La popularidad de ningún gobernante sale indemne de un ajuste. Macri no es una excepción frente a la caída de 2,3% del producto bruto argentino en 2016. Para encontrar otra caída así hay que retrotraerse al período previo al colapso del default, cuando el producto bruto se contrajo 3,4% en 1999 y 4,5% en 2001. Pero la situación no es comparable porque en este 2017 el producto bruto crecerá mientras que aquellas repetidas caídas del producto bruto, que se llevaron puesta a la Convertibilidad, derivaron en 2002 en casi 11% de reducción de la economía.
De cualquier forma, la sola primera caída del producto bruto de 1999 le costó al peronismo perder la elección presidencial de ese año, y la caída de 2001 aun previa al default le costó a la Alianza, que había ganado dos años antes, perder las elecciones de medio turno y comenzar su debacle. Pero tampoco ésa es la situación política de Cambiemos, más allá del gobierno, en gran medida porque las sociedades aprenden de sus errores.
Salvo el kirchnerismo residual y sectores radicalizados de la izquierda, pocos desean volver a dejar a un gobierno ya sin mayorías en el Congreso herido de muerte dos años antes de nuevas elecciones presidenciales. La debilidad de Macri es su mayor fortaleza. Pero juega a todo o nada con ella eligiendo a Cristina Kirchner como antagonista. La ex presidenta es la mayor beneficiada de la baja de popularidad de Macri: ella vino subiendo un punto por mes desde su peor momento en marzo del año pasado, cuando José López revoleó bolsos con 9 millones de dólares en un convento.
La debilidad de Macri es su mayor fortaleza, y parece dispuesto a correr el riesgo electoral de Cristina candidata
Pero no es su mérito, lo mismo viene pasando en Brasil: en octubre de 2016, el mes siguiente a la destitución de Dilma Rousseff, las encuestas mostraban que, de adelantarse las elecciones, Lula aun ganando en un primer turno perdería en un ballottage tanto contra Marina Silva (36% vs. 33% de Lula) como contra Aécio Neves (37% vs. 34% de Lula), pero en la última encuesta de febrero pasó al frente: ahora Lula le gana un eventual ballottage 39% a 27% a Marina Silva y 40% contra 27% a Aécio Neves. El crecimiento de Lula es directamente proporcional a la caída de imagen del presidente Temer, quien acumuló 70% de rechazo en la población en los seis meses que lleva en ese cargo, confirmando que tampoco él escapa a la regla de ajuste e impopularidad: el producto bruto de Brasil cayó en 2017 otro 3,6%.
Al igual que en Argentina, las previsiones económicas en Brasil para 2017 son de crecimiento, y es probable que para cuando se llegue a las elecciones presidenciales de 2018 Lula haya dejado de beneficiarse con la caída de la economía y ya no sea el candidato ganador, o si fuera condenado por la Justicia, y si estando o no preso su condena fuera confirmada por un tribunal de segunda instancia, no podría siquiera ser candidato.
El caso de Cristina Kirchner es distinto; en su peor momento Lula tuvo mayor popularidad que en el peor de nuestra ex presidenta, pero ella no tiene impedimentos judiciales para ser candidata en las elecciones de este año porque los procesos que se le iniciaron tienen poco más de un año y ninguno llegará a juicio oral antes de las elecciones. En el caso de Lula, los juicios se iniciaron hace varios años y las próximas elecciones son un año después que las de Argentina. Para Cristina Kirchner ir a Comodoro Py, lejos de reducirle su caudal de votos, se lo amplía porque le otorga un alto nivel de protagonismo. Paralelamente, hay una diferencia sideral entre el juez Sergio Moro –que viene condenando funcionarios por el Lava Jato desde que el partido de Lula gobernaba, fue elegido personalidad del año ya en 2014 y propuesto por la Asociación de los Jueces Federales de Brasil para la Corte Suprema– y Claudio Bonadio, el juez más denunciado después de Oyarbide.
Dicen que Massa les pregunta a los empresarios: “¿Cuánto menos valdría tu empresa si en octubre Cristina ganara en la provincia de Buenos Aires?”. Si la ex presidenta fuera candidata a senadora y Massa no se presentara para reforzar la lista del Frente Renovador dividiendo el voto peronista, un triunfo de Cristina frente al candidato de Cambiemos es aún más posible.
La esperanza de muchos empresarios es que antes Cristina Kirchner pierda una interna para la candidatura bonaerense frente a Randazzo, algo que hoy las encuestas no muestran, pero se tranquilizan conjeturando que, de darse esa situación, irán a votar a la interna del peronismo a favor de Randazzo para que no gane Cristina todos los que normalmente irían a votar en la de Cambiemos.
Con Cristina candidata las elecciones en octubre serían un plebiscito para Macri, adelantándose la competencia de 2019
En cualquier caso, no es una hipótesis imposible que Cristina Kirchner desee ser candidata, gane la interna y luego le gane al candidato de Cambiemos incluso con Massa repartiendo fuerzas al competirle. Lo que sería una catástrofe para Macri. ¿Por qué entonces el Gobierno la elige como contrincante y la potencia?
Se encuentra alguna explicación en la forma que tiene Macri de proceder como tomador de riesgos apostando a todo o nada, como lo hizo en 2015 al jugarse por la candidatura de Vidal y rechazar una alianza con Massa. Como si estuviera dispuesto a plebiscitar su presidencia entre “ella o yo”, adelantando 2019.
Otra explicación sería que, como quizás la economía no le dé herramientas electorales, el eslogan “no volver al pasado” sea lo mejor disponible. Pero ésa es un arma de doble filo: alcanzaría con que Cristina se anotara como candidata a las PASO para que el efecto económico negativo que produciría su eventual triunfo en octubre se adelante como una posibilidad a abril y las inversiones se paren por seis meses a la espera del desenlace electoral.
Continúa en: Cómo gobierna Macri (II): ¿Se viene Sanz?