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Alain de Botton para todos

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Alain de Botton es un escritor que me cae particularmente simpático. En primer lugar porque, como Godard, no es francés sino suizo, y eso ya es un punto a favor. Solo que, a diferencia de Godard, que se nacionalizó suizo para no hacer el sevicio militar, Alain de Botton nació en Suiza, más precisamente en Zurich, en 1969. Es un escritor suizo famoso, apelativo aplicable a pocas personas (Max Frisch, Friedrich Dürrenmatt, Rousseau, Robert Walser, Blaise Cendrars, Hermann Hesse, Erich von Daniken, y paremos de contar), que lleva publicados más de una docena de libros traducidos en todo el mundo y que se volvió muy conocido como divulgador –con lenguaje y argumentos eficaces y simplificados– de los temas más diversos, que van de la historia de los periódicos al arte, la arquitectura, Proust, los viajes, el amor, la filosofía y otras cosas. Tal vez sus libros más famosos son Del amor, de 1993, y Cómo cambiar tu vida con Proust, de 1997, libros que quedaron tan atrás que en las fotos de solapa De Botton todavía conserva una abundante cabellera (la perdió a medida que los fotógrafos lo fueron retratando: es por eso que no hay que sacarse muchas fotos).

Como buen intelectual, en determinado momento, para sobrevivir, tuvo que empezar a dar conferencias, y la cosa le gustó. Vive en Londres, tiene un canal en YouTube llamado The School of Life, está casado, tiene dos hijos y adora los trajes de lino. Y eso es todo lo que sé de Alain de Botton. O mejor dicho eso es todo lo que sabía, porque ayer perdí varias horas viendo y escuchando sus conferencias, y debo reconocer que estoy sorprendido. Las charlas de Alain de Botton son entretenidas, él posee ese talento que solo tienen algunos (pocos) comediantes (me olvidaba, De Botton también reflexionó sobre la comedia), que saben dosificar sus chistes y cuando lo hacen son efectivos, y además tiene esa capacidad que, a falta de otra palabra mejor, calificaría como “pasoliniana”, aunque el aspecto de niño bien de Alain de Botton habría hecho enfurecer a Pasolini, quien seguramente habría estado en desacuerdo con todo lo que dijera solo por eso, por tener aspecto de niño pequeñoburgués suizo (otra cosa: De Botton tiene una eterna cara infantil). Pero llamo “pasoliniana” a su capacidad de no tomar nunca el camino previsto por quien lo escucha o lee, de tomar siempre el camino inesperado, de hacer las observaciones más simples para desbaratar y dar por terminados problemas filosóficos muy complejos (o de aspecto complejo, lo que es lo mismo).

Una de las charlas de Alain de Botton versa sobre el “síndrome del impostor”, el mal de nuestro tiempo que aqueja a más personas de las que uno cree y que hace que el sujeto que lo sufre piense que no merece el éxito alcanzado y se sienta, justamente, un impostor, un fraude. De Botton desmonta el síndrome con maestría de sastre: pocos cortes y el problema pasa a ser visto desde el lado de adentro. De Botton empieza a desenredar la madeja remontándose a Montaigne y acabando en el desentrañamiento de un trauma familiar, que es donde anidan todos los traumas. O donde deberían.  

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Recomiendo todos los libros de De Botton (además de los antes citados, recomiendo Las consolaciones de la filosofía, El arte de viajar y Religión para ateos), pero sobre todo recomiendo que visiten su canal de YouTube. No me lo van a agradecer, porque son todos unos desagradecidos irremediables, pero sé que por dentro van a reconocer que tengo razón.