COLUMNISTAS

¿A favor o contra Clarín?

En esta época de ebullición política es difícil encontrar opiniones intelectualmente honestas sobre la ley de servicios de comunicación audiovisual que propone el Gobierno.

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En esta época de ebullición política es difícil encontrar opiniones intelectualmente honestas sobre la ley de servicios de comunicación audiovisual que propone el Gobierno. En su pelea con Clarín, el Gobierno es parte. En su pelea con el Gobierno, la oposición es parte. Siguiendo aquello de que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, se dice que en el Congreso hay más “diputados de Clarín” que del Gobierno. Los periodistas de los medios audiovisuales también son parte porque la nueva ley afecta los intereses de las empresas donde desarrollan su vida profesional. Igual que los periodistas de los medios gráficos cuyas empresas tengan radios o televisoras. Hasta el diario La Nación, que no tiene intereses en medios audiovisuales, está indirectamente involucrado porque es socio de Clarín en Papel Prensa.

En este contexto, las opiniones de PERFIL adquieren alguna relevancia porque a la neutralidad que surge de no tener medios audiovisuales se agrega la de tener relaciones distantes tanto con el Gobierno como con Clarín.

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Liberalismo. Antes de analizar las empresas de medios, corresponde aclarar desde qué perspectiva se emitirán estas opiniones. Parto de la premisa de que el desarrollo es y se fomenta con el mayor grado de libertad junto al menor grado de inequidad posible. De la misma forma que el ciudadano obtiene más libertad restándole poder a la omnipotencia del gobernante –para ello apela a la división de poderes, el equilibrio oficialismo-oposición y la alternancia en el poder–, el consumidor obtiene más libertad gracias a la competencia de más proveedores. Un monopolio es a la economía lo que la dictadura es a la política. Uno es la perversión del mercado, el otro es la perversión de la democracia.

Pero para que lo mejor no sea enemigo de lo bueno, debe haber un equilibrio: el Gobierno no podría ser tan frágil como para convertirse en inoperante, ni los proveedores del mercado tan pequeños como para no ser rentables. Libertad y eficacia están en constante tensión redefiniendo continuamente cuál es el punto de equilibrio que agrega más valor a la sociedad. Y como toda virtud llevada al extremo se transforma en defecto, la libertad sin límites desemboca en el caos, y la eficacia sin restricciones, en el autoritarismo, tanto sea político como económico.

Desde Corea hasta Suecia, todos los países crecen desarrollando empresas grandes. Tan grandes que trascienden sus fronteras y llevan trabajo nacional a todo el mundo. Para eso, primero tienen que ser grandes dentro de sus fronteras. Los argentinos debemos sentirnos orgullosos de que la mayor empresa de TV por cable del país sea de capital nacional y que Clarín haya logrado lo que ni Globo en Brasil, ni Televisa en México: pudieron ganarle al capital internacional y, junto con otras empresas de cable también argentinas, desarrollar la mayor red de televisión por cable de Iberoamérica.

Clarín es una de las empresas con mejor gerenciamiento de la Argentina y en cada uno de los segmentos en que actúa es el número uno o, a lo sumo, dos: en diarios con su marca homónima, en televisión con Canal 13, en cable con Cablevisión/Multicanal, en Internet con Fibertel, en radio con Mitre. Pero al no ponerle limitación a su crecimiento y hasta ayudarlo desde el Estado en su desarrollo, lo que fue bueno en los momentos verdaderamente destituyentes como el año 2002 se convierte en un problema tanto político como económico.

Si Clarín hubiera encontrado límites a su crecimiento dentro de la Argentina, por ejemplo no más de equis por ciento del total del mercado, habría tenido que canalizar fuera de las fronteras del país la energía excedente de su buena gerencia y de los recursos que su caja le generaran.

Un ejemplo: en Chile, donde la inversión publicitaria en dólares es similar a la de nuestro país, no había ningún canal de 24 horas de noticias hasta hace pocos meses, cuando comenzó a emitir CNN Chile. En la Argentina hay cinco canales de noticias: TN, Crónica, Canal 26, América 24 y C5N. ¿Por qué Cencosud puede exportar desde Chile el modelo de los hipermercados como Jumbo, y la Argentina no?

Perú es otro ejemplo donde una empresa como Clarín hubiera podido exportar sus conocimientos y capital: Telefónica es hoy allí aun mayor que en Argentina. En la propia España, Clarín podría haberse expandido: hasta 1995 era más grande que Prisa y hasta la devaluación de 2002, más grande que cualquier otra empresa española de medios excepto Prisa.

La Argentina precisa empresas grandes como Clarín pero que, a determinado nivel de desarrollo, sean capaces de competir tanto externa como internamente con sus pares del mundo y se hagan menos dependientes del favor o el castigo del gobierno de turno. También los consumidores argentinos precisan ser menos dependientes de Clarín para que los servicios que sus empresas brinden los puedan ofrecer otras empresas de porte no menor y las tarifas bajen a las que corresponden a un mercado de libre competencia, y para que las empresas de menor tamaño que Clarín no sufran los abusos de posición dominante que naturalmente padece el que se enfrenta a quien controla el mercado.

Además, si nuestras grandes empresas sólo lo son dentro del mercado argentino, siempre quedará la duda de si su fortaleza es el resultado de su mayor calidad o simplemente de tener mayor capacidad para influir sobre los gobernantes que regulen el sector en cada momento.

Triple play. La tecnología generó “un desvanecimiento de las fronteras entre mercados anteriormente separados y, por tanto, ordenados bajo diferentes principios jurídicos y gobernados por distintos entes reguladores”, concluye el trabajo publicado por la CEPAL/Naciones Unidas, “Convergencia tecnológica y armonización regulatoria”, realizado por el Centro de Tecnología y Sociedad de la Universidad de San Andrés, conducido por los doctores Hernán Galperín y Sebastián Cabello. Allí se destaca “la confluencia entre sectores de telecomunicaciones, informática y radiodifusión” por “la prestación de idénticos servicios, aplicaciones y contenidos sobre diferentes redes” (Internet, la red de TV por cable o la red telefónica), sumada a “la versatilidad de los nuevos terminales para soportar diversos servicios” (la pantalla para la computadora es la misma del DVD, o la TV por Internet). “Ya no es fácil –continúa– diferenciar los servicios básicos y de valor añadido, ni tampoco los servicios de telefonía y datos (...) las redes se convierten en multiservicio y ya no son especializadas (...) la distinción entre servicios se hace más difusa”, a lo que se agrega el rápido crecimiento de las redes inalámbricas, la posibilidad de que Edenor pueda brindar telefonía por su red de electricidad, que llega a 2,4 millones de hogares, y que ya existen más de 40 cooperativas eléctricas que brindan el servicio de telefonía.

Un ejemplo de lo que produce la libre competencia es el mercado de celulares, donde “en 2003 un equipo básico GSM (con línea y contrato de un año) costaba $ 349 y actualmente puede ser ofrecido a $ 79”, y aun menos hoy.

La Ley de Radiodifusión que ahora se propone modificar es de 1980, pero antes de promulgarse la radiodifusión estaba incluida dentro de la Ley de Telecomunicaciones. Al dividirse, también se crearon dos organismos de supervisión: la Comisión Nacional de Comunicaciones, que depende de la Secretaría de Comunicación del Ministerio de Planificación, y por otro lado el Comité Federal de Radiodifusión, el Comfer, que depende de la Secretaría de Medios y la Secretaría General de la Presidencia. “Sus decisiones –dice el informe– responden a la lógica política y no a la de un ente regulador autónomo ni mucho menos proactivo.” Para simplificarle al lector esta dualidad, el acceso a Internet por cable módem lo supervisa Pepe Albistur; por el resto de los prestadores, el ministro De Vido.

En síntesis: larga vida a Clarín porque la economía precisa empresas grandes y la democracia, medios fuertes. Pero también todas las alternativas tecnológicas que permitan aumentar las opciones de los consumidores, y todas las nuevas fuentes de contenidos que permitan disponer de más perspectivas sobre la misma realidad a los ciudadanos.