Fidel Castro es un personaje clave en la historia de América Latina de las últimas decadas.
Su significación y relevancia puede ser entendida en el contexto de la Guerra Fría, el período que se extiende desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta la implosión de la Unión Soviética.
En ese contexto, América Latina fue la zona de trabajos prácticos donde se desarrolló el conflicto entre las dos superpotencias, la Unión Soviética y los Estados Unidos.
Castro fue en esa controversia un actor relevante. Su acción política se define por un marcado antinorteamericanismo que no diferenció a Kennedy de Nixon, y tampoco a Obama de Bush.
Su influencia en el resto de los países de América Latina estuvo caracterizada por el extendido
aliento y promoción de los grupos armados insurreccionales.
Su alineamiento con la Unión Soviética lo llevó a acompañar a la Argentina cuando, durante la dictadura, repudiaba la acción –que caracterizaba como intromisión– de los organismos promotores de los derechos humanos que cuestionaban la represión ilegal en nuestro país.
Ese papel decisivo en América Latina hizo que el presidente Raúl Alfonsín viajara a La Habana y fuera el primer presidente argentino en visitar Cuba.
Lo animaba, entre otros, el propósito de persuadir a Fidel Castro de suspender el apoyo a grupos insurgentes como el Frente Patriótico Manuel Rodríguez –una organización colateral del Partido Comunista chileno– que practicaba la lucha armada en el país vecino.
La decisión de Alfonsín se fundaba en una visión estratégica: no habría democracia consolidada en la Argentina si no había democracia en la región.
Y Alfonsín fue convincente con Fidel. Por eso, la recuperación democrática de nuestro país en el 1983 generó un efecto dominó en toda la región que dejo atrás el océano autoritario que era cuando Alfonsín llegó al Gobierno.
*Ex diputado y ministro por la UCR.