Lanzado por la NASA en 2009 para buscar planetas extrasolares en la Vía Láctea, el telescopio espacial Kepler funcionó a pleno hasta 2013.
En ese momento la misión se consideró “acabada”, cuando el aparato sufrió un grave problema mecánico. Ahora, tras una serie de maniobras y desarrollos que permitieron “resucitarlo”, el Kepler volvió a estudiar otros sistemas solares en busca de nuevas tierras.
Para arreglarlo, los expertos de la NASA tuvieron que encontrar un método para reemplazar uno de los giróscopos averiados, cuyo mal funcionamiento le impedía estabilizar sus instrumentos de observación.
Para reemplazar el estabilizador fallado, lograron aprovechar la presión de los fotones solares sobre el equipo como un elemento extra de estabilización. Y el telescopio volvió a funcionar y a apuntar y registrar imágenes en detalle.
La estrategia resultó tan exitosa que el renacido telescopio espacial ya descubrió un nuevo exoplaneta, ubicado a 180 años luz del sistema solar, en dirección a la constelación de Piscis. El HIP 116454b es un “superplaneta”, unas 2,5 veces más grande que la Tierra.