadas, las empresas de telecomunicaciones, mantener el ritmo de China, los vehículos autónomos, las fábricas inteligentes y mucho más.

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¿Se acuerdan de 5G? Antes de que el coronavirus consumiera toda nuestra atención, se suponía que las redes móviles de quinta generación serían la panacea para las economías rezagadas, las empresas de telecomunicaciones, mantener el ritmo de China, los vehículos autónomos, las fábricas inteligentes y mucho más.

¿Exageración? Tal vez, pero las 5G seguirán siendo una bendición económica. Y tal vez inevitablemente, la COVID-19 ha chocado con el lanzamiento de la nueva tecnología, que en última instancia depende de cuatro ingredientes: aceptación y adopción popular; capacidad de instalar el equipo; acceso al capital; y la disponibilidad de espectro (las frecuencias de radio utilizadas para transmitir la señal que permitirá que vastas cantidades de datos se transmitan a la velocidad del rayo).

Por ahora, las compañías de telecomunicaciones insisten en que la pandemia solo retrasará el lanzamiento varios meses. Eso puede ser optimista. Los problemas con cualquiera de los cuatro factores anteriores podrían desviar las cosas, y el entorno actual ha elevado esa probabilidad. Dado su rol en dividir el espectro y subastarlo, los gobiernos tienen la responsabilidad particular de garantizar que no retrasarán el proceso más de lo necesario.

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Lejos han llegado las teorías de conspiración, sugiriendo falsamente que las 5G contribuyeron, o incluso causaron, la propagación del virus. Provocaron la respuesta gloriosamente concisa del regulador de telecomunicaciones del Reino Unido, Ofcom: “está mal. No hay base científica ni evidencia creíble para estas afirmaciones”.

No obstante, las falsedades pueden impregnar la opinión pública. La investigación sugiere que incluso si las personas no creen en las teorías de conspiración en sí, pueden influir en sus puntos de vista. Por lo tanto, un temor subyacente, aunque injustificado, podría persistir en que las 5G son de alguna manera perjudiciales para la salud. Eso podría perpetuar la oposición popular a la necesaria proliferación de nuevas antenas.

El virus ya ha interrumpido la cadena de suministro global, lo que hace que sea más difícil obtener equipos de China en particular. La fabricante de equipos de telecomunicaciones Nokia Oyj dijo que tales interrupciones redujeron 200 millones de euros (US$218 millones) de sus ingresos en el primer trimestre, y siguen siendo un riesgo. Los confinamientos también están dificultando la instalación del equipo. El director financiero de Orange SA, Ramón Fernández, dijo la semana pasada que el despliegue de fibra, cuyos cables conectan no solo los hogares sino las antenas, se retrasará por el virus.

Los operadores de telecomunicaciones también están cambiando la forma en que gastan su dinero. El aumento en las personas que trabajan desde casa ha ejercido una gran presión sobre su configuración actual. Eso significa que los operadores tienen que reasignar capital a corto plazo para asegurarse de que sus redes fijas sean confiables, en lugar de trabajar para actualizar e instalar todo lo que se necesita para la próxima generación de servicios móviles.

Incluso con todo eso, el director ejecutivo de Nokia, Rajeev Suri, me dijo que espera que el retraso probablemente solo sea por un “par de meses”, haciendo eco de comentarios de su compañero en la rival Ericsson AB, Borje Ekholm. Quizás el mayor riesgo para un despliegue rápido es la disponibilidad de espectro, que es donde entran los gobiernos. Dedican un tramo particular de frecuencias a 5G y luego lo subastan. Una gran cantidad de esas ventas han quedado en segundo plano por la pandemia. Si bien Alemania e Italia casi han terminado las suyas, es poco probable que otros países, incluidos Francia, el Reino Unido y España, subasten frecuencias hasta finales de este año.

Ahora que los presupuestos nacionales se estiran por los esfuerzos para contrarrestar el impacto del virus, habrá una tentación de sacarle todo el jugo posible a esas subastas. Eso podría crear un problema en las finanzas de las empresas, lo que dificulta aún más el despliegue de las nuevas redes. Italia logró exprimir 6.200 millones de euros a sus empresas de telecomunicaciones en 2018; Alemania obtuvo 6.600 millones de euros de Deutsche Telekom AG, Vodafone Group Plc, Telefónica Deutschland AG y 1&1 Drillisch AG.

Los economistas generalmente clasifican las redes como inversiones gubernamentales “productivas”, porque contribuyen positivamente a la producción económica a largo plazo. Sería mejor para los estados fomentar sus nuevas redes 5G sin cobrar de más. De lo contrario, corren el riesgo de ceder más terreno a China en la carrera por la adopción. A cambio de términos de subasta más generosos, sería justo que los gobiernos solicitaran una implementación acelerada.

El virus ya está causando estragos en vastas extensiones de la economía. Lo mejor es no dejar que perjudique más el crecimiento.