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Los 70

Alternancia y unanimidad

La danza de las candidaturas a las próximas elecciones, en la que las primeras figuras de la política desaparecen para volver a escena en otro papel, o quizás en el mismo, constituye un ejemplo más de la ligereza con que Gobierno y oposición se preparan para renovar a sus representantes.

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La danza de las candidaturas a las próximas elecciones, en la que las primeras figuras de la política desaparecen para volver a escena en otro papel, o quizás en el mismo, constituye un ejemplo más de la ligereza con que Gobierno y oposición se preparan para renovar a sus representantes. ¿Será éste el punto final de la expectativa creada en 1983, que se consolidara un sistema de partidos en que unos gobiernan y otros presentan un proyecto alternativo, sin jefaturas iluminadas ni descalificaciones extremas del adversario?

En 1973, cuando se abrió la posibilidad de recomponer el sistema después de una dictadura, por un lado imperaba un clima de violencia (Montoneros, ERP); por otro, el abrazo de Perón y Balbín (1972) puso fin a la histórica enemistad entre los dos partidos y abrió el diálogo que ambos mantuvieron hasta la muerte del jefe del PJ.

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El punto culminante de dicho acercamiento, tras la renuncia del presidente Cámpora y de Solano Lima, fue la posibilidad de que una fórmula integrada por Perón y Balbín cerrara el ciclo de los desencuentros. Esto se discutió en reuniones informales en vísperas de las elecciones presidenciales fijadas en septiembre de 1973.

“Con Carcagno y con Perón conversamos ese tema muy extensamente. Yo tuve a mi cargo la gestión oficial con el doctor Balbín y fue muy bien recibida por el anfitrión”, afirmó Juan Manuel Abal Medina, entrevistado por Ernesto Jauretche. Según Miguel Unamuno, Perón consideraba que peronismo y radicalismo eran la misma cosa.

Entre los radicales que se oponían estaba Raúl Alfonsín, de la corriente minoritaria de Renovación y Cambio. “Yo veía mal la posibilidad de que se presentara la fórmula Perón-Balbín porque me parecía que era ocupar un lugar secundario en un momento malo. Creía que era una concepción equivocada desde el punto de vista político porque si Perón, como todo hacía suponer, fallecía en el mandato, a Balbín no lo dejarían gobernar. Desde luego que había gente importante de la UCR que estaba de acuerdo. Hubieran tenido mayoría para sacar la idea. Pero nunca Balbín me dijo eso: delante mío, lo negó”, recordó Alfonsín cuando lo entrevisté acerca de este tema.

Ocurrió un hecho curioso. Perón llamó al Comité Nacional para hablar con Balbín, pero los que atendieron el teléfono creyeron que se trataba de una broma. Aclarado el enredo, Perón le explicó personalmente a Balbín por qué no podía ser su candidato a vice.

Después de su regreso triunfal, enfrentaba obstáculos inesperados a su liderazgo. “Antes uno hacía una insinuación y todos estaban de acuerdo. Y ahora, qué difícil, que los históricos, que la juventud, que los gremialistas”, dijo Perón. De este modo justificó la elección de su esposa como compañera de fórmula: “Quiero reeditar el esquema del 11 de marzo, poner de segundo a alguien que sea una derivación mía. Cámpora no puede ser, hay mucha resistencia. Entonces estoy pensando que sea Isabel”.

Esta fue su decisión final con los resultados que se conocen, mientras que la opción Perón- Balbín quedó en el terreno de las buenas intenciones. Dicha opción tampoco constituía un antídoto seguro contra el caos que ya se avecinaba. Porque los sindicatos y el peronismo político, temerosos de que en caso de fallarle la salud al General los radicales tuvieran el camino libre, se oponían al proyecto. En consecuencia, es fácil imaginar que Balbín no hubiera contado siquiera con las 62 Organizaciones, las que sí apoyaron a la presidenta Isabel hasta sus últimos días, y que tampoco el Congreso le hubiera facilitado la gestión.

En síntesis, la fórmula Perón-Balbín era una expresión más de un falso concepto de unanimidad, ajeno al sistema republicano en el que la oposición tiene el deber y la responsabilidad de presentar un proyecto alternativo a la ciudadanía y de diferenciarse del partido gobernante, y éste debe admitir la alternativa sin considerar que ésta le abrirá las puertas al caos, a la antipatria y a la catástrofe, como se advierte en esta nueva víspera de elecciones.


*Historiadora.