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sueos

Allá abajo y en silencio

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Es demasiado, vea. Francamente es demasiado y ni siquiera me dan ganas de escribir esto. Es que a una le zampan con todos esos enterramientos y una aquí, inerme frente a los diarios, la televisión y los comentarios y lo que venga. No es fácil aguantarse. Lo primero que una, y gran parte de la gente que una oye, dice es: “Si a mí me pasa eso, me muero”. O me vuelvo loca o loco. O ay no no no no me contés que no me la banco no quiero ni mirar. Y sin embargo sigue mirando y sigue leyendo porque hay una parte (partecita) de una que sigue pegada a la solidaridad y a la compasión y a los buenos deseos de que el muchacho al final de la película se salve y se quede con la chica que es rubia y lo ama. Pero mientras tanto, hay que pasar por ese encantamiento que la lleva a una a querer enterarse de todo y decir ay Cacho poné la televisión que quiero ver cómo sacan al décimoquinto minero. Y está bien porque una quiere que todo salga bien y lo que es más importante, una quiere que nunca le pase eso a una personalmente y en persona (y bueno, Camillieri es contagioso y es uno de mis vicios y acaba de llegar a las librerías otro libro de este viejo simpaticón y todavía no lo leí pero tengo ganas).

Volvamos al principio y digamos que es demasiado. Ya los sacaron, está bien, y me alegro. Pero las siete cuadras para abajo de roca dura e invencible, la oscuridad, el espacio chiquito, la sensación de que si se mira para arriba se van a ver todos los pedacitos de esa roca dura y etcétera, y de que eso es pesado, amenazador y quieto y de que posiblemente esté gruñendo de ganas de caérseme encima, eso, eso es demasiado, vea. Para colmo vienen las secciones de cine y teatro y le cuentan a una de una película en la cual el muchacho no sé si al final se quedará con la chica (¿qué chica?) pero en este momento está enterrado vivo y además hay no sé cuántas mujeres de ésas del velo encerradas en las cárceles de los barbudos talibanes esperando que las maten a pedradas o que las ahorquen porque uno de los barbudos tiene “la íntima convicción” de que les fueron infieles a sus maridos. A esta altura del debate ya tengo dificultades para respirar. Bueno, me digo, no es nada, es que tenés la nariz tapada por este asunto de la alergia de primavera aunque en este momento parezca invierno y llueva y haga frío, pardiez voto a bríos con el clima. Respiro con dificultad tratando de no pensar en la roca ni en los ataúdes ni en los velos ni en las rejas y recuerdo que leí en alguna parte que los animales que sienten que van a morir tratan de buscar la madriguera para estirar la pata escondiditos como en un vientre y que en cambio la gente busca los lugares despejados al aire libre tipo tundra o pampa húmeda o esas cosas bajo el sol. No sé si será cierto. A mí, le confieso si usted me lo permite, a mí me da por la fobia al vacío, pero en este momento si me tengo que morir cruz diablo vade retro, preferiría una cama calentita a la madrugada mientras empiezan a cantar los pajaritos en el jardín. ¿Habrán soñado allá abajo con trinos y aleteos?

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