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Aguante el doble discurso

De manera brutal, la Argentina de los hechos y dichos públicos ofreció contundentes muestras de cómo la doble vara nos atraviesa, sin grietas que sirvan de excusas.

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De manera brutal, la Argentina de los hechos y dichos públicos ofreció contundentes muestras de cómo la doble vara nos atraviesa, sin grietas que sirvan de excusas.

El Gobierno se llevó las principales palmas, recargadas no sólo por el peso simbólico de que debería dar el ejemplo, sino además porque hizo del concepto “cambio” una bandera. Debería ser puesta a media asta, gracias al helicóptero presidencial que fue a buscar a Juliana Awada y a la pequeña Antonia a Punta del Este. Las explicaciones oficiales, tanto como el dedo acusador del kirchnerismo, justamente, dan algo de vergüenza ajena.

Al frente de esa defensa técnica del uso de la flota para la familia del Presidente estuvo Laura Alonso, actual jefa de la Oficina Anticorrupción y ex fiscal moral contra la “década ganada”. Habló de razones de seguridad y hasta de un decreto de ¡Kirchner! para justificar el uso del helicóptero. Hurgando en los archivos, la propia Alonso era durísima cuando cualquier miembro de la familia K hacía lo mismo y con los mismos argumentos. A ese mismo cambio se subieron ciertos medios, que miden la transparencia según el color político de quien la mancha.

Otra muestra del doble discurso oficialista lo proveyó el caso Gómez Centurión. Más allá de su sincericidio negacionista del accionar de la dictadura, el funcionario expuso una posición personal que otros colegas de Cambiemos aclararon que no era la postura del Gobierno. OK. Olvidemos el error de intentar mover el feriado del 24 de marzo. Pero justo trasciende la denuncia de varios organismos de derechos humanos a que el Gobierno propuso a un supuesto defensor de un represor (él lo niega) para la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. A propósito de lo dicho por Gómez Centurión: ¿qué debería hacer una sociedad democrática y adulta con este tipo de expresiones? ¿silenciarlas? ¿perseguirlas? ¿ignorarlas? ¿rebatirlas? Se escuchan propuestas.

Gustavo Arribas y las idas y vueltas sobre las transferencias que recibió de un involucrado en el escándalo de corrupción del Lava Jato brasileño tampoco ayuda. El jefe de Inteligencia mostró la escritura de un inmueble que vendió, pero ahora parece que el dinero provino de venta de objetos. Sospechoso. Otro a propósito: ¿llegará a buen puerto la idea de algunos allegados al Presidente de involucrar a una empresa de renombre en la ramificación argentina de las coimas de Odebrecht para no dejar sólo al primo Calcaterra? El accionista principal de esa firma poderosa ya tuvo un par de cruces con Macri.

La doble vara no es monopolio oficial, claro está. Que Cristina y el kirchnerismo vigilen la honestidad macrista parece un chiste de mal gusto. Algunos sindicalistas y empresarios dicen o firman en público lo opuesto a lo que luego ejecutan en privado. Ni hablar de ciertos jueces y fiscales. Y hasta Massa expone con impunidad que puede ir de invitado a la asunción de Trump y

luego a las marchas en su contra. En fin.