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Alberto y Cristina: los Pimpinela

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Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner. | cedoc

Quienes frecuentan con confianza personal y política a Máximo Kirchner cuentan que, cuando habla de los cortocircuitos entre el Presidente y la vicepresidenta, suele referirse a ellos como los Pimpinela. Lo hace con una mueca entre sonriente e irónica, con un humor más parecido al papá que a la mamá.

Como el dúo musical de los hermanos Galán, el jefe del bloque de diputados del Frente de Todos –garante clave de la coalición– argumenta que Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner discuten, concilian, se ignoran, pelean, se reconcilian, dialogan, acuerdan, sueltan. Pero siempre juntos. No lo hacen al compás de un pentagrama, sino de una partitura política marcada por las necesidades y las tensiones.

Convengamos que más allá de sus personalidades, ya que ambos tienen su carácter (por decirlo de manera diplomática), resulta complejo hallar cuál es el mejor lugar para ubicarse en pos de que el Gobierno funcione. Les está costando tanto la ubicación como el funcionamiento.

La astuta jugada electoral de Cristina de ungirlo a Alberto pierde lustre a la hora de la gestión. Ministerios y organismos y empresas públicas loteadas entre diferentes sectores del FdT compensan alineamientos internos, pero afectan en una administración paralizada fuera del tsunami pandémico. El efecto Covid, encima, multiplicó para peor nuestros problemas de arrastre.

Acaso la completa relación AF -CFK explica lo que es el Gobierno, para bien y para mal

Los desacoples pueden ser tan curiosos como negativos. Van un par de ejemplos, entre muchos.

La Secretaría de Energía, aún a cargo (es un decir) de Sergio Lanziani, está desconectada de YPF, que está manejada por un CEO de escaso contacto con el presidente de la compañía. Algo similar ocurre entre el Ministerio de Transporte de Mario Meoni y Aerolíneas.

En el Ministerio de Vivienda, María Eugenia Bielsa tiene dificultades con las secretarías a su cargo, que responden a otras referencias del oficialismo. Resultado: es la dependencia con menor ejecución presupuestaria y no definen siquiera qué tipo de Procrear pretenden.

Días atrás, Ginés González García le pidió al Senado que no aprobara la incorporación de la fibrosis quística al Plan Médico Obligatorio. Un llamado de Alberto a Cristina “convenció” a las y los representantes oficialistas en la Cámara alta de aprobarlo igual, según admitió la senadora Anabel Fernández Sagasti.

El Presidente dijo el domingo pasado que esta semana se conocería el proyecto de reforma judicial que impulsará el Gobierno. No ocurrió. Fuentes oficiales reconocen que hay una lectura más que atenta de la iniciativa, de ahí su demora, por parte de CFK.

Con ese mismo espíritu atento, Cristina evitó mandar a militar en el Senado el pliego de Daniel Rafecas como nuevo procurador, tal como deseaba Alberto. En camino hacia la salida, el actual interino Eduardo Casal (que recién ahora se acordó de sancionar al fiscal Carlos Stornelli por el caso D’Alessio) sería reemplazado por otro interinato, más al gusto de la vice y sin requerir de los dos tercios senatoriales: el de Víctor Abramovich, procurador fiscal ante la Corte Suprema y ex director del CELS.

El sarcasmo de Máximo sobre el vínculo difícil e imprescindible entre AF y CFK explica la sostenibilidad política del Gobierno. Pero también sus dificultades para gestionar.