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delaciones

Al divino botón

“Botón” se le dice al alcahuete y “botón” se le dice al policía. Ignoro el orden de sucesión de estas atribuciones en el habla popular, cuál fue origen y cuál derivación; pero en todo caso, y en el empleo actual, la coincidencia es indudablemente reveladora. Existe por cierto el “buchón”, el alcahuete de la policía.

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“Botón” se le dice al alcahuete y “botón” se le dice al policía. Ignoro el orden de sucesión de estas atribuciones en el habla popular, cuál fue origen y cuál derivación; pero en todo caso, y en el empleo actual, la coincidencia es indudablemente reveladora. Existe por cierto el “buchón”, el alcahuete de la policía. Pero antes que eso, y acaso más decisivamente, el que botonea es el que vigila (acepción algo en desuso) y a la vez el que botonea es el que delata (acepción de plena vigencia y uso generalizado).
Todas estas consideraciones vienen muy a cuento en estos días, toda vez que el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires ha decidido reforzar su proyecto de extensión de la Policía Federal a la Policía Metropolitana, y ampliarlo a una especie de Policía Ciudadana en la cual, si sale bien, cada uno de nosotros será un poco policía. Va a estar bueno: cada porteño ahora podrá sacar por fin al vigilante que lleva adentro; y el que no lo lleva, que le agarre el gustito y se invente uno. ¿Por qué no? Cada uno un zorro gris, cada cual en su garita. ¿Para cuidar, para ordenar, para ayudar? No, para delatar. El servicio urbano de fotomultas, que ya está por demás privatizado, se ultraprivatiza de este modo: cada uno es un agente. Y como tal, puede y debe proceder a fotografiar con celular o camarita al infractor de las normas de tránsito y de inmediato procurar la información a las autoridades pertinentes. No cuesta nada, todo el mundo o poco menos lleva su telefonito en la mano; en vez de desperdiciarlo en conversaciones muy probablemente vanas, puede emplearlo en cambio para hacer de la ciudad el reino de la vigilancia absoluta. Y esos muchos que pasean en Babia, mirando chicas o pajaritos en las ramas, ¿por qué no se aplican a la inspección ocular de decisivos cordones amarillos y oprobiosas dobles filas?
Desconozco cómo se procede actualmente con la delación en las escuelas de Buenos Aires: si se la premia, se la castiga, se la tolera o se la promueve. De eso dependerá, en el futuro, el éxito o el fracaso del proyecto del ingeniero Macri. Como todo en este mundo, es cuestión de educación.