Fue buena la idea de la editorial Partícula de publicar Souvenirs, de Alberto Savinio (Buenos Aires, abril de 2025, traducción de Agustina Incardona), porque de Savinio, uno de los escritores italianos más interesantes del siglo XX, hace mucho que no se publicaba nada por estos lares. Recuerdo ahora una linda edición de Vuestra historia, en Planeta, en 1991, y no mucho más (haber dejado de fumar, en lugar de mejorar mi estado físico, arruinó mi psiquis –memoria incluida– así que tal vez sí se lo haya publicado en estos años en Argentina, y ya no lo recuerdo. En ese caso, disculpas a los involucrados). En España sí se lo viene publicando en Acantilado, hecho nada raro porque en España todo lo viene publicando Acantilado (para ser justos, Pre-Textos y Minúscula también lo publicaron). Volviendo a Buenos Aires, en librerías de viejos se suele encontrar El desino de Europa (editorial Bruguera) ensayos de una lucidez que perdura hasta hoy en día, y Toda la vida (editorial la Tierra entera), hermoso volumen de cuentos. En una época, en la vieja Gandhi, cuando todavía era una librería independiente, se encontraba otra edición de Toda la vida, impresa por la editorial de la UNAM, que incluía más cuentos que la de Tierra entera.
Souvenirs, como su nombre lo indica, reúne recuerdos, perfiles, retratos, siluetas y misceláneas varias, atravesados por un escenario que, creo, es el tema central del libro: la París de la década del 30. La lucidez mencionada más arriba reaparece en estos textos, en los que Savinio juega en dos planos: en primer plano expone al autor al que le dedica el souvenir (Max Jacob, Cocteau, Apollinaire, etc.) pero, por detrás, siempre aparecen reflexiones sobre sobre la crisis “civilizatoria” (término que aparece dos o tres veces en el libro) que recorre primero la París de los 30, y luego Europa en general. Sin caer nunca en ninguna tentación decadentista, no obstante Savinio logra captar el clima de época: el clima de una época que se termina. El ascenso del fascismo recorre en filigrana todos los recuerdos, pero lo hace precisamente de esa forma, en filigrana. Nunca Savinio escribe en trazo grueso, al contrario, todo en su prosa es sutil, etérea, liviana, casi como distraída, y esa táctica le permite ici et là, dejar caer frases sobre el destino funesto que se abate sobre París, y sobre el mundo europeo. El artículo acerca de Max Jacob es ejemplar de este doble juego entre primer plano centrado en un personaje, y la trastienda oscura que recorre la época.
Entre tanto, Savinio da cuenta de otros fenómenos: el momento en que el arte moderno (con Picasso a la cabeza) se institucionaliza y la vanguardia comienza a perder dimensión crítica, u observaciones casi de sociología impresionista sobre costumbres de la vida diaria de los franceses, como la idea, para decirlo en términos de Benjamin, de que París ya no es la “Capital del siglo XIX”, es decir, la capital de la novedad (“París es una dama con un pasado brillantísimo. Durante años, París pensó que no solo pertenecía a una especie privilegiada, sino a una especie única”), o también una perfecta definición del conservadurismo francés: “en un país tan tenazmente conservador como Francia, donde incluso las revoluciones, en el fondo, se hacen para insuflar nuevo vigor al conservadurismo, no es fácil distinguir lo actual de lo inactual”.