La muerte del actor Philip Seymour Hoffman por sobredosis puso en debate un tema que preocupa en EE.UU. y el mundo: el creciente consumo de heroína, una droga altamente adictiva y que puede ser mortal.
De hecho, la cifra de fallecidos como consecuencia de la heroína se duplicó en la última década en los Estados Unidos. Sólo en Nueva York, ciudad devastada por esta droga en la década del 80, las muertes aumentaron un 84% entre 2010 y 2012. El problema ha llevado a que Rusty Payne, portavoz de la Administración para el Control de Drogas de EE.UU. (DEA, por sus siglas en inglés), reconociera públicamente que el país se enfrenta a una “epidemia”.
Hoffman fue encontrado muerto el domingo pasado con una jeringa en su brazo en su departamento de Nueva York, donde la policía halló decenas de sobres con el nombre de “As de corazones”. Estos tenían una mezcla de heroína y fentanilo, un opiáceo usado habitualmente para calmar el dolor en pacientes con cáncer.
“La heroína y el fentanilo son dos sustancias que pertenecen al mismo grupo: son derivados del opio. La heroína, ilegal y muy potente, es muy usada como sustancia de abuso. El fentanilo, legal, es un potente analgésico que se utiliza fundamentalmente en medicina, junto con otros anestésicos o medicamentos contra el dolor. Puede utilizarse como sustancia de abuso pero su comercialización está muy restringida y controlada”, le explicó a PERFIL Carlos Damin, jefe de División Toxicología del Hospital Fernández.
Ambas sustancias cuando se incorporan al organismo producen depresión del sistema nervioso central y dificultad respiratoria, y pueden ocasionar la muerte por paro cardiorrespiratorio. “Al ser administradas simultáneamente las drogas potencian su efecto, lo que lleva a acciones por sobredosis a pesar de que la dosis de cada una no sea extremadamente alta”, sostuvo Mónica Nápoli, médica toxicóloga del Hospital Santojanni.
Abuso. Al contrario de lo que pasa con los medicamentos sujetos a prescripción médica, con las drogas ilegales no hay ningún tipo de control sobre sus concentración y pureza. “La dosis que los usuarios se inyectan es difícil de calcular porque no sabe qué puso el intermediario”, manifestó el especialista en adicciones Wilbur Ricardo Grimson, presidente de la Fundación de Prevención Social (www. www.fundaprevsoc.com.ar).
“La heroína causa dependencia en forma masiva, tanto es así que en muchos casos se opta por el tratamiento con metadona, una droga menos adictiva y potente para paliar la adicción al opiaceo”, agregó Grimson.
Los especialistas coinciden en que tratar la dependencia a los opioides es muy difícil y que las recaídas son muy frecuentes. De hecho, Hoffman había vencido hace años su adicción hasta que en 2013 tuvo una recaída, lo que lo llevó a pasar diez días en un centro de rehabilitación.
Según el Instituto Nacional de Abuso de las Drogas, 4,2 millones de estadounidenses probaron la heroína al menos una vez en su vida y actualmente hay más de 155 mil personas en tratamiento con metadona.
Aunque los opiáceos se utilizan mucho en EE.UU. y en Europa, afortunadamente en la Argentina casi no hay experiencia en el uso de esta sustancia, salvo la consulta de turistas que en sus países de origen se encuentran en tratamiento por la dependencia a la heroína.
“Hemos tenido picos de consumo de otros derivados opiaceos en los 80 y siempre aparece en la consulta algún paciente que consume alguno de ellos, pero no heroína. Los derivados utilizados en el país son frecuentemente antitusivos o analgésicos relacionados a la codeína y la morfina”, concluyó Damin,