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swaps

Al pueblo o a los usureros

Un repaso a la historia de una herramienta financiera que puede ser utilizada de maneras muy diferentes y cuyo uso se extiende a lo largo y a lo ancho del mundo.

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En términos generales, la expresión “swap” indica un acuerdo entre dos partes para intercambiar flujos de moneda en efectivo por un período determinado de tiempo. Cuando se hace entre los bancos centrales de dos países, permiten a la autoridad monetaria de uno cambiar divisas recibidas del otro, habitualmente en el mercado doméstico, por una cierta cantidad de dinero local.

Su tráfico permite extraer interesantes lecciones: a) Es una de las herramientas para enfrentar desequilibrios cambiarios, b) Es un comportamiento frecuente de los países con economías más evolucionadas entre sí o respecto de los que están en vías de desarrollo, c) Es una estrategia usual de potencias emergentes como es el caso de China, d) También, y de acuerdo a cómo hayan resultado acogidos o rechazados los países que plantearon a otros el otorgamiento de un “swap”, es un indicio para pronosticar qué tan difícil les resultará a algunos de ellos volver a los mercados de crédito convencionales.

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A partir de la crisis financiera 2007/2008, una cantidad de bancos centrales del mundo suscribieron acuerdos bilaterales de permuta de divisas (“swap”). Desde entonces, algunos de ellos se valieron de los “swaps” para fortalecer sus propias reservas y para facilitar el acceso a divisas a empresas y bancos locales, sean comerciales o de inversión.

Como se puede deducir de la estructura del instrumento y del hecho de que el valor de una divisa puede fluctuar, la operación es un signo indudable de confianza entre los gobiernos involucrados. Como resulta del nivel de riesgo que toma el banco que extiende el “swap”, su existencia se convierte a veces en un dato crítico en los países que más se valen de ellos.

Cuando a finales del año 2008 las demandas de dólares en Europa se habían elevado y con ellas la volatilidad de las tasas de interés sobre esta denominación, la Reserva Federal norteamericana celebró líneas de “swaps” con el Banco Central Europeo y el Banco Nacional de Suiza.

Casi un año más tarde, luego del colapso de Lehman Brothers, el Comité de Mercados Abiertos de la Reserva Federal (FOMC) le otorgó al subcomité de moneda extranjera la facultad de negociar acuerdos de esa naturaleza con otros bancos centrales con la finalidad de enfrentar las tensiones en los mercados de monedas, sin necesidad de pedir la intervención previa del FOMC. Durante lo que quedaba de dicho año se arreglaron operaciones con el Reino Unido, Japón, Australia, Dinamarca, Noruega, Suecia y Nueva Zelanda. Hasta allí, amigos son los amigos. A su vez, el Banco Central Europeo y el Nacional de Suiza también suscribieron “swaps”. Con Irlanda hubo alguna operación no particularmente significativa.

A partir de entonces, Suecia, Dinamarca, el Reino Unido y el área euro incrementaron sus reservas de modo perceptible, por lo que los “swaps” funcionaron como remedio para el estrés de los mercados de divisas.

En octubre del mismo 2008, la Reserva Federal extendió la facilidad a un número limitado de economías emergentes, tales como Brasil, México, Corea del Sur y Singapur, con garantías especiales para el caso de falencias en el repago. El sistema brasileño era el más expuesto en la relación entre fondos disponibles y compromisos bancarios en moneda extranjera (el coreano lo era entre los asiáticos), por lo que asistirlo suponía el intento de liquidar de inmediato operaciones en dólares.
 El Banco Central Europeo proveyó euros a Hungría, Latvia y Polonia aunque a cambio de bonos. Luego extendió el “swap”, pero moneda contra moneda, a Hungría (forinto húngaro, HUF). El Banco Central Sueco apoyó la estabilidad financiera de Estonia y de Islandia del mismo modo. En algunos casos “hasta que entraran en vigor los programas específicos del Fondo Monetario Internacional”. También es una receta tomada del libro de Dale Carnegie Cómo ganar amigos e influir sobre las personas, particularmente lo primero respecto del FMI y lo segundo respecto de Latvia. Vale la pena subrayar que una parte excluyente del sistema bancario de Latvia y de Estonia es propiedad de grupos de banqueros asentados en Suecia, Noruega y Dinamarca.

En el 2007, dentro del marco de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean), se creó una red de acuerdos de intercambio de monedas “para complementar las facilidades internacionales existentes”, entre China, Japón y Corea del Sur, que fue “multilateralizado” mediante la Iniciativa de Chiang Mai (CMI) de 2010 (cuarenta países).

En 2010, se duplicó la dotación del acuerdo a 240 mil millones de dólares, fijándose que para un país “extra FMI”, el porcentaje de utilización se ampliaría hasta un 30%. Sin embargo, esos fondos no han sido usados. Debe notarse que aunque los “swaps” de la reserva Federal tampoco exigen programas del FMI, hemos visto que no son para cualquiera.
Finalmente, en 2012 y luego en abril de 2015, el Banco de la Reserva de Australia y el Banco del Pueblo de China firmaron un “swap” por hasta AUD (dólares australianos) cuarenta mil millones y CNY (yuan o renmimbi chino) 200 mil millones. Esto permite establecer intercambios comerciales e inversiones en renminbi chinos y en dólares australianos, con los que se incrementará el comercio y el flujo de capitales entre ambos países en sus monedas locales, y se fortalecerá la cooperación financiera bilateral.

Hemos visto que los clubes del “swap” son exclusivos. Pero también que no sólo hay uno.

Pero no sólo de swaps viven los bancos centrales. También utilizan el valor “soberano” de cada divisa, como –“primera entre desiguales”– lo hace la Reserva Federal estadounidense con el dólar. Como dijo su presidente Alan Greenspan en 2011: “Los EE.UU. pueden pagar cualquier deuda porque podemos imprimir dinero para hacerlo. La posibilidad de default es, para nosotros, igual a cero”.

Un poco más sutil, el inventor de la lamparita eléctrica incandescente, Thomas A. Edison, dijo en 1921: “Si el país (USA) puede emitir un bono-dólar, también puede emitir un dólar billete; es absurdo afirmar que nuestro país puede emitir bonos, pero no billetes, cuando ambos son promesas de pago cuya única diferencia consiste en que una engorda al usurero y la otra ayuda al pueblo”. Así nomás.