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Abdicaciones

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Deploro, en estos días, cierta estrechez de miras de los argentinos, que nos privará, durante algunos años, del brillo sin igual al que estamos destinados (si no por cuna, por prepotencia de trabajo).

El 28 de febrero de 2013 el papa Benedicto XVI abdicó (o renunció, según subrayan los puristas) al trono de Roma. El resultado del proceso sucesorio puso al argentinísimo cardenal Bergoglio al frente de la Iglesia Católica romana, con el nombre de Francisco, que le pidió a su predecesor que aceptara el título de papa emérito.

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Pocas semanas después, el 30 de abril de 2013, la reina Beatriz de Holanda abdicó, cediendo el trono a su hijo Guillermo Alejandro, casado con la argentinísima Máxima Zorreguieta, que será sólo reina consorte, pero reina al fin.

Era, casi, como la realización de la Internacional Argentina soñada por Nicanor Sigampa en la novela homónima de Copi: una manera de conquistar el mundo, usando como única arma el sex-appeal que nos caracteriza.

Ahora, el rey Juan Carlos de Borbón ha abdicado a la Corona española. Como la sucesión deberá ser aprobada por el Parlamento de España, es muy probable que la coronación de Felipe de Borbón distancie todavía más al pueblo de los principales partidos con representación parlamentaria.

Mientras tanto, la sociedad civil española se ha levantado (con razón) en contra de la monarquía: no habiendo sucesor argentino, no tiene sentido seguir manteniendo esa institución carísima, anticuada, inútil.

No sé cómo no previmos esta última dimisión, que nos hubiera dotado de una pata fundamental para el proceso de argentinización del mundo. Cualquier muchacha  argentina (o muchacho: después de todo España reconoce el matrimonio universal) debería haber seducido a Felipe para salvar a España de una reina francamente anoréxica pero, sobre todo, para subrayar que el mundo, sin nosotros (sin Evita, sin Borges, sin Gardel, sin Maradona, sin Messi, sin Campanella, sin Santaolalla, sin Francisco, sin Máxima, sin Silvia Fehrmann), es un mundo francamente soso.

Lo mejor que podría suceder es que la monarquía española desapareciera, pero si así no fuere, no vale quejarse. Propongo que nos pongamos ya en campaña. La infanta Leonor (nacida en 2005) algún día será reina y propongo que ya mismo mandemos contingentes de niños y de niñas a jugar con ella.

Una corona más para nosotros. Imagínense: Roma, Flandes, España. Ni los Habsburgo tuvieron tanto.