Al menos esta vez, el Presidente dio muestras de haber aprendido una parte de la lección. Renovó las restricciones en las áreas más complicadas del país, empezando por el AMBA, previas consultas y diálogos con el comité de expertos y con quienes gobiernan los 24 distritos.
También coordinó las decisiones con su gabinete, para que no quedaran desautorizados, como ocurrió hace dos semanas con Carla Vizzotti y Nicolás Trotta ante la cesación intempestiva de las clases presenciales.
Su discurso del viernes por la mañana (preparado más profesionalmente y grabado y leído vía teleprompter) evitó además desvíos y patinadas a la que a veces parece tan afecto el buen orador que es Alberto Fernández. Esta vez no tuvo que salir a aclarar qué quiso decir.
Acaso en la manera de comunicar haya tenido injerencia una ronda de consultas que un conocido consultor mantuvo durante la semana con varios de sus colegas. Las conclusiones a las que arribó fueron acercadas a la mesa de decisión presidencial.
Otro de los puntos corregidos fueron los datos explicitados en el nuevo DNU para sustentar las decisiones tomadas. De algunas de esas fragilidades del decreto anterior se tomaría la Corte Suprema para dictaminar en algún momento sobre el entuerto Nación-Ciudad. Tribunales transmitió indicios de semejantes flaquezas, ya enmendadas en la norma difundida la noche del viernes. El que avisa no traiciona.
A la lista de matizadas rectificaciones hay que sumar la reanudación del vínculo político con Horacio Rodríguez Larreta. El puente no se reconstruyó pero al menos se restablecieron nexos imprescindibles. De hecho, los dos y sus voceros principales dejaron de lado la pirotecnia casi ofensiva que se dedicaban.
El que se sintió frustrado fue Axel Kicillof. Junto a su dupla sanitaria Gollan-Kreplak, militó como siempre cierres más duros ante la insuficiente desaceleración de los contagios y, sobre todo, del aumento notable de las internaciones.
En conversaciones con intendentes y personajes claves de su equipo, pidió preparar escenarios de contingencia sanitaria y socioeconómica (ciertas asistencias financieras igual fueron anunciadas) más graves de lo que ya son, a la espera que esa demanda fuera atendida desde la Casa Rosada.
Tal vez el anterior antecedente lo envalentonó. Como se contó aquí, un sector del Gobierno explicó la sorpresiva decisión de Alberto F de suspender la presencialidad escolar tras hablar con Cristina Fernández de Kirchner: “Seguilo a Axel”, fue la sugerencia.
En esta oportunidad no lo siguió. Prorrogó los cierres y sólo atendió el pedido de Provincia de mayores controles para la circulación entre Capital y Conurbano. Se mastica algo de bronca en los alrededores del gobernador y en él mismo, según cuentan algunos allegados.
Fuentes oficiales nacionales no desconocen el descontento. Sin embargo, insisten con que Kicillof –como cualquier jefe provincial- tiene la potestad de endurecer las medidas sin que medie la intervención nacional. “No lo hace porque prefiere evitar el costo político”, sostiene un encumbrado funcionario. Y no habla solamente del mandatario bonaerense: el porteño Larreta, el cordobés Schiaretti y el santafesino Perotti también caen en la volteada.
Las intrigas con Kicillof no se limitan a la problemática pandémica. Su injerencia práctica y conceptual en temas económicos, como consejero esencial de CFK en la materia, despierta tantos o más resquemores y no solo en el Ministerio de Economía.
Hay una olla que viene levantando presión al respecto: la postura disímil dentro del oficialismo respecto a la negociación con el FMI y la reducción prometida del déficit fiscal. El menú de disidencias es mucho más amplio, claro.
Guzmán se siente rodeado. “Hay reemplazo si se quiere ir”, replican en La Cámpora
El ministro Martín Guzmán promueve una reducción del saldo negativo en la balanza de las cuentas estatales que incluye bajar los subsidios a la energía. En privado pero sobre todo en público, dos funcionarios aparentemente de segundo orden plantean un freno a esa intención. Son dos Federicos aunque con K. Uno es Bernal, a cargo del Enargas. El otro es Basualdo, subsecretario de Energía Eléctrica.
Basualdo depende orgánicamente de la Secretaría de Energía, que depende orgánicamente de Economía. Pero pero pero… Basualdo es Cristina y La Cámpora. Es el principal referente en energía (no solo eléctrica) de Cristina y como orgánico camporista, en el día a día Basualdo reporta directamente a Máximo Kirchner y Wado de Pedro, ministro del Interior.
El jueves por la tarde, la gente de Guzmán empezó a comentar entre muy pocos que las horas de Basualdo en su función estaban contadas. El viernes al mediodía, horas después de que Alberto F anunciara el nuevo DNU de restricciones, desde el Palacio de Hacienda se propagó informalmente que se le había pedido la renuncia a Basualdo.
Sin embargo, poco después voceros camporistas que integran el Gobierno negaron que hubiera tal pedido. Y mucho menos que Basualdo pensara en dejar el cargo.
Así, Guzmán suma un desaire más a una lista que no para de extenderse a lo largo de 2021. Fuentes cercanas al ministro admiten que posiblemente esta desautorización sea la gota que rebasa el vaso. En su visita a EE.UU. de hace unas semanas, corrió la versión de que parte de su agenda reservada no difundida obedecía a la búsqueda de un lugar para reinstalarse allí.
Guzmán no desconoce quién “banca” a Basualdo y suena curioso que no hubiera charlado con la vicepresidenta sobre ello, cuando sí lo ha hecho en relación a otras cuestiones. Salvo que quiera provocar una ruptura. Desconfía encima de ciertos movimientos en Jefatura de Gabinete, con epicentro en la vicejefa Cecilia Todesca y el ministro Matías Kulfas. Extiende sus fantasmas a Paula Español (secretaria de Comercio), a Mercedes Marcó del Pont (AFIP) y hasta a Sergio Chodos, de quien sospecha que habla a sus espaldas con el FMI por pedido de CFK.
“Hay reemplazo si se quiere ir, nadie es imprescindible”, sentencian sobre Guzmán desde La Cámpora. Obviamente, aportan la probable sustitución: Augusto Costa, actual ministro de la Producción de Kicillof. Todo cierra.
Nunca es buen momento para el fuego amigo. Pero éste seguro no es el mejor, ante el agravamiento de la situación sanitaria y socioeconómica cuando aún no llegó el invierno. Más que jugar en medio del incendio, pareciera que se entretienen dentro de las llamas, con nosotros adentro.