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Acabar con Azopardo

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

Alguna vez supe conducir un programa de arquitectura. Fue un trabajo luminoso. Yo no sabía nada de arquitectura y probablemente siga sin saber nada, pero la búsqueda minuciosa de las obras más relevantes de este país me enseñó una verdad callada a gritos: la historia de la arquitectura de cualquier nación es la historia de la relación del Estado con sus habitantes. Es el Estado el que comisiona las grandes obras públicas, el que decide qué se honrará y cómo, qué se simbolizará y a qué precio. Es un laberinto apasionante, porque los edificios públicos quedan como testimonio de verdades que los relatos posteriores no pueden derribar tan fácilmente. 

Tan molesta y persistente es la arquitectura que trasciende a sus inventores y a sus pueblos: del antiguo Egipto nos quedan las pirámides cuando todos sus constructores se han extinguido en el misterio.

No me es indiferente la historia de que la CGT discute con el gobierno de Larreta la posibilidad de vender el edificio de la calle Azopardo, la imponente obra del arquitecto Jorge Sabaté, quien en 1950 era intendente de la ciudad. ¿Es una casa, es un emplazamiento señalizado, es un símbolo, un paisaje, un pasaje? ¿Y cuánto cuesta?

Como un vértice imantado de desastre, se dan varias coincidencias. Una es la evidencia de que el edificio no se estaría usando para nada. Otra es que este año la CGT pasó por alto el acto del 1° de mayo para organizarlo el día 2, con visibles ausencias de disidentes. Otra es que el trabajo (todos los trabajos, incluso el de representar al trabajo) han cambiado de forma. Las grandes oficinas compartimentadas del microcentro se vaciaron en la pandemia. Muchas se mudaron al home office, otras no están a la altura de los nuevos espacios laborales, que prefieren las salas sin tabiques donde todos los oficinistas sean testigos y coworkers del trabajo de los otros, una tendencia arquitectónica que dice mucho más del trabajo contemporáneo que cualquier estadística.

En ese templo de estilo incierto de Azopardo se expuso el cuerpo de Eva Perón, embalsamado, como otra arquitectura mágica para representar lo imposible: al pueblo. Ahora es posible que el negocio inmobiliario y el modus operandi de Larreta prefieran allí una torre más rentable. Nuestra preocupación no debería ser sólo edilicia.