COLUMNISTAS
Memoria del Holocausto

Al menos 23 argentinos fueron asesinados en la Shoa

El genocidio arrancó una parte de la humanidad. Pero hubo quienes obraron bien por "necesidad vital", como Raoul Wallenberg.

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Auschwitz fue una maquinaria de asesinar. | Cedoc Perfil

La Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 27 de enero Día Internacional de Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto. El motivo alude al hecho  que ese día de enero de 1945 se liberó el campo de concentración de Auschwitz. La peor masacre y genocidio organizado de la historia humanidad, se identifica con el nombre de Holocausto, conocido en hebreo como la Shoá, traducido como “La Catástrofe”, y llevada adelante por el nazismo entre 1939 y 1945.

El genocidio alcanzó a 6 millones de judíos entre los que había un millón de niños. Como si fuera poco tanto dolor de tantos, el régimen asesino, en su terminología, lo denominó con el eufemismo la “Solución Final” . Según investigaciones periodísticas, al menos 23 argentinos de origen judío fueron asesinados en los campos de concentración nazis. Los actos de opresión y asesinato nazis,  se extendieron a otros grupos étnicos y políticos. Cada brazo del aparato del Estado alemán participó en la logística del genocidio, convirtiendo al Tercer Reich en un «Estado genocida».

Según investigaciones periodísticas, al menos 23 argentinos de origen judío fueron asesinados en los campos de concentración nazis

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Hubo algunos hechos que marcaron la tragedia humanitaria. Uno de ellos fue La noche de los Cristales Rotos, una serie de linchamientos y ataques combinados ocurridos en la Alemania nazi contra los judíos, sucedió a finales de 1938. Ese mismo año Alemania  anexionó  a Austria, y con ello, comenzó la deportación de la comunidad judía de su territorio. También, se promulgó una ley que prohibía a judíos y no judíos compartir el mismo bloque de pisos; por ello, se crearon casas judías y guetos en las grandes ciudades que hicieron aumentar el aislamiento social de la población judía. La obligatoriedad de portar la insignia amarilla que entró en vigor en 1939, asentó definitivamente ese aislamiento la segregación de los judíos era ya dramática.

Los alemanes crearon guetos. Su finalidad inicial era la de concentrar transitoriamente a los judíos, antes de deportarlos hacia el este. La invasión a la Unión Soviética fue el punto de inflexión de la masacre. En 1941, al entrar a ese país, el ejército alemán y los grupos operativos del Servicio de la Seguridad de las SS comenzaron la matanza de judíos y comunistas.

Ya los campos de concentración en los que los judíos eran asesinados en masa con el gas raticida Ciklón B estaban funcionando a pleno. Auschwitz y Treblinka, fueron los más masivos.

Hitler le diría a Goebbels que estaba decidido a “limpiar Europa de judíos sin remordimientos” y que era necesario acelerar el proceso «con una frialdad implacable» para prestar un gran servicio «a una raza humana a la que la judería ha estado atormentando durante milenios».

Pero hubo un hombre, desgarbado, con una prominente calvicie, era un diplomático sueco. Su familia era una de las más prestigiosas de su país, los Wallemberg. Trabajaba en la embajada de su país en Budapest, Hungría. Un héroe olvidado. El lo tenía todo, tanto que su corazón y su espíritu humanitario le impidieron ser testigo silencioso ante la barbarie. Raoul Wallemberg, usó su estatus diplomático para salvar a muchos judíos húngaros entregándoles pasaportes protegidos (SchutzPass), que los identificaba como suecos en espera de repatriación.

 Asimismo, Wallenberg alquiló algunas casas para los refugiados judíos con fondos de la embajada y colocó en la entrada letreros falsos en los que se leía "Biblioteca de Suecia" o "Instituto Sueco de Investigaciones". Albergó también a otros refugiados en las instituciones suecas de Budapest, de distinto orden. Inexplicablemente, cuando el ejército Rojo tomó Budapest Wallemberg fue detenido acusado de ser espía de los Estados Unidos. Falleció en circunstancias que aún no se han aclarado en su celda un 16 de junio de 1947. Un aforismo final para este héroe casi olvidado: “hay hombres que hacen el bien, por necesidad vital”.

*Escritor.