La poesía es tan delicada que se hace rotundamente visible cuando deviene una cuestión de Estado.
Es un milagro que no requiere mayores explicaciones. El Festival “Poesía Ya!” (así, como un imperativo de un solo signo) convocó en el CCK a miles de lectores y de oyentes. Busquen y verán, está todo online. Vi en el lanzamiento a mil almas enardecidas aplaudiendo a rabiar las lecturas de Diana Bellessi, erigida como un Mick Jagger sobre el escenario de la Ballena con sus sencillos papeles para derramar intimidades.
La velada no acabó allí: distintos músicos escribieron canciones nuevas a partir de poemas argentinos para el ciclo “Poesía que suena”, una forma de patrimonializar la poesía en un formato que fluya por otros canales. Isol y Nico Cecinini cantaron “Sobre el asma”, de Irene Gruss, y entre las delicadas y sutiles telas del poema el público volvió a rabiar como si el destino natural de la poesía fuera destilar rock and roll por todas partes. Lo mismo pasó con las Shitstem, que versionaron a María Elena Walsh y Glauce Baldovin, con Sofía Viola que hizo lo propio con Alfonsina o con la larga lista de músicos que lograron desterritorializar la perezosa poesía y sostenerla como espectáculo de masas.
Es un oxímoron interesante. A lo mejor me confundo y esta poesía que reinició por cuatro intensos días el deseo de susurrar entre líneas esté acotado a un barrio, a una gratuidad, a un tipo de espectador. Pero menos pregunta dios y más perdona. Que siga detonándose sin pedir explicaciones. Y que siga siendo un asunto de Estado avivar las frágiles llamas de este incendio.