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comienzos

Alguna que otra postrimería

Es el último día. Eso que no significa más que un cambio formal de año impositivo, de viajeros lanzados todos juntos a la ruta, se sobreimprime en las palabras de esta página.

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Es el último día. Eso que no significa más que un cambio formal de año impositivo, de viajeros lanzados todos juntos a la ruta, se sobreimprime en las palabras de esta página. Y en todas las que se digan, se tuiteen, se susurren. El espíritu del año viejo es –desde hace tiempo, para los argentinos– un clásico de calor, de fantasmas de manifestantes de diciembre, de esperanzas truncas. El derrumbe de este año perdido en promesas incumplidas, en propaganda garca, en espera santa de que enero ofrezca otro encuadre, viene voluptuosamente amenizado por una serie de tristes muertes en cadena: Rivera, Laiseca, George Michael, Leonard Cohen, Bowie, la Princesa Leia, una lista irregular, sí, pero una lista, como si la partida de uno solo atrajera por mero parecido a las otras pérdidas. Pilar Gamboa no llega a nuestro ensayo porque le robaron dos ruedas de su auto estacionado y el tren no anda y todo es complicado y no llegamos, nunca estaríamos llegando.

Podría haber sido una semana complicada también para el Gobierno, pero como los medios responden a sus mismos intereses, ni el alejamiento del ministro de Economía –ni su fracaso en vaya a saber uno qué plan– ni las agresiones esporádicas al auto del Presidente se organizan en la prensa como escalones de un mismo descenso. No obstante, el último estertor del año viejo grita que si Prat-Gay se va es por moderado, así que no nos espera nada bueno con el cambio. Ninguno de los contratos de trabajo que cumpliré en 2017 contempla la inflación que está llegando: se habla de mañana como si nadie pudiera alzar la cabeza ante el tsunami. A lo mejor es porque el hombre vive de esperanza, y fingir que no se ve lo que se ve es el mantra para que el tsunami no nos toque. El timbre de casa vuelve a sonar invariablemente por las noches y siempre es alguien que pide lo que sobra; esto ya había pasado hace 15 años. Y como luego dejó de pasar, casi lo había olvidado.

Será en todo caso una postrimería colorida, como le gustaría a Marcos López. Por cierto, acabo de ver el documental que le hace Canal Encuentro y de todas las frases forjadas en el fragor del color y la melancolía escojo una que –por alusión a la fecha que nos convoca– me reconforta como sidra bien helada: “Me gustaría dedicarme a permanecer en el espacio que hay entre un pensamiento y otro, permanecer en esa nada eternamente y ya prepararme para el más allá.”

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Que venga. Que ocurra ahora el más allá. Que empiece enero. Que aparezcan las dos gomas.