Existe un amplio consenso en la profesión de que la Argentina que llega a partir de 2015 va a ser mucho mejor que la que se está yendo. El optimismo es un activo valioso en tiempos de escasez. Todos los candidatos, en mayor o menor medida, ponen sobre la agenda los problemas más evidentes: inflación, crecimiento económico, desempleo y balance fiscal, entre otros temas. Lógicamente, el set de políticas públicas a seleccionar, los instrumentos y la eficiencia dependerán de cada equipo de gobierno.
2015 será entonces un interregno entre lo viejo y lo nuevo, entre la herencia de 12 años de gobierno y la oportunidad que genera el cambio.
Dentro de la herencia, podemos tener varias certezas. La inflación va a seguir siendo muy alta. Con una suba de precios que rondará el 30%, es imposible pensar en una recuperación del consumo. El punto de partida para las familias es complejo. Según un estudio de mercado de la consultora W, de Guillermo Oliveto, casi nueve de cada diez hogares recortó gastos y siete de cada diez reconocen haber perdido poder adquisitivo. No se trata de una ficción de los economistas, cuando el ajuste llega al gasto en alimentos, la recesión está calando hondo.
Habrá menos dólares comerciales. Las exportaciones seguirán en baja, no sólo porque los precios de los principales productos de exportación han caído, sino también porque las cantidades vendidas al exterior son menores. De hecho, este año se exportará 13% menos que en 2011, medido por volúmenes. Con un tipo de cambio anclado para contener las presiones inflacionarias y serios problemas de competitividad, es difícil proyectar un repunte exportador.
En este contexto, es difícil esperar una relajación del torniquete a las importaciones. Ante la falta de dólares, el Gobierno seguirá aplicando su ya conocida política de “administración comercial”. En rigor, esta administración del comercio le permitió generar suficientes dólares excedentes para evitar una crisis cambiaria, lógica que se mantendrá el año próximo. En otros términos, el Gobierno seguirá dispuesto a convalidar una economía recesiva para sostener en umbrales mínimos las reservas internacionales del BCRA.
¿Pudo generar un ingreso de capitales (dólares) que le permita relajar las restricciones? Es difícil. El Gobierno no va a lograr un acuerdo a principios de 2015 con los holdouts. ¿Por qué debería? Llegó a fin de año sin sobresaltos y ahora “sólo” tiene que construir un nuevo puente hasta abril-mayo, cuando comienza la liquidación sojera. Después, todos estarán pensando en las elecciones y la Argentina que viene, por lo que se habrá logrado el objetivo. Profundizar el discurso “Patria o buitres” puede ser muy redituable en un año electoral. Es claro que sin un acuerdo con los holdouts será muy difícil generar el ingreso de capitales necesario para apuntalar las reservas.
Es claro también que el Gobierno no va a hacer mayores esfuerzos para contener el gasto. Nunca lo hizo, no va a comenzar justo cuando está camino a su salida. Muchos pesos y pocos dólares auguran que volverán las presiones al mercado cambiario pero sin crisis cambiaria. El Gobierno tiene claro que su costo político es infinito.
El cambio de ciclo político también genera oportunidades que comenzarán a gestarse mucho antes de que se haga efectivo. Los inversores financieros se anticipan. Vale una anécdota personal: en 2013, durante una ronda de negocios en Nueva York, los gestores de un fondo de inversión dedicaron más de media reunión a criticar todas la políticas económicas argentinas. Una vez desahogados, la pregunta fue: “¿Cuándo entramos?”. Nuestra conclusión es que todos los inversores encuentran valor en la Argentina, la duda es cuándo hacer el desembarco.
Sobran razones y sectores atractivos. No sólo los activos argentinos cotizan a una fracción de sus comparables de la región sino también existe una oferta muy acotada en relación con el flujo de capital disponible dispuesto a invertir cuando soplen otros vientos. Dentro de la economía real, las oportunidades en energía e infraestructura son enormes. También en la construcción con costos bajos (valuados al dólar paralelo) y valores de venta con mucho potencial de suba si se los compara con otros países de la región, más normales en términos financieros.
También se verán inversiones estratégicas que buscarán posicionar a las compañías de la mejor forma posible para capitalizar rápidamente el despegue que la Argentina suele tener después de la crisis. Está claro también que 2015 no será testigo de un boom de inversiones. El común denominador dentro del sector empresario es esperar y ver cómo y cuándo se producen los cambios.
En el balance final, tendremos un año que se debatirá entre el peso acumulado de muchos años de desmanejo en la política económica y la apuesta por la Argentina del futuro, a la que todos los políticos les gusta apelar.
En el punto de inflexión encontraremos una economía que va a desafiar al nuevo equipo de gobierno. Recesión, alta inflación, desempleo en aumento, mercados cambiarios múltiples, reservas escasas, infraestructura muy deficiente serán algunos de los problemas que exigirán respuestas contundentes. Por suerte, el Gobierno emite deuda para evitar la presión de los buitres. Todavía falta mucho tiempo para preocuparnos por esto.
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