CIENCIA
"Su herramienta letal"

La acidez del mar destruye los dientes de los tiburones: qué mostró un nuevo estudio y por qué preocupa

Los científicos advierten que la acidificación oceánica podría reducir la eficacia alimentaria y la supervivencia de estos depredadores clave. Conocé más.

Tiburón
Tiburón | Freepik

Un equipo de la Universidad Heinrich Heine de Düsseldorf (Alemania) comprobó que la acidificación oceánica puede debilitar los dientes de los tiburones, ya que las piezas, diseñadas para cortar carne, mostraron grietas, agujeros y degradación estructural cuando se expusieron a agua más ácida. El hallazgo enciende alertas sobre efectos menos visibles del cambio climático en la cadena alimentaria marina.

Los investigadores tomaron dientes de tiburón de arrecife de punta negra (Carcharhinus melanopterus) que habían caído naturalmente en un acuario y los incubaron ocho semanas en dos condiciones de pH: el actual promedio oceánico (~8,1) y un valor proyectado para el año 2300 (pH 7,3). El contraste permitió simular, a escala de laboratorio, los efectos corrosivos que podría tener un océano más ácido.

Los resultados fueron claros, en comparación con los dientes conservados a pH 8,1, los expuestos a pH 7,3 mostraron “daños visibles en la superficie, como grietas y agujeros”, según los autores del trabajo. Ese deterioro puede reducir la capacidad de un tiburón para cortar y sujetar presas, con consecuencias para su alimentación y condición física.

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La acidificación oceánica es impulsada principalmente por la disolución de dióxido de carbono (CO₂) en el agua de mar; según proyecciones citadas en el estudio, el pH medio de los océanos podría caer de 8,1 hoy a alrededor de 7,3, lo que implicaría aguas casi diez veces más ácidas en términos de concentración de iones liberados.

Qué hizo el experimento sobre dientes de tiburones

El estudio aparece publicado en la revista especializada Frontiers in Marine Science. Allí, el equipo explicó que usó dientes naturalmente desprendidos de tiburones mantenidos en un acuario, seleccionó piezas intactas y las dividió entre dos tanques, uno con agua a pH ~8,1 (control) y otro acidificado a pH 7,3 (simulación futura). Cada diente se colocó en pocillos individuales y se mantuvo en esas condiciones durante ocho semanas.

Tras la incubación, se analizaron fotografías con ImageJ, para medir la circunferencia dental, y microscopía electrónica de barrido (MEB o SEM), para observar detalles a nivel microscópico. Los científicos también cuantificaron la corrosión radicular mediante umbrales de imagen que permitieron calcular áreas dañadas. Estos métodos permiten detectar desde grietas visibles hasta la pérdida de finos detalles de las estrías dentales.

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En términos prácticos, los dientes sometidos a pH 7,3 presentaron mayor corrosión de la raíz, orificios y pérdida de la nitidez en las serraciones de la corona dental. “Observamos daños visibles en la superficie, como grietas y agujeros, un aumento de la corrosión de las raíces y una degradación estructural”, dijo Sebastian Fraune, coautor del estudio. Esos deterioros afectan la morfología esencial para cortar y sujetar presas.

Los autores advirtieron además que incluso descensos moderados del pH podrían afectar a especies con ciclos lentos de reemplazo dental o, con el tiempo, generar efectos acumulativos. Por eso sostienen que “mantener el pH del océano cerca de la media actual podría ser fundamental para la integridad física de las herramientas de los depredadores”, en palabras de Maximilian Baum, investigador del equipo.

Limitaciones del estudio y qué significan para tiburones vivos

Es importante aclarar que el experimento trabajó con dientes desprendidos (tejido mineralizado no vivo). Eso permite analizar corrosión directa del material mineral, pero no refleja completamente la dinámica en animales vivos, donde existen procesos biológicos de reparación y reemplazo. “En los tiburones vivos, la situación puede ser más compleja”, señalan los autores, y apuntan a que la capacidad de remineralizar o regenerar dientes podría atenuar parte del daño observado.

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Sin embargo, advierten que ese proceso de reparación en un individuo vivo tiene costo energético. En aguas acidificadas, el metabolismo y la demanda energética pueden verse alterados (por ejemplo, por hipercapnia o estrés térmico), por lo que reemplazar o remineralizar dientes dañados podría implicar un gasto adicional que reduzca crecimiento, reproducción o capacidad de caza.

Además, la tasa de reemplazo dental varía entre especies. Algunos tiburones renuevan dientes cada pocos días, otros en semanas; si una especie tiene recambio lento, la exposición prolongada a agua ácida podría dejarla más vulnerable. Por eso los autores piden estudios en tiburones vivos para medir la velocidad de reparación, la resistencia mecánica post-exposición y el costo energético real.

Implicancias ecológicas

Los dientes son la “herramienta” fundamental para la alimentación de muchos tiburones. Si su eficiencia se reduce por corrosión, la capacidad de capturar y procesar presas puede disminuir, elevando el costo energético por alimento y afectando la condición corporal. Eso, a su vez, puede traducirse en menor éxito reproductivo y en cambios en la presión depredadora sobre poblaciones de peces e invertebrados.

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Los autores subrayan que este es “un recordatorio de que los efectos del cambio climático se propagan por toda la cadena alimentaria y los ecosistemas”, y piden más investigación sobre: 1) estudios en tiburones vivos para evaluar reparación y reemplazo dental; 2) análisis de otras especies (pelágicas, bentónicas) y fases de la vida temprana; y 3) modelos que integren acidificación con temperatura, hipoxia y sobrepesca para estimar el riesgo real de declive poblacional.

En términos de mitigación, la medida decisiva es reducir las emisiones de CO₂ y frenar la velocidad de acidificación. A la par, los programas de monitoreo de ecosistemas marinos y acciones locales para proteger zonas críticas (arrecifes, áreas de alimentación) pueden ayudar a dar resiliencia a las poblaciones de tiburones. También se necesitan estrategias de conservación que consideren efectos subletales -como la pérdida de eficiencia dental- además de las amenazas directas conocidas.