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cuentos

A = B = C, pero C es distinto de A

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“Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” y “El sueño de Coleridge” son el mismo cuento o la misma idea de cuento: algo que no está en la realidad (que no existe aún enteramente, algo que está en proceso de ser) ingresa en ella lenta y solapadamente. El primero es un cuento extraordinario que tiene más densidad que cualquier novela existente, el peso de un universo antes de la explosión inicial, y “El sueño de Coleridge” se presenta bajo la figura de un pequeño ensayo o una intuición poética. A la vez,  en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” lo que termina dando nueva forma al mundo real (dando realidad al mundo), convirtiéndolo en algo levemente tenebroso, es una vasta conspiración en forma de un libro sucesivo e infinito, una enciclopedia que compila un mundo inexistente pero cada vez más perceptible porque solo lo irreal es lo suficientemente verdadero, ya que la realidad que habitamos es fantasmal y tenue. 

En rigor, y asociando un poco: la literatura está hecha en su mayor parte con las obras de escritores muertos. Esa idea del arte como cementerio es la idea central del cuento “El muerto”, de Joyce, donde los difuntos van entrando en el mundo de los vivos. Borges toma esa idea y la reescribe, como todos los escritores toman la obra de otros autores y la transforman en obra propia. Ahora bien, si “El sueño de Coleridge” y “Tlön…” son la misma idea y la idea de “Tlön…” nace de “El muerto”, el primer texto y el tercero deberían mantener una especie de identidad esencial. Pero “El sueño de Coleridge” y “El muerto” parecen distintos.