Quienes acostumbran seguir las reflexiones, comentarios e ideas que este ombudsman desarrolla en sus columnas dominicales habrán registrado las reiteradas ocasiones en las que se ha ocupado de criticar la decisión editorial de adjudicar a algunos columnistas (en realidad, a dos de ellos) aclaraciones de sus firmas que son formalmente correctas pero no tanto desde el costado conceptual. Concretamente, la identificación del asesor presidencial (es probable que sea el más influyente en el entorno de Mauricio Macri) Jaime Duran Barba como profesor de la George Washington University y del Club Político Argentino, y de Artemio López como director de la consultora Equis y no como una espada comunicacional de primera línea del kirchnerismo.
El pasado domingo, el jefe de redacción de PERFIL, Javier Calvo, dedicó su columna de opinión al señor Duran Barba. En el texto, señaló que se había decidido “zanjar los cuestionamientos del ombudsman”; no coincido: en mi criterio, no desapareció la razón fundamental sobre la que se basaron y basan mis críticas, e insisto (uso palabras del propio Calvo) en que el citado politólogo debe “ser calificado como asesor del Gobierno para clarificar al lector desde dónde escribe”. Que el señor Duran Barba haya afirmado que transmite en sus textos “lo que piensa y no en función de para quién trabaja” no exime a la conducción de este diario de su responsabilidad clarificadora ante los lectores.
Entre las cartas que hoy se publican, la del señor Gabriel Wolf coincide en gran medida con lo que se ha dicho tantas veces en este espacio. El se queja de lo mismo que este ombudsman.
Por cierto, no se trata aquí de cuestionar o poner en duda los conocimientos teóricos y experiencias prácticas del especialista en cuestión. Por el contrario: está claro que sus análisis son de notable lucidez, polémicos y muchas veces provocadores, que ayudan a pensar y profundizar para abrir debates necesarios. Su caracterización del “círculo rojo” (etiqueta que importó de la política mexicana para definir a intelectuales, pensadores, analistas y periodistas a los que considera distantes de las inquietudes de la población y contaminados por un exceso de teorización) ha servido para alimentar infinidad de argumentos a favor y en contra y generar conflictos entre gobierno y oposición y también dentro del propio gobierno. Por lo dicho, no es intención ni competencia de este ombudsman lo que Duran Barba dice o hace sino sólo cómo es presentado por este diario.
La parcial (no engañosa, sólo parcial) identificación de ese columnista dominical hace equilibrio sobre los bordes mismos del que fuera reconocido por la Unesco como Código Internacional de Etica Periodística tras el Cuarto Encuentro Consultivo de la Organización Internacional de Periodistas, realizado en 1983.
El Código incluye algunas cuestiones que tienen que ver con el caso que nos ocupa. Tres de los nueve ítems, al menos, valen para dar fundamento a las apreciaciones de este ombudsman, del lector mencionado y de otros que probablemente compartan la misma idea: “(…) El pueblo y las personas tienen el derecho a recibir una imagen objetiva de la realidad por medio de una información precisa y completa (…). La tarea primordial del periodista es la de servir el derecho a una información verídica y auténtica por la adhesión honesta a la realidad objetiva. (…) El carácter de la profesión exige que el periodista favorezca el acceso del público a la información y la participación del público en los medios, lo cual incluye la obligación de la corrección o la rectificación y el derecho de respuesta”.
Es necesario aclarar que no se trata de una guerra de guerrillas entre este ombudsman y los responsables de editar PERFIL, a quienes reconoce cualidades profesionales elevadas y claros conceptos éticos que están demostrados con cada número de este diario. Pero la insistencia en aplicar un modelo que afecta la adecuada comprensión de contenidos por parte de quienes leen sus páginas sí forma parte de la responsabilidad que cabe al Defensor de los Lectores.
Simplificación. Otro tema, que nada tiene que ver con el anterior: algunas veces, las exigencias de espacio obligan a simplificaciones que pueden ser mal interpretadas (parcial o totalmente) por los destinatarios de contenidos. Ayer, en la página 52, fue desafortunado el título vinculado al juicio contra Carlos Pampillón, dirigente marplatense de la ultraderecha violenta. Dice allí: “Probation para supuesto líder nazi”. Dos críticas: dicho así, parece que la probation ya fue dispuesta, cuando en realidad sólo es un recurso planteado por su abogado que aún no fue resuelto por el tribunal; y lo de “supuesto” se choca con la clara y confesa (no supuesta) militancia del líder de la banda nazi.