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Algo de aire en medio del ahogo

Alberto Fernández y el ministro Martín Guzmán.
Alberto Fernández y el ministro Martín Guzmán. | NA

Estuvo bien, pero no tan bien. Alberto Fernández viajó a Europa con varios propósitos, que cumplió a medias, aunque él diga que se siente muy satisfecho y sus críticos no rescaten nada. Maldita grieta.

El objetivo principal del Presidente era conseguir el compromiso del Club de París, organismo financiero europeo, de postergar el vencimiento del pago de una vieja deuda renegociada por el entonces ministro de Economía K, Axel Kicillof, que se cumple en dos semanas. O al menos que si la Argentina no paga, la entidad evite declararla en default.

Alberto F se trajo el compromiso de Emanuel Macron, su par francés, de que eso sucedería si hay un acuerdo con el FMI, que aún se halla en un laberinto donde hay muchos ruidos y pocas nueces.

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Krystalina Georgeva, la directora del Fondo, tiene la mejor onda con la situación de nuestro país y, sobre todo, con Martín Guzmán. Pero, como le volvió a explicar el viernes al Presidente en Roma, eso no significa que se pueda hacer cualquier cosa.

Al FMI no le resulta serio, por caso, que la Argentina pretenda un acuerdo extendido a 20 años (que la obligaría a cambiar su estatuto), que nuestra Justicia investigue el rol del Fondo en los desembolsos de la gestión macrista, que el Senado plantee condicionamientos, que la renegociación por la deuda se esté pateando para después de las elecciones legislativas y que una parte del Gobierno socave la autoridad de Guzmán.

La gira europea de Alberto Fernández con Guzmán estuvo bien, pero no tan bien

Al llevar a este periplo por el Viejo Continente al jefe del Palacio de Hacienda, lo que no estaba previsto originalmente, Alberto F buscó dar una doble señal de apoyo a su ministro. Una, destinada al FMI, para despejar fantasmas. La otra, hacia la interna del oficialismo, que horada al funcionario como si sobraran opciones mejores.

La frutilla del postre parecía ser la negativa de que el subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, dejara su puesto, tal como pretendió imponer Guzmán. Sin embargo, parece que el postre es de frutillas: Máximo Kirchner presentó un proyecto de ley para bajar hasta un 50% las tarifas del gas, como en la Patagonia, a varias localidades bonaerenses y mendocinas, principalmente. La cuestión tarifaria es uno de los cortocircuitos esenciales entre Guzmán y el kirchnerismo más duro.

La frutilla puede adquirir el tamaño de una sandía si avanza una idea que empezó a campear en ciertas mentes oficialistas y que no se habló con Guzmán: que Energía deje de depender de Economía (como antes funcionaba en Producción) y pase a ser ministerio, con relato épico incluido. Curioso que la memoria selectiva solo detecte el salvajismo tarifario de Macri/Aranguren y no los desaguisados de De Vido/Cameron en la oprobiosa política energética K.

Estas y otras batallas aguardan a Alberto F y Guzmán, como las que plantean una inflación que no da respiro, en medio de una pandemia con un nivel de mortalidad que nos deja diariamente sin aliento. Y sin consuelo.