Hay algo que irrita, algo extraño. Macri está incómodo. Su gobierno persigue insoportablemente el presente, pero llegando siempre después del “hoy” a cada necesidad. Macri parece sentir que entre él y la Argentina hay una distancia de incomprensión creciente y entonces, ofuscado, refriega su secuencia irreparablemente contradictoria y recurrente de que se trata del único camino posible y de que su gestión apuesta al diálogo. La primera parte de la frase anula la segunda. Macri se va convirtiendo de a poco en un ser extraño, casi de otro mundo.
Su campaña presidencial, perfecta hasta el hartazgo, lo simuló como de este planeta, pero ya en la vida cotidiana del aquelarre social y del dólar, y fuera del spot o la foto con vecinos, se va convirtiendo cada vez más en un empresario colado en el complejo e histórico universo de la política. El, y los otros, se observan desconfiados.
Durante los primeros meses de gobierno, el dominio del Presidente y de su jefe de Gabinete fue feroz y brutal. Ministros sometidos y obedientes a la coordinación total ofrecían sus deseos a los jefes, porque así se trabaja de verdad, como en las empresas, y no como estos políticos de porquería que no entienden nada. Pero no es en sus ministros donde están las pistas del presente sino en el resto de la política, que había quedado del lado opositor de la forma del sistema político. Ha sido difícil para ellos adaptarse a estos seres extraños de la tradición de los sistemas de partidos. Ese tiempo llega a su fin.
En un trabajo maravilloso, la antropóloga Victoria Gessaghi estudia la compleja red social que denominamos como “clase alta”. Al inicio de su libro dice: “En los primeros encuentros, no podía más que dejarme conducir por los entrevistados, aceptar con poca resistencia lo que imponían, abrumada por nuestras diferencias”. Gessaghi entrevistaba a miembros de familias tradicionales reconociéndose, al comienzo, en una sensación de asimetría. Su trabajo es estimulante para considerar algunas explicaciones del comienzo vertiginoso de Macri, así como su actual pérdida de dominación, tanto frente al dólar como a otros gobernadores. Poco después, Gessaghi dice que al tiempo “ya no quedé atrapada en ella: empezaba a desentrañar los modos en que los entrevistados la construían como parte de la producción social de la distinción social”. Macri fue al inicio un faro abrumador repleto de seguridad, y todo fue de esa manera hasta que se acostumbraron a comprenderlo. Macri es ahora transparente para todos.
La necesidad de Macri de regresar de manera insistente al discurso de campaña es una señal de reconocimiento de debilidad, ya casi sin más recursos que los obvios y esperados. En los festejos de la Independencia en Tucumán, solo y cuidado, insistió con las ideas de diálogo y el final de los enfrentamientos; unos días antes, presentando las nuevas vías del Belgrano Cargas, dijo que “estas vías son unidad”, e inaugurando un frigorífico en Santa Fe apeló a la idea de estar “juntos”. Macri es transparente porque se repite y no ofrece variantes, y su continua apelación a que no hay otro camino es en realidad su propio desconocimiento e incapacidad de ofrecer otros posibles. Hoy, más que nunca, pesa en él la falta de tradición y diversidad política, típica del amplio espectro de la clase media argentina.
La carencia de novedad adquiere grados desesperados de salvataje inconsciente en Elisa Carrió. Todo lo que no innova el Presidente se vomita en variedad extrema en las declaraciones de la diputada. Sus expresiones no son comprensibles sin el contexto rutinario de un jefe de Estado al que Carrió invita a agregar vorazmente condimentos. Pueden ser tratadas como declaraciones surrealistas, pero son en realidad lógicas en el contexto de la lentitud del presente y la carencia de reacción.
El recorrido intenso de las noticias diarias del dólar, las Lebacs y las acciones pone el peso del destino del país en cosas, en objetos. El destino político y económico se ha cosificado en esos mismos objetos de obsesión diaria y en una gestión que repite los mismos mensajes como máquinas triviales. Macri les dijo a los chaqueños que había ido ya como cinco veces; a los santafesinos, como doce; a los dos les dijo que seguro era el presidente que más veces había ido. En todo, en cada declaración, pueden encontrar su frase gemela. Lo que no sabemos todavía es si este proceso político es el gemelo de crisis anteriores.
*Sociólogo.